Las cuatro figuras bajaron elegantemente por las escaleras.
Mis ojos viajaban de Zack a Jefferson y de Jefferson a Zack continuamente. No estaba muy segura, pero me había parecido oír que esos eran los Douglas y sus hijos, y Jefferson estaba con ellos, además de que sus padres eran los jefes, ¿por qué estaría su hijo en el bando contrario? Ahora que lo pensaba nunca me había dicho su apellido…
Los dos posaron su vista sobre mí, solo que con expresiones totalmente diferentes. Cuando llegaron abajo se quedaron al lado de sus padres mientras estos daban un discurso de agradecimiento a todos los miembros de la organización y daban su pésame por los agentes caídos durante las misiones. Yo era vagamente consciente de lo que decían, en mi cabeza solo trataba de asimilar lo que estaba viendo.
Cuando acabó todo el mundo rompió en aplausos. Yo obligué a mis manos a imitar al resto aún con la mandíbula tocando el suelo. Poco a poco la gente se fue dispersando y la música volvió a sonar.
Me perdí entre la multitud; no quería estar cerca de ellos.
Justo cuando pensaba que ya no me podían esconder más cosas, ¡va y resulta que eran hermanos! Con razón se llevaban tan mal.
Me dirigí a la mesa de bebidas y me serví un poco en el vaso. No sabía lo que era, pero no me importaba; tenía la garganta seca.
La gente bailaba alegremente, algunos se chocaron conmigo y se disculparon; no me extrañaba, había muchas personas y era difícil desplazarse sin dar a nadie. Una de ellas me empujó haciendo que el vaso se me callera. Me di la vuelta para gritarle pero mi cerebro dejó de funcionar y las palabras se quedaron atascadas al ver de quién se trataba.
Zack llevaba unos pantalones negros, su camisa, con los primeros botones desabrochados, combinaba con este y resaltaba sus ojos. Su pelo ébano estaba despeinado de tal forma que le daba un aire despreocupado pero elegante al mismo tiempo. Estaba ahí parado, mirándome fijamente.
—¿Quieres una foto? —ignoré los nervios que me provocaba cuando me miraba así.
—Solo si sales desnuda —elevó la comisura derecha de sus labios formando una sonrisa traviesa.
—Pues entonces vas a tener que conformarte con imaginártelo —me di media vuelta para alejarme de él, pero su mano agarró mi brazo.
—¿A dónde vas?
—A bailar —improvisé.
—Bailo contigo.
Enlazó nuestros dedos y ese gesto me desarmó por completo. Me condujo hasta el centro de la pista; la gente no nos quitaba el ojo de encima y nos hicieron un hueco en el centro para que pudiéramos bailar.
Zack colocó sus manos a ambos lados de mi cintura. Retuve la respiración, porque a pesar de la tela de mi vestido, su tacto abrasaba mi piel. Temblando, coloqué mis manos sobre sus hombros y nuestros ojos conectaron.
Ese azul azur era maravilloso. Era un mar en tempestad y yo me estaba ahogando en él.
Una nueva canción empezó a sonar: Pillowtalk de Zyan, y mi corazón se aceleró al reconocerla.
No nos separamos en ningún momento. Según me iba perdiendo en sus ojos, mi cuerpo comenzaba a relajarse hasta que me di cuenta de que estaba sonriendo. Él no lo hacía, pero sus ojos me mostraban todo lo que él escondía.
Me hizo girar y dar vueltas para luego llevarme de nuevo contra su pecho. Yo era muy torpe bailando, pero él me guiaba sin soltarme ni un segundo.
Estaba de espaldas a él, sus manos se enlazaron sobre mi vientre y yo las sostuve con las mías. Enterró la cara en mi cuello y su aliento erizó mi vello. Sus labios rozaron mi oreja y fue entonces cuando le oí cantar. Esta vez no tenía duda alguna de que estaba cantando exclusivamente para mí, y sabía que esa canción ya no era una cualquiera.
Cuando pensé que no podía sentirme más completa, me giró y agarró mi cara con delicadeza para juntar nuestros labios. Mi pecho dolió por el conjunto de emociones que se formaron en él. Me aferré a Zack como si mi vida dependiera de ello y me dejé arrastrar hasta el fondo de su océano.
Le había echado tanto de menos que no sabría describir lo que estaba sintiendo ahora mismo.
—Estás preciosa —murmuró contra mis labios—, pero estarías mucho mejor sin ese vestido.
Mi mente no funcionaba bien en ese momento y le dejé guiarme a través de la sala. Subimos las escaleras y andamos por los pasillos desiertos hasta llegar a un despacho. Era parecido al que estuve la otra vez, solo que con el retrato de Zack en vez de el de su padre. Se veía poderoso al lado del tigre.
—¿Eres el heredero o algo así? —bromeé.
—Algo así —sonrió—, y como todo príncipe estoy en busca de mi princesa —se acercó a mí—, pero creo que he encontrado a una reina.
Me empujó contra el escritorio y atacó mis labios. Sus manos agarraron con fuerza mi cadera y no me dejaron moverme. Agarré las negras hebras de su pelo y tiré de ellas, sacándole un par de gruñidos. Sus labios se desplazaron por mi mandíbula y cuello hasta que sus dientes tiraron del lóbulo de mi oreja.
—Zack… —cerré los ojos con fuerza.
—Ich liebe es, dich meinen Namen stöhnen zu hören.
La poca cordura que me quedaba volvió. Intenté apartarle pero me lo impidió.
—Esto se ha acabado —dije refiriéndome a cualquier clase de relación que tuviéramos.
—No se ha acabado y no lo va a hacer.
—No pienso seguir jugando a tu juego.
—Deberías, vas ganando.
Sus labios succionaron con fuerza la zona sensible de mi cuello sacándome un gemido.
—Voy a hacerte gemir mi nombre hasta que se te olvide por qué estabas enfadada —gruñó.
Sus palabras fueron una bomba de excitación para mí.
Me bajó los tirantes del vestido hasta que mi torso quedó al descubierto. Un segundo después mi sujetador había desaparecido y mis pechos estaban al descubierto. Me miró con lujuria antes de atacar uno de ellos con la boca y complacer al otro con la mano.
Eché la cabeza hacia atrás disfrutando de su tacto. Su lengua caliente alrededor de mi pezón me llevaba al cielo. Luego cambió los papeles y brindó atención con su boca a mi otro pecho mientras mis manos se enredaban en su pelo.
Acabó por quitarme el vestido y las bragas, quedando totalmente expuesta ante él. Yo también quería tocarle, por lo que desabotoné la camisa y se la quité para poder deslizar mis manos por su pecho hasta llegar al borde de su pantalón.
—Todavía no —me detuvo entre jadeos—, primero quiero saborearte.
Me subió al escritorio y se arrodilló enfrente de mí. Abrió mis piernas y depositó un beso en la parte interna de mi muslo. El contacto de sus labios contra mi piel envió un millar de descargas eléctricas a mi cuerpo.
Ese chico me hacía sentir muchas cosas. Me hacía sentir viva.
Fue dejando besos húmedos en mis dos muslos sin llegar a donde yo quería. Sabía que lo estaba haciendo a posta, le veía disfrutar mientras le pedía que me besara ahí; quería volverme loca, y lo estaba consiguiendo. Cuando finalmente lo hizo me dejé llevar por el cúmulo de sentimientos que se habían almacenado en mi pecho. Su boca atacaba mi zona sensible sin piedad. Su lengua se movía en círculos. Succionaba y daba pequeñas mordidas que me hacían gritar y retorcerme de placer. Sin avisar metió un dedo en mi cavidad y me arrancó un jadeo de sorpresa. No para de satisfacerme, y cuando pensé que ya no podía más, añadió un segundo.
—No pares… —le agarré del pelo para retenerle en su sitio— Más Zack… por favor…
Sus dedos entraban y salían velozmente de mí mientras su lengua acariciaba mi manojo de nervios.
—¡Oh Dios, Zack!, ¡por favor!
Le oí decir algo pero tenía la mente tan nublada que no supe el qué. No tardé en alcanzar el clímax y me vine en su boca.
—Eres mi peor droga —se puso de pie relamiéndose los labios.
—Zack… —me miró desde su altura— Quiero que me folles.
—No me importa lo que quieras —distinguí el tono desafiante de su voz.
—Zack, fóllame —ordené esta vez.
Sonrió y se acercó a mí. Se bajó los pantalones con una lentitud torturadora mientras yo no me perdía ninguno de sus movimientos. Cuando su erección quedó frente a mí se me secó la boca. Quería saborearle igual que él había hecho conmigo.
Abrió la mano que tenía en un puño y vi que había algo brillante en ella. Me mostro un collar blanco con algo grabado en él y dos piedritas azules a ambos lados. Cuando lo tuve enfrente pude ver lo que ponía: Zaddi.
—No pienses que me va lo cursi —dijo leyéndome el pensamiento—, pero quiero que lo lleves puesto.
—¿Por qué me lo regalas? —le miré sorprendida.
—Porque quiero que todo el mundo sepa que eres mía, y si para eso tengo que ponerte un collar lo haré, por muy enfermo que sea.
Iba a decirle que no era propiedad de nadie, pero se me adelantó y me lo puso alrededor del cuello, junto al otro que siempre llevaba. Sentía que ese collar quemaba, hacía que mi pecho estuviera en llamas que poco a poco me iban consumiendo.
—Eres mía —susurró con voz ronca—, y me aseguraré de que eso siga siendo así.
Sin avisarme se hundió en mí de una sola estocada. Gemí de dolor y sorpresa. Se mantuvo quieto unos segundos mientras me acostumbraba a él.
—Oh Dios…
No dolía como la primera vez, pero todavía se sentía algo raro. En cuanto esa sensación se convirtió en placer empecé a mover las caderas en busca de más. Él no tardó en seguirme el ritmo hasta que los dos acabamos moviéndonos contra el otro.
Agarró mis piernas y las mantuvo abiertas sobre el escritorio mientras embestía sin delicadeza contra mí. Todo mi cuerpo vibraba ante nuestros choques. Yo gemía sin control y veía cómo nuestros cuerpos se unían.
—Du machst mich verrückt.
No sabía lo que decía, pero oírle hablar en alemán solo me encendió más y él lo notó.
—Du bist süchtig —continuó diciéndome y perdí el poco autocontrol que me quedaba.
Me obligó a enredar mis pernas alrededor de su cintura para levantarme y conducirnos hasta uno de los sillones sin separarnos. Se sentó conmigo encima y fue mi turno de moverme.
Empecé haciendo círculos con las caderas en lo que él echaba la cabeza hacia atrás y cerraba los ojos.
Ver el efecto que causaba en él me motivó y empecé a moverme de arriba abajo, dando pequeños saltos sobre él. Agarró con firmeza mis caderas y acompañó mis movimientos con los suyos. Clavé mis uñas en sus hombros y espalda sin importarme hacerle daño o dejarle marca mientras mi cuerpo empezaba a sufrir espasmos y el orgasmo nos llegó a la vez.
Grité su nombre tantas veces que perdí la cuenta mientras él clavaba sus dedos en mí.
Caí sobre él, con mi pecho subiendo y bajando irregularmente, tratando de recuperarme. Podía sentir los latidos de su corazón y no supe cuál de los dos estaba más acelerado. Su mano acarició mi espalda y mi pelo. Finalmente le miré a los ojos y vi algo en ellos que no había visto antes. Me atrevería a decir que era amor, pero temía estar equivocada.
—Ich habe dich vermisst.
Depositó un suave beso en mi frente, justo donde se encontraba la pequeña cicatriz, y un viejo recuerdo vino a mí.
Una noche hacía tres años.
Yo saliendo del cuarto de Betty.
Unos hombres en la habitación de mis padres.
Yo escapando de ellos.
Unos zafiros mirándome antes de perder el conocimiento…
—Eras tú —murmuré y se separó para mirarme—, aquella noche, cuando me caí, era tú el que estaba en la habitación de mis padres —pareció entender a qué me refería porque su expresión cambió por completo—. Lo eras, ¿verdad?
Me miró unos segundos, vacilando. Luego apartó la mirada y supe que no quería contestar. Le sujeté la cara para que me mirara a los ojos y esperé a que hablara.
—Era una de mis primeras misiones —confesó.
—¿Y por qué en mi casa? —no contestó— ¿Por qué?
—No lo sé, pensaban que tus padres tenían algo que buscábamos.
—Mis padres jamás robarían nada —fruncí el ceño.
—Puede que lo hubiesen hecho por error, yo qué sé —me estaba mintiendo, pero sabía que no conseguiría sacarle más información a pesar de que estaba segura de que la había.
Desde el primer día que le vi supe que había algo que me ataba a él. Desde el primer día me sentí segura a su lado y sabía que eso debía de tener algún motivo.
—¿Me has visto antes alguna otra vez? —apretó los labios con fuerza— Por favor, cuéntamelo, no es justo que tú lo sepas y yo no.
—El verano pasado. Te vi en la playa, el mismo día que murió tu hermana.
—Tú… —mi cabeza iba a explotar— ¿tú fuiste quien…?
—Quien te sacó del mar.
—¿Tú me salvaste? —asintió— ¿Qué hacías allí? —parecía que se estaba empezando a cansar de mis preguntas, pero necesitaba saberlo.
—¿No puedo dar un paseo por la playa?
—Había una tempestad.
—¿Y? Vosotras también estabais.
—Pero…
—No quiero seguir hablando del tema.
—¿Por qué no?
—Porque no.
—Pero yo sí quiero.
—No me importa lo que quieras, ya lo sabes, que no te sorprenda —me dijo al ver mi cara y me echó a un lado para ponerse de pie.
—¿A dónde vas?
—Tengo una fiesta que atender —empezó a vestirse.
—¿Cuándo me ibas a decir que Jefferson y tú sois hermanos? —se detuvo en seco.
—No tenía por qué decírtelo.
—Me habría ahorrado muchas cosas si lo hubiese sabido.
—¿A sí?, ¿cómo el qué?
—Como por qué os llevabais tan mal.
—Eso son cosas que a ti no te incumben, asique déjalo estar —salió por la puerta sin mirarme.
Yo me quedé ahí, desnuda en su sillón como una idiota. Nunca había tenido tantas ganas de llorar en mi vida. Se había ido y me había vuelto a dejar, me había vuelto a utilizar. Me aferré al collar que me había regalado, tratando de convencerme de que lo había hecho porque yo era algo para él.
Sí, una más. ¡Te ha marcado como si fueras de su jodida propiedad!
¿Por qué no podía dejarle cuando me trataba así? A Jeremy le dejé tras su primer error, pero a Zack le permitía cometer uno tras otro.
Me vestí y arreglé como pude. Ya no quería seguir en esa maldita fiesta. Como había venido en el coche de Jefferson y no tenía cómo volver, llamé a Sabrina y la pedí que viniera a buscarme. La dije que no se acercara al edificio para que no la vieran, que no tardaría en salir.
Cuando bajé al piso de abajo me crucé con varias personas. Muchas me preguntaban que si me iba ya, a lo que yo respondí que sí porque no me encontraba muy bien.
—¿Vas a decirme qué ha pasado? —más que una pregunta fue una exigencia que me hizo Sabrina cuando entré en el coche.
—Sí, solamente procura no volverte loca como yo.
La conté todo de lo que me había enterado y ella me escuchó atentamente. Sentía ganas de llorar, pero una vez más no me lo permitió.
—Toma, es mejor que esa escoria no se reproduzca —me dio una pastilla.
—¿Es…?
—Una pastilla para después de follar, sí.
—¿Cómo sabes que lo hemos hecho sin condón?
—Instintos de mejor amiga.
La agradecí y la tomé. Ni de coña quería quedarme embarazada. Había sido algo muy irresponsable por nuestra parte no haber usado protección.
—¿Quieres quedarte a dormir en mi habitación? —preguntó cuando llegamos a la residencia— Podemos volver a ver pelis y llorar comiendo helado.
—Esta noche necesito descansar. Muchas gracias por venir a buscarme.
—Para eso estamos —me abrazó y se fue a su cuarto.
Yo me fui al mío. Me crucé con un par de chicas que me miraron asombradas, seguramente por cómo iba vestida, pero no dijeron nada ni sacaron fotos, cosa que agradecí un montón.
Me cambié de ropa y me puse algo cómodo para dormir, pero no tenía sueño. Estuve dando vueltas por la habitación y acabé en el cuarto de Zack. ¿Por qué? Ni yo misma lo sabía, pero me sentía como un imán, atraída a todo lo relacionado con él.
Se me iluminó la bombilla y de inmediato me tumbé en el suelo para sacar la pequeña caja fuerte que escondía bajo su cama.
Sabía que me ocultaba más cosas, y estaba segura de que en esa caja había algo que no quería que viera, porque nunca me habló de ella y la mantenía escondida, aunque no muy bien para ser sinceros.
Ya probé a abrirla con una horquilla y fue en vano, por lo que esta vez lo intenté con una daga. Desajusté los tornillos y clavé la punta en la pequeña apertura para hacer palanca con todas mis fuerzas. El filo de la daga comenzaba a doblarse pero la caja también estaba cediendo, por lo que no me detuve hasta que se abrió.
Tenía el pulso a mil, pero me decepcioné un poco al ver que estaba prácticamente vacía. Metí la mano y saqué una foto… mía con Zack. No recordaba habérmela sacado.
La di la vuelta y en la parte de tras estaba escrita una pequeña frase.
«Siempre serás la única en mi corazón, Betty Carter»
Con la respiración entrecortada saqué la otra cosa que había en la caja: un collar idéntico al que me había dado esta noche, de oro blanco y zafiros, solo que con otro nombre grabado en él: Zatty._________________________________________
¿Sentimientos contradictorios?, a mí también me ha pasado al escribir este capítulo, y los que vienen a continuación también. Nos vemos en el próximo guapes!!💛
ESTÁS LEYENDO
Resiliente [Trilogía Ramé #1]
RomansaAddison Carter tiene lo que se consideraría una vida perfecta. Lo tiene todo, incluso un oscuro secreto. Una rosa. Una flor que atrae por su belleza, su aparente bondad y pureza. Incita a arrancarla para poseerla, pero en cuanto la tocas te hiere co...