Capítulo 14.

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Armas.

La palabra se repetía una y otra vez en mi cabeza.

Eso era lo que había en la mochila cuando la abrí: un montón de armas.

Por impulso me alejé de ellas pensando que podían hacerme daño; luego recordé que no iban a hacerme nada por su cuenta.

Pero había algo que no entendía, y era por qué Zack tenía esa clase de armas, que para mi desgracia no se trataban de simples martillos o destornilladores, sino de dagas, pistolas y más cosas que no sabía lo que eran.

Relájate, solo son armas, ni que fueran a matarte.

Intenté tranquilizarme, pero como os habréis dado cuenta no se me daba muy bien.

Cuando mis dedos volvieron a rozar la tela tuve que cerrar los ojos  para calmarme e imaginar que las armas eran mis amigas y no iban a hacerme daño.

Penoso, lo sé.

Se me congeló la sangre al darme cuenta de que se encontraban en su cuarto, que casualmente estaba al lado del mío. No quería pensar en ello, o sea, le conocía de hacía unos pocos días, no podía odiarme hasta tal punto, no le había hecho nada, pero al mismo tiempo le veía capaz de hacerme de todo.

Con doble sentido.

No.

Saqué todas las armas de la bolsa sin saber muy bien por qué, simplemente me apetecía. Cogí una daga y la agarré del mango. Me imaginé que estaba en un combate cuerpo a cuerpo, y creyéndome luchadora profesional, peleé contra el aire usando los movimientos que Ruslan me había enseñado, dando patas, puñetazos y apuñalando a mis enemigos imaginarios.

Cualquiera que me viese llamaría a la policía pensando que estaba loca.

Cuando ya no pude más y empecé a recoger todo, vi que había algo dentro de la mochila en lo que no me había fijado antes. Saqué el pequeño metal y lo examiné: era de color plata y tenía algo grabado en él. Se trataba de una especie de placa. En la cara frontal tenía un número: 535, y por detrás había escrito un nombre: Zack Douglas.
Vale, ya no cabía duda de que todas estas cosas eran suyas.

Me pregunté de qué era, de dónde la había sacado Zack. Jugué un poco con ella, por aburrimiento más que por otra cosa; lo gracioso es que me corté sin querer, haciendo que la sangre saliera de mi dedo y la manchara.

Jugar con armas se te da muy bien pero te haces daño con una simple placa. Estoy muy orgullosa.

Ignoré a mi conciencia y me apresuré a guardar todo de nuevo en la mochila. Ya sabía yo que algo de eso acabaría haciéndome daño.

Dejé la bolsa tal y como la había encontrado y volví a mi cuarto. Al final no había sido para tanto, solo había encontrado unas armas similares a las que usan en el ejército.

Repítetelo.

Solo eran armas simi… ¡¡Armas!!

¡Dios mío, ¿cómo es que me había quedado tan tranquila!? Me había puesto a jugar con ellas olvidándome de lo que eran realmente.

El pulso se me aceleró otra vez, y es que desde que conocía a Zack no sabía lo que era estar tranquila. Ese chico estaba demente, estaba fatal, era un loco, un desquiciado, un psicópata un…

—¿Fantasma? —la realidad me golpeó. No sabía en qué momento había pasado, pero Zack estaba apoyado en el marco de mi puerta— Te he preguntado que si has visto un fantasma.

—No, solo a ti, que es mucho peor —respondí intentando calmarme.

—Últimamente estás muy rara.

Resiliente [Trilogía Ramé #1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora