Prólogo

235 18 0
                                    

Prólogo.

Darwin

Un día antes del deseo.

Respiración jadeante. 

Manos apoyadas y apretadas fuertemente contra el lavado.

 Piel sudorosa. 

Sudor frío. 

Falta de aire.

Abro la boca soltando aire y mojo mis manos con torpeza con el agua que sale del lavado, me mojo la cara y respiro, tratando de regular mi corazón acelerado y mi respiración errática.

Primera regla: Evita que tu corazón se acelere o habrá graves consecuencias.

Mi cuerpo estaba invadido por el terror y el nerviosismo. No podía controlar mi acelerado corazón y eso era muy peligroso para mí en este momento. Dentro de unos minutos tendría que estar en una camilla, sedado y con varias manos sobre mi pecho, cambiando mi corazón a otro corazón, por segunda vez.

Oh, por Dios.

Apoyo mis palmas contra la pared fría de porcelana y camino guiándome con ella hacia mi camilla, me sostengo contra ella y subo de un salto, cayendo de espaldas, con una mano sobre mi estómago y la otra sobre mi pecho.

La puerta de mi habitación del hospital no tarda en abrirse y entra el mismo médico que me atendió cuando era solo un niño de quince años. Él me sonríe y agarra mi mano, dándome consuelo.

-Conoces el procedimiento, Darwin-dice y me mira con una mirada de lástima.

Sabía las consecuencias que el trasplante llevaría. El rechazo y la infección... la muerte inmediata.

-Si la operación falla... -hablé por primera vez-Dígale a mi hermana menor que me raptaron los alienígenas y que estaré bien... -el doctor frunce el ceño y sonríe tristemente-Solo dígale eso, ella lo entenderá... Pero no deje que ella me vea, no quiero que mi imagen pálida y muerta quede en su memoria-él asiente y palmeó mi mano.

-No es necesario que me repitas las mismas palabras, saldrás de aquí con vida. Te lo prometo, Darwin-asiento dudando.

-Eso espero...

[...]

Muerto en vida...

"Solo quiero irme y dejar de sufrir por una vez en la vida..."

-¿Qué deseo pedirías?-preguntó mi hermana pequeña, agarrando mis manos.

Me quejo en voz baja cuando me muevo solo un poco y siento una punzada me recorre de pies a cabeza. Esto es horrible.

-¿Deseo de que?-pregunte confundido.

Mi hermana pequeña a veces hacia preguntas realmente extrañas y me preocupaba por su salud mental, aunque prefiero mil veces que tenga problemas mentales que problemas al corazón.

-Para que los alienígenas te lleven...-susurra estirando sus labios en una trompa-No eres feliz aquí.

Vaya, una niña se dio cuenta.

-Lo soy, pero solo si tú estás conmigo-toco su nariz cuando acerca mi mano a su mejilla.

-¿Esta mal que desee que los alienígenas te lleven?-pregunta haciendo una mueca.

-Depende de que quieres que me hagan los alienígenas.

Trato de encogerme de hombros y me arrepiento al instante. Joder. Es un asco. Me dolía todo el cuerpo. Si tan solo me inyectarán otro analgésico para el dolor...

Los ojos de mi hermana Dysis se ponen blancos. Mi niña tenía ya sus once años, once años soportando todo lo que me hacen, once años sin faltar un solo día al hospital por mi culpa... era una niña, ella no merecía esto.

-Me gustaría que ellos te dieran una pareja-sonrío apenas y ruedo los ojos-y seas feliz-musita, dándole un beso a mi palma.

Tener a una chica, significa sufrimiento. No quería a otra mujer en mi vida llorará cada vez que entro en el quirófano y me sacan el corazón. No, claro que no quiero a otra mujer para que sufra de la misma forma que lo hace mi madre y mi hermana.

-Puede ser... sin embargo a ninguna chica le llamo la atención-los ojos verdes de Dysis se clavan en los míos y frunce sus cejas pobladas.

-¿Estás loco? Recuerda a la enfermera que te tuvo que bañar cuando mamá no estaba, ella si te echo el ojo-alza y baja las cejas.

Me rio y acaricio su pómulo.

-Además, una mujer se volvería completamente loca por ti. Eres hermoso, y tienes una larga cicatriz aquí en tu pecho que hace pensar que eres un guerrero, muy valiente y fuerte-aclara, dejando su mano a centímetros de las gasas que cubren mi pecho.

No lo creo.

-Tienes que pedirle a mamá que te lleve a urgencias y te revisen esa cabeza bien loca que tienes. Eso no pasará, jamás.

Dysis hace un mohín y se cruza de brazos, dejando caer mi mano sobre la camilla.

-Por lo menos esta cabecita quiere tu felicidad. Mi mamá ni siquiera piensa en ello, y que decir de papá. Yo Dysis Scott, hermana de Darwin Scott, deseo de todo corazón que se lo rapten los alienígenas y sea feliz-dice con una mano sobre su corazón-Amén-suelto una débil carcajada y hago un puño en mi mano.

-Estás loca.

Dysis se levanta de un salto y golpea la camilla.

-Pide un deseo-Rogó- Si no lo pides, no se cumple...Tu palabra vale más-su mano se posó sobre mi estómago y beso mi mejilla.

-Yo... Darwin Scott, deseo irme lejos y no sufrir nunca más-susurre, cerrando los ojos.

-Eso es-siento las caricias de Dysis sobre mi cabello y me sentía desfallecer. ¿Qué me ocurre? Mi cuerpo estaba débil y las gotas de sudor comenzaban a deslizarse por mis mejillas y rozar mis labios resecos. Mi piel se sentía muy caliente, pero tenía frío... ¿Qué?

Y lo entendí.

Mi cuerpo estaba rechazando el corazón.

-Te quiero, Dysis-murmure, cuando mi hermana pego su frente con la mía.

Ella hablaba y hablaba, pero mis oídos la escuchaban lejana y me sentía abrumado.

¿Me voy a morir? ¿Ahora? Cerré los ojos, sin dejar de murmurar que la quería, que simplemente quería que fuera feliz y por última vez...La oí murmurar que también me quería y me querría por siempre.

El monitor cardíaco comenzó a sonar de manera ruidosa y así fue sonando, bruscamente, y se detuvo...

-Cuatro hombres, mismas edades, diferentes deseos-Susurro una suave voz femenina.

Deje de respirar.

Darwin #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora