—Zack —murmuré.
—Te he hecho una pregunta.
—¿Dónde habías estado?
—Contéstame.
—¿Por qué no me dijiste nada?
—Quiero que me…
—¡No me importa lo que quieras! Perdiste el derecho a exigirme nada cuando me abandonaste sin avisarme.
—No te abandoné —dijo muy bajito.
—Claro, irte durante dos semanas, sin avisar y sin hacerme ni una triste llamada, sin escribirme ni un puto mensaje diciendo que estabas bien no es abandonar a alguien —dije con sarcasmo.
—Tú tampoco me llamaste.
—Porque no fui yo la que se fue.
Se quedó mirándome, sus ojos recorriendo todo mi cuerpo y deteniéndose en mis ojos. Había algo en ellos, pero trataba de ocultarlo.
—¿Vas a contestarme ya?
—No tengo por qué hacerlo.
Pasé por su lado para volver con Sabrina, pero me agarró de la cintura para detenerme. En el momento en el que su mano se posó sentí el ardor de la herida.
—Ahh…
—¿Pero, qué? —me soltó.
Examinó sus manos. Estaban manchadas de sangre, de mi sangre. Me miró con horror y al momento ya estaba sentada en mi cama y él había desaparecido. A los pocos segundos entró por la puerta con un botiquín.
—No necesito que me cures —aseguré.
—Cállate.
Me obligó a quitarme la camiseta. Sus ojos miraron mi piel desnuda y sentí que me abrasaba. Le había echado mucho de menos, me dolía que me hubiera dejado. Sentí lágrimas acumularse en mis ojos.
—¿Qué pasa? —preguntó revisándome—, ¿te duele mucho?
—No.
—¿Entonces?
No sabía si contestarle o no, pero me di cuenta de que ya no podía perder nada.
—¿Por qué te fuiste? —él no pareció sorprendido con mi pregunta, pero sí incómodo.
—Tenía que hacerlo.
—¿Por qué no me lo dijiste?
Desapareciste de la noche a la mañana sin dejar rastro.
—No tengo por qué darte ninguna explicación, no es como si fuésemos una pareja y tuviera que explicártelo. Te recuerdo que tengo novia.
Auch.
Sus palabras fueron como dagas heladas atravesando mi corazón.
—¿Qué pasa? ¿Te pensabas que por haber follado todo entre nosotros iba a cambiar?, porque de ser así estabas muy equivocada. Esto no es una peli romántica. Ya sabes qué clase de persona soy, te dejé bien claro que por ti no siento amor. Entiende que solo has sido una más de la lista, una más que no se ha podido resistir a mí.
Soltó cada palabra con veneno. Sabía que me estaba haciendo daño y lo estaba disfrutando, pero lo peor de todo es que le estaba dejando hacerlo. ¿Por qué tenía que ser tan hipócrita?, ¿por qué me había jurado no dejar que me hicieran daño de nuevo y ahora mismo eso era lo que me estaban haciendo?
—Tienes razón, nada ha cambiado —hice a un lado mis sentimientos—. Solo esperaba perder la virginidad con alguien que se conformara con cualquier cosa, pero ahora ya puedo buscar a gente que me haga disfrutar de verdad.
Detuvo sus acciones y me miró fijamente. Su mirada helada atravesaba mi piel, pero llegaba hasta mi corazón y lo volvía frío, justo lo que necesitaba.
—¿Qué acabas de decir?
—Me has oído perfectamente, ¿o es que para follar no es lo único para lo que no eres bueno? ¿Tampoco sabes escuchar? —me puse de pies y recogí mis cosas.
—No te he dicho que te puedas ir.
—Porque en ningún momento te he pedido permiso.
—Los dos sabemos que lo que acabas de decir es mentira —me detuvo.
—Es tan mentira como el que yo he sido una más de tu lista.
Le dejé ahí, con la palabra en la boca y me fui. Sabía que no era capaz de aguantar las lágrimas mucho más, y me negaba a que me viera llorar.
…
—Ese hombre acaba de cavar su propia tumba, está más que muerto —Sabrina se paseaba por la habitación hecha una furia.
—No quiero llorar más, ni por él ni por nadie.
—No lo hagas.
—¡Qué buena idea! No sé cómo no se me ha ocurrido a mí —la miré mal.
—Sabes a lo que me refiero —rodó los ojos—, no se merece que pienses en él.
—Es que no lo puedo evitar.
—Pues más te vale dejar de hacerlo, porque si no pienso darte en la cabeza con mis bolsos hasta que le saque de ella, y te advierto que tengo muchos.
—El amor es una mierda —me quejé.
—Lo sé, pero para eso están las amistades. Las amigas estarán cuando los chicos se vayan.
—Más te vale que estés.
—¡Lo decía por ti! Te recuerdo que estabas a punto de dejarnos en ese matadero para ir a buscar a ese gilipollas.
—Tienes razón, gracias por impedirlo.
—Para eso están los cómplices —me guiñó el ojo.
—¿Y ahora qué?
—No sé… ¿Vemos pelis y comemos helado? —sugirió.
—Me conoces muy bien —sonreí.
…
Tres horas después las dos llorábamos como magdalenas por la muerte de Jack. Nunca había visto Titanic y a mi amiga eso le pareció un pecado, asique la vimos mientras vaciábamos tarrinas de helado y no ahogábamos con los mocos.
—Rose es una cabrona —lloró Sabrina—, ¡podían haberse salvado los dos!
—Solo pensaba en ella misma —coincidí.
Seguimos llorando lo que quedaba de noche viendo más películas de amor trágico. Estar con Sabrina me había ayudado mucho, a pesar de no haber parado de llorar. Es verdad eso de que una noche con tu mejor amiga arregla todos los problemas de tu vida y es la mejor medicina.
—Son las seis de la mañana —informó—. ¿No me dijiste que esta noche tenías una cena o algo así?
—Sí, pero dudo que vaya. No quiero ver a Jefferson y él seguro que va.
—¡Por eso mismo tienes que ir! No puedes dejar que vea que te ha afectado.
—Pero lo ha hecho.
—Ya hemos hablado de esto antes. Ya lo hiciste una vez, conseguiste dejar los sentimientos a un lado, puedes hacerlo otra vez.
—No es tan fácil.
—Claro que no, pero tú puedes hacerlo —me miró y sonrió tiernamente—. ¿Te acuerdas de todas las veces que me decías que yo valía más de lo que un chico pensaba, que era más de lo que veían, que no era un objeto con etiqueta y precio barato y tenía que dejar de pretender gustarle a otros en vez de estar satisfecha conmigo misma? Pues creo que es mi turno de decírtelo a ti —agarró mis manos—. No te lo digo solo porque seas mi mejor amiga, te lo digo porque es verdad. Eres alguien increíble y soy consciente de la suerte que tengo porque estés a mi lado. Somos un equipo, ¿recuerdas? No se abandona a la otra, si una llora la otra llora con ella, si una se ríe la otra hace que se ría aún más, si una sufre la otra apaga ese dolor, si la una se emborracha la otra también... Eso es la amistad Addi, y la nuestra es demasiado grande como para describirla con palabras. Asique como tu mejor amiga quiero verte sonreír, pero no porque te sientas obligada a hacerlo, sino porque de verdad lo quieras. Quiero ver cómo pones el mundo a tus pies, quiero estar a tu lado cuando lo hagas y poder sentirme más orgullosa de lo que ya estoy al ver que lo has conseguido.
La miré sin decir nada. Sabrina era más que una amiga. Como había dicho, nuestra amistad era demasiado especial como para ponerle etiquetas.
Sentí un nudo en la garganta que me impidió hablar y mis ojos empezaron a cristalizarse.
—Ahora duerme un poco, no querrás ir a esa cena pareciendo un mapache.
Asentí sonriendo y la abracé. Me devolvió el abrazo y supe que ella era mi refugio, mi lugar seguro. Mi felicidad.
Tenía razón, lo mejor que podía hacer era plantarme en la cena con el mentón bien alto y que Zack me viera.
…
—¡Sabía que te quedaría genial! —gritó Sabrina refiriéndose al vestido.
—No me creo que fueras con él a comprarlo.
—Me dijo que era para una cena con tus padres —se excusó.
—No pasa nada, me alegro de que fueras, si no, no tendría esta maravilla de vestido. Algo bueno tenía que tener el idiota.
—¿No te parece suficiente su anatomía? Porque a mí sí.
—Lo que tiene de bueno lo tiene de mentiroso.
Me ayudó a peinarme, dejando mi pelo con pequeñas ondas sobre mi espalda, con los dos mechones delanteros recogidos en mi nuca con un broche del mimo color que el vestido y el resto de mis joyas. La pedí que fuera sutil con el maquillaje, pero tuvo que usar más del que me hubiera gustado para tapar las heridas que me hice la noche anterior.
—Me siento como una madre en el día de la boda de su hija —se secó una lágrima imaginaria.
—Sí, incluso te están saliendo las arrugas —palideció y me eché a reír.
—¡No tiene gracia! No bromees con eso.
—Tenías que haber visto tu cara —continué.
—Un comentario más así y te quedas sin salir esta noche jovencita —me siguió el juego.
—Vale, vale, ya paro —dije intentando sofocar la risa.
—Y bueno… ¿te vienen a buscar como en el baile de fin de curso o tengo que llevarte hasta la puerta como el primer día de clase?
—No lo sé la verdad.
—Pues vamos bien —suspiró.
—Lo mejor será que me vaya a mi habitación. Si me encuentran aquí sabrán que sabes acerca de la organización.
—Sí, y no quiero meterme en líos, a menos de que sea Jefferson quien me castigue —me guiñó un ojo.
—Solo espero que tus gustos mejores.
—¡Son geniales! —se defendió.
—¡Solo te fijas en los más imbéciles!
Me di media vuelta y salí. Cuando estuve enfrente de mi puerta vacilé un poco. ¿Y si todavía no se había ido? No quería verle, al menos no aún.
Cualquier clase de preocupación desapareció cuando vi que no estaba ahí dentro, por lo que supuse que ya se habría ido a la cena.
Guardaespaldasguay: Estoy en la puerta, ¿me abres?
Leí el mensaje un par de veces antes de decidirme y acabar haciendo lo que me pedía.
—Estás muy guapa —sonrió tímidamente.
—Espero que eso no sea otra de tus mentiras.
—Addison…
—No pensé que fueras a venir. ¿Vas a la cena para reírte en la cara de los que confían en ti?
—Sé que estás enfadada, pero te prometo que todo tiene su motivo.
—Estoy esperando a que me lo cuentes —me crucé de brazos.
—No puedo… por ahora.
—Bien, pues entonces no esperes que me comporte de ninguna otra forma.
—Addiosn…
—Vámonos.
—Está bien —suspiró.
El viaje fue incómodo. Íbamos en silencio, básicamente porque no había nada que decir. Llegamos al recinto en el que estuve cuando volví de mi primera misión. Había más coches y seguridad que aquella vez.
—Esto es para ti —me mostró una placa—, ya eres oficialmente parte de la Kraft —trató de sonreír.
—¿Voy a ocupar tu lugar cuando ya no estés?
Agarré el objeto y lo examiné. Ponía mi nombre y un número por detrás: setecientos treinta y cinco. Me la puse tal y como la tenía él sobre su traje.
Al entrar nos pidieron identificarnos y les mostramos nuestras placas. Me sorprendió el respeto con el que todo el mundo se dirigía a Jefferson, seguro que se lo tenían porque le consideraban un buen agente. Ja, si tan solo supieran la verdad.
Por dentro todo estaba decorado, no parecía el mismo sitio que la otra vez. Había mesitas con comida y bebida, decoraciones por todos lados y una banda de música. La gente ya no vestía de uniforme, todos estaban arreglados, pero sabía que la mayoría de las miradas estaban sobre mí. Mostré mi mejor cara, como siempre hacía, y seguí a Jefferson hasta el final del salón.
—Tengo que hacer una cosa, tú quédate por aquí y diviértete.
—¿Vas a infiltrar a diurnos en la fiesta?
Me miró y negó con lástima. Sabía que la había cagado.
Cuando se fue no supe muy bien qué hacer, no conocía a nadie y me sentía fuera de lugar, pero por suerte vi a Kevin. Él también me vio y se acercó.
—¿Estás bien? —fue lo primero que salió de mis labios. Negó y me abrazó— Sé que es duro saber que ya no está.
—Tú le viste morir, tampoco debió de ser fácil.
—No lo fue, pero sé que era tu hermano —me separé para mirar sus ojos rojos e hinchados—. Me pidió que te dijera que fueras fuerte, que quería que fueras feliz. Me dijo que para él fuiste más que un simple hermano, que te lo debía todo y que no se arrepentía de nada —traté de controlar las lágrimas.
—Solo ha pasado un día pero parece haber sido una eternidad.
—Te entiendo. Cuando perdí a Betty fue como si la vida hubiese dejado de tener sentido, y aunque no lo haya superado, estoy aprendiendo a recordarla con una sonrisa en vez de con lágrimas, y sé que tú también aprenderás.
—Lo intentaré —sonrió un poco—. Y sé que te culpas por lo que pasó, pero no te sientas así. No piensas que te tengo rencor ni nada por el estilo, los dos sabíamos dónde nos estábamos metiendo y lo que eso podía conllevar.
—Está bien.
—Cuídate —se despidió.
—Tú también.
Me dedicó una última sonrisa antes de desaparecer. Me daba pena verle así; estaba vivo en cuerpo, pero no en alma.
La música paró y todo el mundo se giró para mirar a lo alto de las escaleras que habían en medio del salón, yo incluida.
—Miembros de la Kraft, les pido que den un fuerte aplauso para recibir a nuestros líderes —dijeron a través de un megáfono—, el señor y la señora Douglas junto a sus hijos.
En lo alto de la escalera aparecieron un hombre y una mujer cogidos del brazo. A sus lados suyo había otras dos personas: Zack y Jefferson.________________________________________
¿Opiniones hasta el momento? Ya sabéis que me encanta leerlas, además de lo mucho que me alegra saber qué os está pareciendo💛
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Resiliente [Trilogía Ramé #1]
RomanceAddison Carter tiene lo que se consideraría una vida perfecta. Lo tiene todo, incluso un oscuro secreto. Una rosa. Una flor que atrae por su belleza, su aparente bondad y pureza. Incita a arrancarla para poseerla, pero en cuanto la tocas te hiere co...