¿Como describes una situación de vergüenza e incertidumbre?
Mi pulso se había acelerado como nunca antes en mi vida lo había hecho y era normal ya que en mis cortos veinte años no había experimentado muchas emociones. No sabía que tipo de persona podía tener detrás de mí. En un sitio como este, para ser más precisa, en un maldito psiquiátrico, podía ser cualquiera.
Cierro y aprieto los ojos con fuerza queriendo desaparecer. Doy media vuelta con el carrito de artículos de limpieza a mi lado y no se me ocurre nada para decir. Las palabras se quedan atascadas en mi garganta. Estaba claro que era la encargada del aseo pero eso no me da derecho a husmear las pertenencias de los pacientes, debía ser profesional.
—La nueva —sentencia.
Su voz es tan grave y varonil que retumba en mi cabeza. Ese acento francés me atrae al instante, casi como un imán. El traje azul que lleva aún está arrugado por la fuerza que habían puesto sobre él hace unos minutos. Su cabello sigue bien peinado.
Es él de nuevo, el misterioso y atractivo chico de traje.
Levanto los lápices del piso y los coloco en su lugar.
—Perdón, estaba por limpiar.
—No hace falta, yo mismo limpio mi habitación. No me gusta el desorden. —sonrie y se le forma un hueco en la mejilla. Se acerca a mí lo suficiente para escuchar claramente lo que está a punto de decir; —Soy un maniático— levanta las cejas y abre sus ojos para asustarme aún más, como si supiera de antemano que tenía miedo, como si me hubiera analizado apenas entró. —Aunque la ventana tiene unas manchas por ahí.
Se acerca al vidrio y le pasa un dedo.
—No sé como pude estar viviendo entre todo este polvo—dice mirándose el dedo tapado de suciedad.
La curiosidad me picaba más que nunca. Necesitaba saber que patología tendría ese chico que tenía ante mis ojos, el mismo que no dejaba de observar y limpiar con un pequeño trapito su índice. Quería conocer su historia, su historial. No sabía si estaba loco o solo fingía para molestarme.
—Tranquilo, yo me encargo.
Busco y tomo el spray limpiador con una mano y con la que sostengo el limpia vidrios comienzo a pasarlo por todo el cristal. Rechina y ese sonido parece agradarle. De reojo veo como cierra sus ojos moviendo los dedos casi en contra de su voluntad, da pasos nerviosos de un lado a otro. Cuando aparece el aroma del limpiador se forma una sonrisa en su rostro. Parecía haberse calmado por fin. O quizás era buen actor.
—Bien, puedes irte.
Recuerdo cuando lo arrastraban a la habitación donde no quería entrar. Mi curiosidad volvió y no puedo contener mis ansias de preguntar a dónde lo habían llevado y por qué se resistió. En realidad quería hacerle muchas preguntas y una de ellas era porque llevaba un maldito traje en un psiquiátrico. Desde el inicio me pareció un ser sumamente misterioso.
—¿Puedo hacerte una pregunta?
Pone sus ojos sobre los míos amenazándome con tan solo esa mirada que no deja de clavarse en mi cabeza como un puñal. El silencio se mantiene. Supongo que analiza si era correcto o no responder. Da unos pasos sin despegar la vista y coquetamente desliza su mano sobre mi espalda provocándome escalofríos. No sabía que quería de mí, no sabía siquiera que se le estaba pasando por la cabeza. Quería gritar que me soltara hasta que me empuja lentamente hasta la puerta. No me desea, solo quiere verme fuera.
—Vete.
—¿Necesitas algo más? —pregunto. Me quedé sin palabras. Una vez más.
Realiza una mueca de cansancio al mismo tiempo que lanza un suspiro. Cierra la puerta haciendo un estruendo y vuelve a encerrarse por cuenta propia dentro de ese solitario cuarto. Pienso que quizá necesita estar solo, tal vez no le agrada la idea de tener gente dentro de su habitad. A lo mejor está más loco de lo que creí.
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Hilos de sangre © ✔️
RomanceCOMPLETA. Cinthia comienza a trabajar en un misterioso hospital psiquiátrico donde conoce al enigmático paciente Marco Ruffo, quién termina por mostrarle las atrocidades que se cometen ahí dentro, y por qué no, también el amor. *** Dispuesta a todo...