Capítulo 38.

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No te lo mereces.

Cerré los ojos con más fuerza.

Eres una mentirosa.

Me pegué más a él.

Ella estaría viva si no hubiese sido por ti.

Empecé a temblar.

La vergüenza no te ha permitido contarle la verdad.

Abrí los ojos.

No podía dormir. Tenía una mala sensación, sabía que algo estaba mal, pero no el qué.

Zarck dormía plácidamente a mi lado. Todavía no me podía creer que hubiese perdido la virginidad esa noche, y mucho menos con él. No había sido bonito ni romántico como siempre había imaginado, pero sí mágico e inolvidable, justamente lo que quería.

Quité su mano de mi cintura y me separé de él con cuidado de no despertarle. Todavía me dolía todo el cuerpo, pero me las apañé para llegar a mi cuarto. Necesitaba un poco de aire fresco para despejarme.

Al entrar todo estaba a oscuras, solo entraba un poco de luz por la ventana… ventana que yo juraría haber dejado cerrada. Caminé hacia ella pero en el proceso me detuve al ver que había una nota en el espejo.

Otra vez no…

«¿Te gustó la cascada del otro día?, porque te va a caer encima una bien grande llena de desgracias»

Pánico. Todo mi cuerpo entró en pánico.

No había nadie con nosotros ese día, nadie pudo saber dónde estábamos. Era imposible que nos hubieran seguido y no les hubiésemos visto.

Corrí hacia la ventana y me asomé por ella. No vi nada ni a nadie, pero estaba segura de que alguien había entrado, alguien lo estaba haciendo continuamente y no me tranquilizaba nada pensar que lo había hecho mientras dormíamos y no nos habíamos enterado.

Un escalofrío horroroso recorrió mi cuerpo mientras miraba al exterior de la ventana. Dos manos rodearon mi cintura y me giré rápidamente para dar un puñetazo en la cara a la persona que había detrás de mí.

—¡Joder! —Zack se llevó una mano a la mandíbula.

—Mierda, ¿estás bien? —me acerqué a él.

—¿¡Acabas de darme un puñetazo en la cara!? —preguntó incrédulo— ¡No he hecho nada!

—¡Me habías asustado! —me defendí.

Se alejó de mí y se sentó en mi cama. Yo escondí la nota en el joyero sin que se diera cuenta y me quedé mirándole.

—¿Qué haces aquí?

—Es mi cuarto.

—¿Y qué haces en él y no en el mío? —otra vez sentí mis mejillas calentarse.

—No podía dormir.

—¿Va todo bien? —asentí— ¿Has vuelto a tener una pesadilla?

—No puedo tenerlas si no duermo.

Eso era lo que hacía al principio, no dormir para no soñar con ello; me mantenía despierta hasta que mi cuerpo caía en la inconsciencia.

—Claro que sí. Las pesadillas son productos de nuestra mente, no de nuestros sueños, y pueden aparecer en cualquier momento —le miré apretando los labios.

—Entonces puede que sí.

—¿Necesitas algo?, ¿quieres que haga algo? —negué— Pues entonces volvamos a la cama —se puso de pie y me tendió la mano.

Resiliente [Trilogía Ramé #1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora