Fronteras

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Mi pierna no dejaba de dar movimientos continuos de arriba hacia abajo, sumido en mis pensamientos, pedí estrictamente que nadie me molestara, ni siquiera Elías tenia permitido visitarme. La precipitada visita al hospital fue cautelosa pero tarde o temprano los concejeros imperiales llegarían a reunirse en una junta, miré nuevamente el espejo de cuerpo completo frente a la cama, ya no era el mismo joven de hace un año, mi figura, las leves ojeras que adornaban mis ojos, el exótico pelo blanco y esos ojos azul muerto.

Desconocía al muchacho que se mordía las uñas sentado en su cama, no podía seguir así, por más de un rato de reflexión en mi mente surcó el recuerdo de mi padre, nada le atormentaba hasta la muerte de mamá; un hombre duro y bastante recto, firme en todas sus decisiones, imponiendo con su nombre.

Mi propia cabeza se burlaba de mí <<¿Qué estás haciendo con tu vida Jackson? te ves realmente patético>>.

Palabras repetitivas que en lugar de animarme a levantarme, solo traían más insultos hacia mi utilidad como zar, la puerta se abrió repentinamente. Los guardias trataron de sacarlo pero les ordené que se alejaran, me miró a los ojos con esa mirada tan suya, mirada que me ha dado desde que se instaló en mi imperio, solo le había provocado preocupaciones y molestias.

- Cariño... no llores por favor.- dijo con una voz tan amorosa antes de atraparme en sus brazos, ya no podía, sentía que me estaba acabando yo mismo.

- Les he causado problemas a todos, no sirvo para esto... tal vez debería hacer lo que ellos quieren y ceder el trono.

Entre lamentos sus manos cálidas acariciaban mi cabeza, sus manos más que ser mágicas, tenían el don de tranquilizar, algo que agradecía con todo el alma, me forzó a verle, sus pestañas comenzaban a bañarse en lagrimas también y eso me enterneció, realmente estábamos muy enamorados el uno del otro. pronto a mi alrededor aquellas formaciones de escarcha recorrieron las paredes, Elías ni por asomo se inmutó, solo me miraba fijamente pero yo les lanzaba una mirada de miedo de vez en cuando, como si no soportara ver el dolor en los ojos de mi pareja.

- No vuelvas a decir eso, sabes perfectamente que has hecho un increíble trabajo, haz sido el Zar más joven que he conocido y realizado grandes actos de bondad.- peinó los mechones de mi frente hacia atrás, por fin esas gotas salinas cayeron de sus ojos pero no continuaron.- Eres muchísimo más fuerte de lo piensas, has soportado cosas horribles y mantenido de pie como un hombre de guerra, entregas tu corazón a tu tierra, eres demasiado espacial y me pregunto ¿porqué no lo vez tu?

Solté los últimos suspiros pesados antes de aclararme la garganta, esa pregunta abrió mis pensamientos en penumbra, sonreí para reconfortarlo antes de colocar mis manos sobre las suyas, masculinas manos que aun acariciaban mi cuello y nuca.

- No sabes cuan importante eres para mi, creo que he buscado esas palabras dulces toda mi vida.

- y te las seguiré diciendo el resto de mi vida, si dios me lo permite.

sé acercó a besarme, al principio mis labios seguían rígidos tratando de procesar esas palabras, tenía miedo de volver a quedarme solo, muchos recuerdos amargos pasaron por mi cabeza, pero al final eran eso, recuerdos. seguí el beso con un poco más de pasión, me hizo tumbarme en la cama con cuidado y se recostó a mi lado, miró a mis espaldas, yo hice lo mismo, la formación de nieve se comenzaba a deshacer.

- Tranquilo zar, Aster me contó lo que sucedió en el hospital.

- Perdóname, no sabía que yo.- me cortó nuevamente con un beso y acarició mis frías mejillas.

- Lo que importa es que estás vivo y a mi lado... por otro lado, tienes una nueva tarea, aprender a controlar tus poderes.

Froté mis ojos retirando todo rastro de tristeza, tenía razón, pero muchas cosas parecían sin resolver, de la puerta entró el niño de cabellos chocolate, en sus brazos cargaba dos paquetitos de cartas, los guardias volvieron a cerrar la puerta y la habitación quedó en silencio, hasta que la voz de Jamie resonó.

Copito- [HIATUS]]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora