Estoy lista

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CAPÍTULO 1

Merlín

Respiro hondo por milésima vez y camino en círculos por la pequeña habitación en la que me alojo. Me acerco a la cama y me siento sobre ella, pasándome una mano por mi largo cabello, sintiendo como mis ojos comienzan a arder.

¡Dios!

Tenía mi corazón acelerado a mil, y no paraba de retumbar en mi pecho queriendo salir. Lo había encontrado, a mi elegido. Él estaba aquí en Cyder...

Lo sabía por el simple hecho de cómo actuaba mi cuerpo, mi madre me había hablado muchas veces sobre las reacciones que tenía el cuerpo cuando se encontraba cerca de su destino, compañero, como sea. Lo había encontrado y estaba muerta de los nervios.

¿Cómo me debo comportar? ¿Tendré que darle un abrazo? ¿Un saludo de mano? ¿¡Qué!? Estaba entrando en pánico y mientras eso pasaba, mi respiración y mi corazón latía y se aceleraba con más rapidez de lo normal.

-Señorita Merlín-vuelven a repetir mientras continúa el insistente golpeteo en la puerta.

El consejo necesitaba mi presencia, quizás para decidir qué hacer conmigo, o tal vez mandarme directo a mi mundo y volver a pasar exactamente lo mismo de siempre.

Me levanto de la cama con las piernas temblando y mis manos sudando, las limpio en mi vestido y estire la mano tocando el picaporte, viendo lo temblorosa que me encuentro. Llena de nervios.

Y la abrí, revelando a dos hombres iguales. Estaban uniformados y uno de ellos me observó de más, dándome una mirada llena de fascinación de pies a cabeza, el otro estaba con su rostro indiferente, así que decidí ignorar aquello y salir de la habitación estirando mis manos para que me ataran con cintas magnéticas.

-Se ve muy hermosa el día de hoy, señorita Merlín-me halagó el segundo guardia, sonriéndome.

Me sonroje y baje la cabeza, viendo las manos del otro hombre que con cuidado ponía las cintas alrededor de mis muñecas.

-Gracias-Agradecí con una sonrisa.

Baje la cabeza y comencé a pestañear cuando sentí el ardor en mi ojo. No puede ser, aquí vamos otra vez. Cuando el hombre acaba con las cintas, ambos me guían por un largo pasillo con varios cuadros, en alguno de ellos salían los antiguos gobernantes. Los más antiguos.

Tenía la boca casi entreabierta al ver la larga fila de gobernantes dibujados en los cuadros, eran muchísimos. Asentí con la cabeza y volví a mirar al frente, escuchando mis zapatos sonar contra las baldosas y mi errática respiración que por más que tratara de controlar, no podía.

Por favor, que mi pareja no esté ahí.

El consejo había tomado la decisión de darme una habitación cerca del lugar en donde estaba la sala de reunión o como ellos le decían: La caja mágica. Vivía cerca de ella y eso hacía que mi corazón se sintiera en paz, ya que estaba con la caja que le dio vida al amor de mis padres para que así yo naciera. La caja de mi mundo fue robada cuando apenas tenía unos ocho años de edad, desde ese entonces, nadie volvió a tener pareja o hijos.

Mi pueblo se estaba extinguiendo.

-Este lugar es fantástico-murmure, mirando a mi alrededor.

Los guardias rieron y me dieron la razón, sonriendo.

Estaba maravillada con todo este lugar. Cyder era el lugar más conocido por sus logros, por sus valiosas batallas ganadas. Mi destino antes de que me encerraran en la celda, era pedir ayuda aquí. Sin embargo, mis planes fueron saboteados y no salí durante años de esa celda en donde sufrí graves torturas.

-Estamos por llegar-me informó uno de los hombres que me acompañaba.

Agradecí, sintiendo cada vez más mi corazón acelerado. Sentía como algo gigante comenzaba a crecer dentro de mí. Deseé que no fuera vomito, porque si lo era, iba a pasar una vergüenza en frente de los mayores consejos de Cyderwille.

-¿Les puedo pedir un favor?-pregunté, girando mi torso para verlos de frente. Ellos detuvieron su caminar y me miraron al mismo tiempo.

No había diferencia entre ellos.

-Claro que sí.

Dijeron al mismo tiempo y me asusté.

-Antes de abrir las puertas del lugar a donde tenemos que ir, podríamos quedarnos unos minutos afuera de la puerta... Siento muchas emociones en este instante y no quiero hacer algo vergonzoso-uno de ellos curvó su labio y miró a su costado.

-¿Te sientes mal?-preguntó el otro chico, él tenía sus ojos de un tono marrón mucho más oscuro que su hermano.

-Quiero vomitar, pero no lo quiero hacer enfrente de los mayores. Solo quiero un pequeño tiempo para poder relajarme y respirar con calma-Estaba pidiendo algo imposible.

El que tenía una sonrisa curva, asintió con la cabeza y me palmeó el hombro, juguetón.

-Está bien.

-¡Gracias!-Agradecí.

Me di la vuelta y continuamos caminando por los pasillos silenciosos, siendo guiada por dos gigantes hombres bastantes agradables. Al momento en que pisamos el último pasillo, viendo la puerta al final de este, comencé a tomar largas respiraciones, apretando mi estómago y moviendo mis manos sudadas por la tela de mi vestido.

Trague saliva cuando ambos guardias se detuvieron a ambos lados de mí y me miraron esperando a que les dijera cuando estaba lista.

Estaba preparada para estar en frente de varias personas, sin embargo, no eran mi pueblo, era otro y mucho más diferente que ellos.

Respire hondo por última vez y puse mis manos sobre mi vientre, evitando que las cintas tocaran la tela. Sacudí mi cabeza y dejé que mi cabello cayera detrás de mí espalda, estiré mis labios en una sonrisa y respire por última vez antes de asentir con la cabeza al chico.

-Estoy lista.

Ellos asintieron y uno de ellos puso su mano sobre la palanca que estaba al costado de la puerta, tirando hacia abajo, dejando que la gran puerta comenzará a abrirse frente a mi ojos, revelando todo por dentro.

Se sentía el aire tenso, así que bajé mi cabeza caminando suavemente y la subí lentamente cuando mi corazón se aceleró y un jadeo salió de mis labios al sentirlo.

Mis ojos lo observaron, sus ojos me observaron.

Oh, por Dios.

Creo que este es un buen momento para vomitar, ¿no, Merlín?

Darwin #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora