Capítulo veintinueve

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Siempre lo fuiste.

El director de este establecimiento me pareció misterioso desde el comienzo. En este tiempo nunca pude explicarme por que me permitía verlo si se lo prohibía a todos los demás. No podía negar aun así que la llamada del guardia me pareció extraña, aunque ya lo haya visto, aunque ya le había visto la cara, y además ¿Por qué dejar algo especialmente para mí? ¿Qué tenía yo de especial para ese hombre?

Me dirijo lentamente hacia la mesa. Todos sus monitores están apagados, la habitación se siente fría y desolada, como si nadie hubiera pisado ese sitio hace décadas. Es cierto lo que Marco ha escuchado, no está. En ese momento me pregunto, ¿habrá alguien vigilando por las cámaras en otro lugar?

Sobre el escritorio veo lo que he venido a buscar, eso que dejó para mí, es un sobre que pone "Cinthia" con una letra muy prolija, una cursiva muy elegante. Es una carta. La gran interrogante es ¿Qué quiere decirme que no puede decírmelo en la cara?

Abro el papel y cruje en mis dedos como si fuera un papel viejo.

"Cinthia.

Hay tantas cosas que confesarte pero no sé por dónde empezar. Supongo que te escribo porque todo lo que tengo para decir no puedo decírtelo de frente. Sé que cuando leas esto, todo cambiará para ti y yo con las emociones y los llantos no me llevo muy bien.

Si vamos a hacer esto debería empezar por el comienzo.

¿Recuerdas cuando llegaste a Wellington? Tus padres te necesitaban, fue por eso que tomaste el primer tren y llegaste llena de expectativas. Ahí fue cuando tu padre te mostró la vacante de trabajo en este lugar.

¿Sabes por qué sé todo esto? Porque yo lo planee.

Tu padre siempre ha juntado billete por billete para pegar una deuda que tiene conmigo, pero te engañó. Te dijo que trabajes aquí para poder ayudarlo. Y en cierto punto es cierto, estás aquí porque yo quiero y porque tu padre te vendió. ¿Qué cruel, no?

Pobre Cinthia. Todo este tiempo viviendo en una mentira. Pero tú tranquila, me he encargado de darle su merecido por ti. De nada.

Y supongo que todo esto responde tus demás preguntas.

Ahora que sabes la verdad del porque estás aquí, no intentes nada ni hables con nadie, de lo contrario habrá consecuencias. Y sabes que las habrá.

Recuerda; no estás aquí porque tú quieres, estás aquí porque eres mía.

Siempre lo has sido."

Las manos me tiemblan mientras leo palabra por palabra. Pienso que este hombre es de lo peor, si incluso llegué a pensar algo malo de él con todo lo que he visto, ahora es más el rechazo que le tengo. No estoy segura de si todo lo que pone aquí es cierto pero si les hizo algo a mis padres, no me lo perdonaré.

Comienzo a hiperventilar, el grito de desesperación no tarda en salir de mi garganta y la ira que me invade por imaginar cómo estarán mis padres, me lleva a tirarlo y romper todo. La carta de desvanece en el suelo, convertida en pequeños papeles. Enfurecida, paso mi mano por todo su escritorio arrojando al suelo todo lo que está sobre el. Los objetos caen al piso fácilmente y se rompen en pedazos. Y uno de esos adornos es una foto suya con una mujer, ambos sonríen, abrazados, felices de estar juntos.

Alzo el marco de vidrio que se ha partido en pedacitos y no puedo creer lo que veo. Es la madre de Marco. La madre de Marco junto a Dominick. ¿Por qué se los ve tan felices? ¿De dónde se conocen? Miles de preguntas me rondan en la mente. Si Tania conocía al director, ¿Es probable que Marco lo conozca también?

Guardo la foto en mi bolsillo justo antes que ingrese el guardia de seguridad. Niega con la cabeza mientras me toma de los brazos y me saca de ahí. Y agradezco que lo haga, porque no era capaz de moverme por mi cuenta. Como si todos mis músculos se hubieran petrificado.

―¿Qué hiciste?―pregunta pero lo ignoro. Estoy segada.

Llegamos nuevamente al pabellón donde Marco me espera con ansias de saber que ha pasado pero es imposible mantener mi cuerpo derecho y me desplomo en sus pies. No tengo fuerzas ni siquiera para respirar, mi vista es nublada y no puedo dejar de temblar.

Siento como Marco me toma en sus brazos y me lleva a la cama.

―¿Qué pasó?―pregunta y me da pie a llorar desconsoladamente.

Estoy confundida.

―¿Te hizo algo?

Me encantaría mostrarle la carta pero fui tan idiota en romperla.

―Debemos irnos ya.

Da vueltas en el cuarto viendo que objeto importante cabe en sus bolsillos para llevar pero finalmente se decide por nada. Dejar toda su ropa dentro de La posada era como despegarse de él mismo, cómo desprenderse de alguien que fue, liberarse de su tormento, olvidar al Marco Ruffo que sufrió en ese lugar, olvidar al Marco que alguna vez vivió allí y dejar su escencia. Dejar su pasado en el armario. Por mi parte, pienso dejarlo todo aquí, incluso mi teléfono.

―¿Estás lista?

―No lo sé.

―Cinthia, debemos escapar por atrás―abro mis ojos cuando dice eso―Por donde están los cuerpos.

Niego con la cabeza una y otra vez. Es una locura volver a entrar ahí.

―No volveré a ese lugar.

―Yo tampoco quiero, pero debemos hacerlo.

―¿Por qué no escapamos cuando estuvimos ahí entonces?

―No había tiempo, teníamos a todos alrededor. Hay que hacerlo bien pero tranquila no verás los cadáveres... Aunque si sentirás el olor.―toma mi mano―¿Confías en mí?

―Claro.

Marco saca su cabeza por la puerta vigilando que nadie esté cerca y vuelve.

―Bien, te necesito alerta, despierta, te necesito aquí, Cindy, si vamos a escapar te necesito realmente involucrada.

―Lo sé, hagámoslo―digo limpiándome las lágrimas

―Presta atención―dice desplegando su mapa―Tenemos un minuto para hacerlo, luego de eso se activan las alarmas. No sé por qué pero funciona así.

―¿Cómo lo sabes?

―Hace unos meses una mujer intentó escapar, cuando salió de su habitación conté el tiempo. Incluso cuando quise huir también fue un minuto.

―¿Podremos hacerlo en un minuto?

―Si somos rápidos, es posible.

―¿Qué haremos con mis compañeros? Emma y Austin estarán bien, sé que no los matarán, pero ¿los demás?

―Es demasiado arriesgado, ya lo es siendo dos. Pero te prometo que los sacaremos de aquí, desde afuera.

Asiento y sigue explicando. ―Vamos hasta el patio, una vez allí nos aseguramos que no haya nadie y bajamos al pozo. Desde ahí me sigues.

Asiento.

―Pondré a Austin a tocar su flauta―dice y lo miro confundida.

¿Qué tiene que ver el instrumento de Austin en esto?

―¿Qué? ¿Para qué?

―Tocará una canción que está aprendiendo desde su ventana. Suele tocarla durante un minuto porque no la sabe completa.

―¿Usaremos a Austin?

―Es la única forma de darnos cuenta cuanto tiempo llevamos fuera. No podré contarlo con los nervios, el apuro y la ansiedad que tendremos una vez ahí. Mi cabeza estará enfocada en escapar, no en el tiempo.

Lo que dice tiene coherencia pero no me parece bien usar a nuestro amigo para esto.

―Tranquila, él está de acuerdo. Ya lo hemos hablado.

Sale corriendo de su habitación para darle aviso a Austin. Saber que está de acuerdo me tranquiliza pero al mismo tiempo, la incertidumbre de qué pasará me come por dentro. 







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Hilos de sangre © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora