Celo

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Capítulo 24

Merlín.

Sentía que me sofocaba. Mi respiración era errática, sin embargo, trataba de comportarme frente a Lala y Lola, junto a Valezca y Elto. Apreté mis piernas sin entender el comportamiento que estaba teniendo mi cuerpo ahora.

¿Será por qué es mi cumpleaños?

—¿Cuántos cumpliste, Merlín?—me preguntó Valezca.

Trague saliva y me pasé una mano por las hebras húmedas de mi cabello. Estaba comenzando a sudar y el calor comenzaba a ser irritante.

—No lo sé. Perdí la cuenta luego de mi encierro—me encogí de hombros—Recuerdo que cuando me metieron a la celda, tenía veinte.

—Es una lástima, me hubiera gustado haberte conocido antes—comentó Elto, sentándose a mi lado y rodeandome con sus brazos.

¿Por qué me siento incómoda? Con disimulo, quite sus brazos de mis hombros y me levante de la silla, excusándome de ir al baño.

Cerré la puerta a mi espalda, dejando que mi respiración comenzará a llenar todo el cuarto de baño. Era ruidosa. Mi corazón palpitaba con muchísima fuerza y eso me sorprendía.

¿Qué me estaba ocurriendo? Me acerque al lavamanos y me moje la cara con bastante agua, tratando de hacer reaccionar mi cuerpo, pero no podía hasta que la puerta del baño se abrió y por ella entró Lala.

—¿Qué sientes exactamente?

—¿Cómo te diste cuenta?

—Soy observadora, Merlín. Dime tus síntomas, ahora.

Inhale y exhale, tocando mi pecho. Relaje el cuerpo, cerrando los ojos.

—Calor, fiebre, sudor, agitación, y, ¡ah! ¿Necesidad?

Lala me observó extrañada.

—Un resfriado no es. ¿Ustedes los Scardem tienen alguna otra reacción cuando encuentran a sus elegidos?

Lo pensé.

Medite y cuando ese pensamiento llegó a mi cabeza al recordarlo, abrí mis ojos como platos, sintiendo mi corazón casi salirse de mi pecho.

—Celo.

Lala se sonrojó y volteo la mirada hacia el espejo. Mordió su labio y me observó nuevamente, tocando un aparato que se encontraba en la puerta del baño.

—Llamaré a Darwin, quizás el sabrá solucionar tu extraño caso. El celo no nos da a nosotros los Cyder, pero es impresionante que a ustedes sí.

Apretuje mis manos sobre mi feminidad y me incliné, sintiendo un punzante ahí abajo. No era dolor, no sentía dolor, pero era una necesidad inclinarme para tratar de calmar eso que sentía.

—No sé cómo detener esto.

Lala me agarró de la cara y me sonrió.

—Déjate llevar. Darwin lo manejará todo, ellos tiene mucha experiencia sobre estos temas—comentó.

—Pero Darwin no tiene experiencia... O eso fue lo que me dijo.

Estaba comenzando a jadear, así que tuve que tomar la decisión de tomar asiento en la pared y suspiré un poco aliviada al sentir el frío entrar a través de la tela de mis pantalones. Lala se acuclillo a penas y me tomó de la mano.

—Tranquila, cariño. Ya llegará Darwin.

Pasaron un par de minutos cuando la puerta del baño se abrió y por ella entraron todos, absolutamente todos viéndome de esta forma tan peculiar.

Darwin #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora