Extra: Dysis

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EXTRA.

Dysis.

La idea de que mi hermano sufriera no estaba en mi planes, aunque me dijera muchas veces que estaba bien podía ver como ocultaba su dolor para no preocuparme, sin embargo, eso me lastimaba. Me lastimaba que alguien como él esté sufriendo cuando jamás le hizo algún daño a alguien.

Estaba durmiendo la última vez que lo vi. Acaricie su frente, retirando su cabello. Acababa de salir de su operación y yo lo molestaba con mis peticiones estúpidas. Me sentí tan estúpida al presionarlo.

La máquina había dejado de sonar hace un momento, eso me tenía muy preocupada. Sólo hubo un cambio en él, el corazón que habían puesto en él palpitaba con normalidad y una sonrisa decoraba sus labios antes de que mi mano traspasara su cabeza y tocara la suave almohada.

Su cuerpo desapareció.

-Darwin-llame, buscándolo por toda la habitación con la mirada.

¿Qué fue lo que?

Entonces mis supersticiones fueron tan reales todo este tiempo. Suspiré llena de tranquilad, esperaba de todo corazón que Darwin este bien donde sea que se encuentre, este siendo feliz y descanse después de tanto sufrimiento. Me subí sobre su camilla y acomode mi cabeza sobre la almohada, cerrando mis ojos aspirando su aroma.

Ay, hermanito.

¿Qué les digo a los médicos? Abrí mis ojos y miré el techo. Que tedioso y aburrido era para Darwin mirar ese techo blanco sin nada interesante en él. Rodé mi ojos y miré hacia la ventana.

¿Ahora que hago?

Cogí mi teléfono y lo desbloque, mirando el fondo de pantalla de él y yo sentados sobre su camilla comiendo alguna rara jalea que le daba el hospital. Su rostro estaba pálido, sus labios secos y morados, bajo sus ojos había manchaso oscuras de todas las noches que tenía que soportar el dolor en su pecho.

Sonreí triste.

Podría tener once años, pero no era tonta. Sabía que Darwin sufría estando aquí, él sólo quería morir en una de esas operaciones, pero lo que siempre lo detenía era yo y mi madre, aunque más yo, ya que mi madre no pasaba mucho tiempo con nosotros por estar trabajando.

Esperaba algún día volver a verlo.

Me mantenía tranquila, no sabía el porqué. Sentía una extraña sensación en mi pecho de tranquilidad, como si me dijera que él estaba bien, feliz. Ojalá le hablara a su chica de mí, si es que llega a tener, aunque yo creo que si la tendrá, después de todo, mi hermano era muy guapo.

-Espero que no la hagas llorar porque te rompo las pelotas-susurré para mí, viendo como la puerta de la habitación se abría y por ella entraba mi madre cargando unas bolsas y al médico de Darwin.

Ambos me observaron a mi y a la camilla buscando a Darwin. Mi mamá señaló el baño y yo negué.

Llegó el momento de explicar que el loco de mi hermano desapareció frente a mis ojos.

Me dejaste la misión difícil, imbécil.

-¿Dysis? ¿Dónde esta tu hermano?-preguntaron ambos, mirándome con mucha intriga y confusión.

Me encogí de hombros.

¿Si les digo al verdad? Me meterían a un jodido manicomio, joder, mejor me quedo en silencio.

-Mamá, doctor-me levante de la camilla y junte mis manos sobre mi vientre, mirándolos a manos.

Un don que había adquirido con el tiempo era mentir a la perfección.

-Darwin decidió irse.

-¿Qué?

Inhale y exhale.

-Mamá, tú y yo sabíamos lo que Darwin pensaba acerca de todo esto. Él también tiene sentimientos, no podías obligarlo a entrar a cirugías por siempre... Darwin decidió irse, porque aunque no lo creas, es lo mejor para nosotras y para él. Será feliz en donde sea que vaya, nos ama, y nosotros debemos darle su espacio.

-Pero yo...

-Darwin no dependía económicamente de nosotras, pero sí emocionalmente, y nos dolerá, mamá. Por un tiempo estaremos mal y pensaremos que nos abandonó, pero no es así. Darwin lo hizo porque creía que era lo correcto y debemos darle su espacio.

Nunca había dicho algo tan coherente en mi vida. Estoy impresionada.

Mi mamá tragó saliva y observó sus pies, con sus ojos inundados en tristeza y lágrimas.

-Lo entiendo perfectamente-aclaró su garganta, mirándome-¿Te mencionó que volvería?

Joder, no le pregunté.

Abrí la boca y negué.

(...)

Seis años después.

Durante seis años investigue sobre el paradero de Darwin. Sé que prometí no hacerlo, hace un año atrás, pero lo volví a hacer, cuando sentí aquella opresión en mi pecho, como si él aún estuviera en este mundo.

Más de ciento cincuenta personas habían desaparecido a nivel mundial, nadie sabía el paradero de aquellas personas, las seguían buscando, sin respuestas.

Mi vida en estos seis años había sido un asco total. Mi mamá se fue. Me abandonó, con tan solo dieciséis. Viví por mi cuenta un tiempo, conseguí trabajo y logré salir adelante, sin embargo, mi corazón me pedía a gritos que pidiera un deseo, como lo hizo Darwin aquella vez gracias a mi insistencia.

¿Y si me iba con él? No quería ser una carga. Necesitaba volver a verlo luego de tanto tiempo.

Me levanté, soltando un suspiro, mientra subía hacia la azotea de mi edificio. Me apoye contra la barandilla de metal, sintiendo frío ante el metal y el aire congelado. El invierno se acercaba.

¿Estará bien?

¿Será feliz?

-Sea quien seas, solo te pido que... Llévame con él. Deseo volver a verlo, abrazarlo y ya no sentirme sola, quiero ser feliz, con mi hermano a mi lado... ¿Puedes?

Mis ojos se llenaron de lagrimas cuando nada sucedió.

Es una perdida de tiempo.

Tal vez merecía quedarme en este mundo, sola y triste.

Cerré mis ojos al sentir un breve mareo extraño invadiendo mi cuerpo. ¿Qué me sucede? Me afirme contra la barandilla y abrí los ojos.

Oh, por Dios.

Estaba flotando.

-Una mujer, diecisiete años.

Mi vista se volvió oscura.

(...)

Me queje levemente, levantándome del duro lugar donde estaba recostada. Me toque la frente ante el dolor de cabeza y miré a mi alrededor con curiosidad.

¿Qué demonios?

Estaba en un cubo de vidrio azul y afuera de veía el universo. Oh, maldita sea. Que hermoso.

Chille emocionada.

Alguien carraspeo su garganta detrás de mí, haciéndome saltar del susto. Me gire lentamente y observe al chico, algo alto, con mucha musculatura y de cabello castaño, como el mío.

-Joder, nunca me acostumbrare a esto-murmuró.

Oh, diablos.

Esa voz.

Darwin...

-Darwin...

El chico alzó la cabeza al escuchar su nombre y lo vi. Sus ojos verdes brillantes y su piel pálida.

Oh, por Dios.

-¿Dysis?

Me abalance contra su cuerpo y sonreí.

Oh, por Dios.

Darwin #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora