Capítulo dieciocho

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El lugar que elegimos.

Lucía parecía haber nacido para complicar mi vida. Es como esa goma de mascar que no puedes quitar de tu zapato.

―Ustedes no pueden estar aquí―dice riendo, nerviosa.

―Tengo un permiso.

―Le avisaré a los guardias. Este lugar está clausurado.

―Es parte de mi terapia. Si no nos crees puedes preguntarle a mi psiquiatra―interrumpe Marco.

Lucía lo relojea de arriba abajo y ríe.

―Lo único que veo aquí es un demente junto a su "cuidadora"―dice haciendo comillas con sus dedos―Y ella psiquiatra no es. ¿O te dieron un nuevo ascenso?

―¿Ayer era lo más interesante del mundo y ahora soy un demente?―finge estar ofendido.

―¿Para esto pediste un ascenso? ¿Para tirarte sobre los pacientes?

―Si tanto quieres este puesto, porque sé que lo quieres, ten―digo sacando el permiso del bolsillo de mi ambo―Se su cuidadora―termino y le estampo el papal contra el pecho.

―Cinthia―oigo decir a Marco.

Lo único que quiero hacer es irme de ahí y eso hago.

―Anda, corre tras ella―escucho decir a Lucía, enojada.

―No hace falta que me lo digas.

Siento que Marco agarra mi brazo cuando estoy llegando a la puerta.

―Dijiste que podíamos quedarnos aquí el tiempo que yo quisiera.

Lucía ríe detrás de Marco como una completa bruja, burlándose de haber interrumpido nuestra conversación.

―Esto es demasiado―dice y sale riendo chocándome al pasar por la salida tirando el papel al suelo.

Cierro la puerta con fuerza cuando sale.

―Desde que llegué está molestándome.

―Tranquila. Está celosa.

―Me acusa de ser una cualquiera cuando en realidad lo es ella. La vi cuando se metió a tu habitación.

―Sí, ella...

―Estoy haciendo mi maldito trabajo―lo interrumpo.

―Cinthia, estábamos teniendo una linda conversación. No dejes que esa arpía lo arruine.

―Me odia y no sé porque.

Me hierve la sangre cada vez que veo a esa mujer. Su amor por Marco es evidente.

Me sorprende tomando mi cara entre sus manos para que pueda mirarlo. No puedo dejar de pensar en esa bruja hasta que estampa su boca contra la mía formando un beso apasionado. Le respondo con la furia que llevo dentro y las ganas de comerle la boca desde que lo vi. Beso cada parte de su boca. Sus besos son tan mojados y suaves que algo empieza a crecer dentro de mi interior. Nunca había sentido esta sensación pero me encanta, es algo diferente, siento como giro en mi lugar, como si pudiera flotar ahora mismo y salir volando. Amo esta emoción, la adrenalina que siento en el momento y agradezco que este sitio no haya cámaras.

No sé cómo ni cuando pero Marco se dirige al sofá y se sienta en él poniéndome arriba. Nuestras partes íntimas se rozan entre si en un tipo de danza mientras no separamos nuestros labios ni un segundo. Siento los dedos fríos de Marco recorrer mi espalda por debajo de la ropa y logra arquear mi espalda. Su tacto me provoca una electricidad en todo el cuerpo. Se me erizan los pelos y en cierto punto, eso me hace entrar en razón.

Me separo de su boca tratando de recuperar el aliento aún encima de él con las manos en su pecho. No puedo creer lo que acababa de hacer aunque me moría por hacerlo. Él me observa con el cabello despeinado, alocado y con los labios inflados. Verlo así me provocan ganas de seguir, de besarlo hasta el cansancio.

―Esto está mal―digo levantándome.

―Mal estaría seguir ocultando esto, Cinthia―habla agitado―Nunca serás feliz si siempre haces lo que debes y no lo que quieres.

Tapo mis labios con una mano, tratando aún de recuperar la respiración. No voy a negar que ese beso incrementó algo dentro de mí, un sentimiento que no podía seguir estando aunque cada vez que miro a Marco sentía que todo lo que sentía saldría por mis poros.

―Cinthia, estoy enamorado de ti―dice tomando mi mano― Eres muy especial para mí. Me haces sentir que todavía hay algo porque vivir. Y no sé bien porque te elegí a ti para enamorarme, pero sé que a los pocos minutos de hablar contigo, tenía claro que podría contarte mi vida entera. Tampoco sé si te habías dado cuenta de mis sentimientos, porque dicen que no los demuestro. Aníbal dice que amo en silencio, con sonrisas, miradas y bromas, y quizás es cierto. Deberías aprender a leer mis ojos cuando te miro.

Todas sus palabras me toman por sorpresa. Sus ojos brillan como nunca y no puedo evitar sentir unas ganas tremendas de besarlo.

―Me hubiera encantado poder declararme en un sitio más bonito, pero perdóname, no puedo.―dice y reímos―Mira el lugar que elegimos para enamorarnos. Incluso en este infierno existe la química.

Todo lo que decía Marco lo sentía como propio pero no podía lanzarme a vivir esta aventura cuando de ello dependía mi trabajo, el dinero y mi familia. No podía permitir un despido por un amor.

―Terminemos aquí, por favor―digo tocando mi frente. Me sentía enferma.

―Cinthia, escúchame.

―Mañana le informaré a Aníbal de tu avance. Vamos―digo pero se empaca como niño pequeño cruzado de brazos―Marco, vamos.

Toma de mala gana su sweater y salimos de ese lugar al que siempre catalogaré como mágico. Llegamos a su habitación y le recuerdo que tome la medicación.

―Olvídate de lo correcto, somos esto.

Lo ignoro cerrando la puerta y antes de cerrarla por completo habla.

―No te vayas a morir sin aceptar tus sentimientos.

―Descansa, Marco.

Me dirijo a mi cuarto arrastrando los pies pensando en todo lo que ha pasado. No me entiendo a mí misma. Siento muchas cosas por Marco pero no me las puedo permitir. ¿Acaso es posible reprimir un sentimiento tan fuerte?

Al llegar encuentro a Lucía esperándome en la puerta junto a un guardia.

Hilos de sangre © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora