Capítulo diecinueve

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Sé a que viene esto. Lucía jamás se quedaría de brazos cruzados. No ocultaría sus sentimientos por Marco y no permitirá bajo ningún punto de vista que esté junto a él.

―Lucía dice que estabas usando el teatro.

Cansada, le entrego el papel , el guardia lo lee y luego dirige su vista a Lucía.

―Está firmado por el director. Si viene de arriba no puedo hacer nada.

Me devuelve el papel y se va haciendo guardia. Yo, en cambio, entro al cuarto lista para sacarme el ambo cuando siento que Lucía me toma de los pelos por atrás. Jamás he estado en una pelea pero no dejaré que una loca me golpee. Me defiendo como puedo ya que me sostiene fuerte. La habitación de repente se convierte en un caos y Marisa junto a Julieta salen corriendo de su cama para separarnos.

―¡Basta!―grita Marisa.

―¿¡Por qué pelean!?―grita ahora Julieta, una vez que nos separan.

―Esta inútil estaba con Marco en el teatro. Solos. A estas horas.

Marisa hace rodar sus ojos y Julieta buja. Saben tan bien como yo que está loca por ese chico.

―Era parte de su terapia―digo y me acuesto con ambo y todo. Estoy exhausta.

―Dejen de pelear por un paciente. ¿Se volvieron locas? Si se enteran los directivos las despedirán. Piensen con la cabeza.―aconseja Marisa.

El caos cesa de alguna forma u otra hasta que finalmente logramos quedarnos dormidas. Toda la noche he estado alerta. Presentía que en cualquier momento tendría a Lucía sobre mí con un cuchillo en su mano.

Por la mañana despierto sana y salva. El golpe en la puerta nos levanta a todas. Lucía abre.

―Cinthia―dice el guardia pidiendo por mí.

―Siempre Cinthia―buja echándome una mirada de muerte.

Me levanto de un salto y agradezco haber dormido con el ambo. Que un guardia venga hasta mi puerta a llamarme significaba una cosa: Dominick. Y esta vez tengo miedo que de alguna manera nos haya visto anoche. ¿Acaso era posible? ¿Tendría ese hombres ojos en todas partes?

Nos dirigimos hasta la oficina y me atiende como siempre sentado tras su escritorio.

―Ya les entregué el dinero a tus padres. ¿Pudiste hablar con ellos?

―Aquí no hay señal.

―Prueba desde ese teléfono―dice señalando uno a su lado.

Hablar con mis padres era lo que necesitaba. Pedía a gritos oír sus voces y saber que están bien. Así que marco mientras Dominick se aleja para hablar también por su móvil.

El teléfono sonó hasta que mi padre respondió del otro lado.

―¿Papá?―digo emocionada.

―¡Cinthia! ¿Cómo estás?

―Bien, papá. ¿Ustedes? ¿Han recibido el dinero?

―Sí, muy bien. Extrañándote. Sí, claro. Aquí lo tengo.

―Me alegro, papá. Pronto saldré a verlos.

―Te amo, hija.

―Yo también, papá. Adiós.

Cuelgo con una sonrisa en el rostro. Oigo que el director sigue en su llamada asi que espero a que termine. Al terminar, vuelve con unos papeles al escritorio.

―Tú... estás a cargo del grupo veinticinco, ¿verdad?

Asiento.

―Ah, Marco Ruffo está en ese grupo, el chiquillo que intentó escapar―habla mas para si mismo―¿Abel te habló de las salidas?

―No, creo que no.

―Bueno, cada grupo tiene una salida, llamémosla unas vacaciones, y esta vez le toca a tu grupo.

―No sabía de eso.

―La cuestión es, que Ruffo intentó escapar y no deberíamos permitirle la salida.

Maldigo a Marco en mi mente. Maldito idiota.

―Sin embargo, no puedo negársela a los demás. Así que...―lee algo en la computadora―Prepara tus cosas, salen el lunes. Haré una excepción. 

Hilos de sangre © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora