Capítulo veintiuno

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Amén.

Nuestro destino no está tan lejos de nuestro tormento, en realidad se encuentra solo cinco horas de donde estamos pero aún así, queremos disfrutarlo.

La música retumba en los parlantes del auto de Abel y me siento en una película, de esas que veía de chiquita donde la protagonista salía con sus amigos de viaje y eran solo ese momento. Me permito vivir algo así. Saco mi mano por la ventana y comienzo a moverla jugando con el viento que choca con ella y la tira hacia atrás.

―Es bueno salir―dice Austin.

Llevamos tres horas de viaje cuando Abel decide hacer una parada en una estación de servicio junto a la ruta para estirar las piernas, ir al baño, y comer algo. Algo diferente a la comida de La Posada. Algo realmente delicioso, alguna comida chatarra.

El lugar está repleto de pinos como si alguien hace mucho tiempo se hubiera encargado de plantar miles de árboles alrededor del pequeño restaurante tipo cabaña que hay allí.

―Iremos al baño―anuncia Abel y se aleja junto con Austin.

Emma, en cambio, corre para ver el menú pegado en la puerta del restaurante. Quedar sola con Marco después de todo lo que sucedió me pone nerviosa, así que para disimular mi nerviosismo no encuentro mejor idea que hacerme una coleta y él, fumar un cigarrillo. Cada uno tenía sus tácticas de hacernos los tontos.

―¿Piensas ignorarme todos estos días?―habla por fin y cierro los ojos.

No quería que hable.

―No te ignoro.

Sonríe de costado y se acerca peligrosamente a mí. Se desliza como si estuviera flotando.

―Te conviene no ignorarme porque estaré contigo durante los próximos tres días―termina y apaga el cigarro con su zapato.

―¡Vengan ya! ¡Reservé una mesa!―grita Emma a lo lejos y avanzamos hacia ella.

―Imposible olvidar esos besos―susurra Marco en mi oído y camina delante de mí.

Su voz me hace temblar por dentro, que me hable así de cerca me provoca escalofríos. Mi padre tenía razón cuando decía que la familia de Tania, la madre de Marco, tenía un aura de sensualidad.

Llegamos a la cabaña y nos acomodamos en una mesa de cinco. Marco se sienta en un sillón junto a la ventana desde donde se puede ver el auto, Austin está a su lado al igual que Abel. En frente estamos Emma y yo.

―¿Saben que pedir?―pregunta el psiquiatra.

Discutimos sobre qué comerá cada uno hasta que finalmente nos podemos de acuerdo y Abel llama a una mesera, quien, al acercarse, no le quita la mirada a Marco. Es como si existiera solo él y nadie más. Luego de anotar nuestra orden, se retira.

―¿Por qué todas aman a Marco?―suelta Emma al ver lo mismo que yo―Si supieran que salió de un psiquiátrico.

Todos reímos al mismo tiempo porque es verdad. Aunque me hago la inocente, podría decirse que me incluyo en la lista de las que amamos, en cierta forma, a ese chico que luce tan bien. ¿Pero quién podría no amarlo?

―Igualmente, ¿qué tiene de bueno que todas te amen? Quizá Marco no es feliz con eso―explica Abel.

Marco lo escucha atento. Cada tanto me echa una mirada.

―¿Por qué no lo sería?

―Porque, tal vez, la persona que él ama no le corresponde o―enfatiza demasiado la "o"―Tiene miedo de corresponderle.

Muerdo mi labio. ¿Acaso es un tipo de indirecta? ¿Qué tanto sabe Abel? ¿Marco le contó todo? Si es así, lo mataré.

―¿Por qué tendría miedo? La vida es una. ¿Cuánto tiempo se cree esa persona que tiene para amar?―sigue Emma.

―¡Amén!―grita Marco y me patea por debajo de la mesa.

Lo maldigo por dentro. Se lo ha contado a todos o es demasiado evidente, y no sé cual de las dos opciones es peor. Que Marco sea un chismoso o que, lo que sentimos se nos salga por los poros.

La comida llega y comemos mientras Emma cuenta anécdotas de cuando vivía con su madre. Almorzamos entre risas y miradas. Hasta el momento todo es perfecto.

―Iré al baño―anuncia Marco.

Los demás seguimos contando chistes e historias de antes de la Posada hasta que Austin nos interrumpe.

―Marco está tardando mucho, ¿no?

Era cierto. Marco jamás volvió. Ni siquiera se nos había cruzado por la cabeza que había querido escapar. ¿Era capaz de hacerlo ahora? 

Hilos de sangre © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora