Capítulo 26.

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Él estaba de pie en la entrada, con un pantalón gris y una camiseta negra de manga corta que dejaba ver los músculos marcados de sus brazos, cruzados sobre su pecho. ¿Es que no tenía frío?

-¿Tengo que preguntarlo otra vez? -empezó a andar hacia nosotros, y he de admitir que me sentí un poquito intimidada, igual que Bryce, que se encogió en su sitio.

-La traía a su habitación, está bastante borracha -trató de explicar.

Me dio una rápida mirada antes de volver a encarar a su amigo.

-Addison no bebe, y más vale que no hayas sido tú quien la haya emborrachado.

-Él no ha hecho nada, he sido yo solita -alcé el mentón-, ¿o qué pasa?, ¿no puedo emborracharme como la mayoría de los adolescentes?

-Sube a la habitación -me ordenó, y a pesar de ver todo borroso pude distinguir el enojo en su cara.

-Otro aburrido -resoplé-. ¿Me acompañas Bryce?

Pareció querer decir algo, pero Zack se le adelantó.

-Él se queda donde está.

-Pero yo quiero que venga conmigo -me quejé-, además, tengo que devolverle la chaqueta.

Zack no tardó ni un segundo en llegar a nuestro lado y arrancarme la prenda de ropa para tirársela a su amigo.

-¡Oye!, ¡que tengo frío!

Sin decir nada me abrazó. Sus brazos desnudos estaban más calientes de lo que me imaginaba, y para mi sorpresa, me dieron más calor que la chaqueta.

-Nos vamos -sentenció empujándome hacia dentro.

-¡Adiós guapo! -me despedí del pobre chico que se nos había quedado mirando como una estatua. Zack me apretó con más fuerza- Eres un maleducado -le informé.

-No me importa.

-Suéltame, puedo andar sola.

-Claro que no.

-Que sí.

Dejó de abrazarme y quise quejarme cuando no sentí su calor, pero me tambaleé y estuve a punto de caerme.

-¿Ves? -se agachó y pasó un brazo por detrás de mis rodillas y otro por detrás de mi espalda para levantarme.

-Bájame, no puedes hacer esfuerzos con la pierna.

-No pesas nada.

-Quiero ir andando.

-No me importa lo que quieras.

Me subió hasta la habitación, y cuando estuvimos dentro se sentó en el sofá conmigo en su regazo. Le sentí oliéndome y haciendo un ruido de desagrado. De un momento a otro me encontraba tumbada en el sofá y él había desaparecido por su cuarto, para volver a los pocos segundos con una camiseta en las manos.

-Cámbiate.

-¿Qué?, ¿por qué?

-Apestas a alcohol.

-No te he pedido que me huelas.

Rodó los ojos y se acercó a mí. Con un ágil movimiento me volvió a colocar sobre él para empezar a desvestirme.

-¡No me toques! No te he dado permiso.

-Te he pedido que te cambies.

-No lo voy a hacer hasta que me lo pidas por favor.

-No pienso hacer eso -bufó.

-Pues entonces no me toques.

-Está bien -se separó de mí-, no pienso tocarte.

Resiliente [Trilogía Ramé #1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora