Jlysty

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Con precaución avancé quedando en la entrada del jardín, los matorrales y arbustos cortados cuidadosamente se encontraban bañados en nieve pura, los pocos árboles que escondían celosamente el jardín tenían el mismo aspecto.

Elías no dejaba de mover sus manos, creaba increíbles figuras en el aire con los copos de nieve, se juntaron en breves segundo para formar preciosas mariposas blancas, con alas casi cristalinas al igual que el agua de las fuentes.
Me quedé embelesado mirandolas revolotear, sus alas llegaron a acariciarme las mejillas un par de veces haciéndome soltar una pequeña risa.

Miré al rey Elías quien me mostraba su dentadura con una bonita sonrisa, le devolví el gesto y me acerqué a él.

- Tienes un hermoso don Elías.

- Gracias zar.- me ofreció su brazo del cuál enganché el mío para comenzar un paseo nocturno en al mágico jardín.

- lo digo enserio, no sabía que podías crear vida a partir tus manos.

- puedo hacer más que eso... Cómo ésto.- su mano libre pasó por encima de de mi vieja capa de pelo, con total emoción pude observar como se transformaba, el pelo fue cambiado por una capa un poco más afelpada de un precioso color azul cielo, no había rastro de pelo animal y eso me sorprendió más.

- Es preciosa y muy abrigadora.

- de nada cariño.

Llegamos a las últimas fuentes para sentarnos en el borde de las más grande en específico. Mirábamos el jardín en total silencio siendo iluminado por la luna, no sabía cómo comenzar mi discurso de disculpas, la piedrita de culpa me había molestado en todo el día, con mis manos sobre mi regazo miraba de reojo su perfil.

Una nariz recta y un poco respingada, los mechones de su cabello caían graciosamente en algunas apartes de su rostro, su mandíbula estaba a proporción de su rostro, firme y con una leve cortada que suponía era por como lo rasuraba para tener un rostro inmaculado sin barba, aunque en Rusia aún teníamos el estereotipo de hombre masculino con una abundante barba, no me importaba mostrarle al mundo lo perfecto que podía ser un hombre sin ella, una lista imaginaria se me vino a la mente en la que Elías podía encabezar.

Negué con la cabeza tratando de quitar esos pensamientos que me desviaban de la razón principal por la que me encontraba ahora sentado a su lado.

- Elías.

- ¿Sí zar?

- Yo... Quiero pedirte disculpas por lo de ésta mañana, fui un grosero por como te trate, te dije cosas hirientes y te traté como un don nadie.

- No sé preocupé, ha estado muy ocupado y estresado.

Tomó mi mano y la acunó entre las suyas, como otras veces lo había hecho. El tacto ya no me parecía frío, era como si sintiera la calidez de una mano normal.

- Lo que sucede... Es que.

No sabía si contarle la situación actual con la desaparición de uno de mis ahijados, Lo que significaba abrir mi corazón y estaba seguro que Elías no me juzgaría por mi pasado, traté de concentrarme en mis palabras mientras miraba la nieve para sumergirme en mi relato sobre los acontecimientos.

- hace unos días, llegó al palacio uno de los niños que apadrine desde que ascendí al trono imperial, estaba tan tembloroso con las mejillas quemadas por el frío.- guardé unos segundo en silencio tratando de componer mi voz temblorosa, no quería romperme a llorar.- me pidió ayuda porque dijo que se habían llevado a  su hermana, una niña de solo seis años.

Mordí mi labio inferior ésta vez mirando el cielo, Elías se acercó a mí y pasó su brazo por detrás mío, pude sentir su mano en mi cintura acercándome lo suficiente para recargar mi cabeza sobre su hombro.

Copito- [HIATUS]]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora