Todos tienen un lugar al que correr excepto yo hasta que algunos pacientes comienzan a salir de sus habitaciones algo atolondrados por el escándalo y es ahí cuando recuerdo a mi grupo. Corro hasta mi pabellón llevándome algunos por delante y ahí arriba hay un escenario más catastrófico.
Algunos jóvenes están afuera de sus camas, hay muchos más guardias que abajo.
—¡No encuentro a Austin! ¡No me gustan los ruidos fuertes!—me asusta Emma tratando de que la escuche.
Busco con la mirada a ese muchacho pero mi vista se detiene en la puerta de Marco que está cerrada.
—¡No te preocupes por él! ¡Nunca sale cuando escucha la alarma de escape!
—¿¡Buscaste en su cuarto!?
—¡No está ahí!—responde perdiendo la mirada en algún punto del pasillo.
—¡Piensa dónde puede estar! ¡Lo conoces mejor que nadie!
Y al parecer eso hizo prender un foco de luz sobre la cabeza de Emma que me mira como si hubiese descubierto América.
—¡Donde nada entra y nada sale!—grita con una sonrisa tomándome de la mano.
¿Dónde era ese lugar? Nunca terminaría por conocer este lugar. Era demasiado grande como para recorrerlo por completo.
Llegamos hasta un pasillo por donde jamás había pasado, con luces rojas que lo iluminaban por completo, como si al final nos encontraríamos con una obra de teatro o un cuarto totalmente prohibido. Me pregunto como ellos sabían de ese lugar.
―Emma... no creo que...
No digo nada más cuando abre la puerta blanca al final del corredor y nos encontramos con un lugar maravilloso. La sala está repleta de instrumentos; guitarras, tambores, pianos, hay un gran escenario al frente y muchas sillas alrededor. El sitio es gigantesco.
Emma corre hasta a su amigo que está sentado abrazando sus propias piernas en un rincón. Yo, por mi parte, me encuentro perpleja ante lo que estoy presenciando. No sabía que en un lugar como este podía existir algo tan perfecto como lo que veo.
Desde aquí ya no se escuchan los gritos de afuera ni el desorden que provocó el paciente que intentó escapar. Aunque aún no sabemos si lo logró o no.
―¿Estás bien?―me dirijo al chico y asiente con su cabeza.
―¿Podemos quedarnos aquí hasta que se calme todo?―pregunta Emma abrazando a su compañero.
―Sí, claro―hago una pausa para observar a mi alrededor―¿Por qué tienen oculto este lugar?
―Antes hacíamos teatro hasta que llegó un loco y destrozó todo. Ahora lo están reconstruyendo.
―Para mí ya está perfecto.
―Espero lo habiliten pronto.
Los minutos pasan y no hay forma de saber si afuera se ha calmado el desastre.
―Quiero ir a la cama―habla Austin después de un tiempo.
Salimos de allí y para ese momento hay silencio. Los pacientes han vuelto a sus cuartos, solo queda uno que otro guardia rondando por los pasillos.
―¿Por qué no están en sus habitaciones?―dice uno de ellos señalando a los muchachos.
―Los estoy acompañando. No encontrábamos a Austin.
―Descansa tú―me dice―Yo los acompaño.
Agradezco su ayuda ya que mis ojos y mi cuerpo parecen no querer funcionar más.
Nos despedimos y el guardia se los lleva.
―Lindo pijama―oigo el reconocible acento francés de Marco a través de la puerta.
Sonrío y sigo mi camino.
Por la mañana despierto gracias a mis compañeras que se preparan para salir. Me siento en la cama desconcertada y pienso que si ellas se están alistando, yo tendría que haber salido hace mucho antes. Me levanto de un salto y me visto.
―¿Noche atareada?―se burla Marisa y Julieta ríe.
Paso de desayunar y salgo corriendo hasta el comedor donde se suponía estaría mi grupo y al llegar los veo sentados en una mesa. Llego sin aliento.
―Austin se enfadó contigo―anuncia Emma―No fuiste a buscarnos y debió ir otra cuidadora que no le gusta.
―Perdón, chicos. Me quedé completamente dormida.
La hora de recreación llega y es ahí cuando me percato de que Marco no está, que ni siquiera estaba en el comedor con sus compañeros. Estaba tan cansada que no me había dado cuenta.
―¿Y Marco?―pregunto a Emma pero se encoge de hombros.
―¡Hola, muchachos!―brama el psiquiatra al entrar.
―Hola―saludo y salgo corriendo de la sala como si de eso dependiera mi vida.
Corro por los pasillos a toda velocidad y no sé porqué, pero llego hasta el cuarto de Marco. Golpeo pero nadie habla del otro lado. ¿Se habrá ido? Vuelvo a golpear.
―Vete.
―Soy yo―digo como si eso cambiara algo.
No dice nada hasta que la puerta se abre, me toma del brazo y vuelve a cerrar.
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Hilos de sangre © ✔️
RomanceCOMPLETA. Cinthia comienza a trabajar en un misterioso hospital psiquiátrico donde conoce al enigmático paciente Marco Ruffo, quién termina por mostrarle las atrocidades que se cometen ahí dentro, y por qué no, también el amor. *** Dispuesta a todo...