>>Capitulo 22<<

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'esa sonrisa'

Ambos países entraron a esa gran mansión, miraron las lujosas escaleras que llevaban al segundo piso, miraron que unos fechas en unos carteles elegantes les indicaban el elevador.

Rusia estaba por caminar al elevador cuando la mano de México lo detuvo -oye rus, ¿que tal si mejor no vamos?- el ruso no entendió ese comentario hasta que vio quien ya estaba apenas entrando al ascensor.

Un joven algo delgado con pelo negro algo largo liso, de piel morena, vestía casual con un suéter grande Amarillo y sus ojos centrados en su celular, era Chile.

Rusia entendió de primera, volteo a ver a México con una sonrisa amable -¿qué tal si mejor subimos por allá?- indicó las escaleras y prosiguió -el primero en subir gana y el otro le tiene que comprar unos mazapanes al otro-

Los ojos del mexicano se iluminaron ante tal propuesta -es un trato- exclamó México para empezar a correr por las escaleras para empleados. Detrás de él corrió Rusia alegré por solucionar rápido esa situación del mexicano.

A los pocos segundos de que ambos subieron, por las imponentes puertas entró una colombiana mirando a todos lados sorprendida de tantos detalles en la mansión.

Miro al ascensor dándose cuenta que si no se apuraba la dejaría, corrió con todo y sus tacones blancos para poder alcanzarlo -¡parce esperé!-

Colombia a duras penas alcanzó y alzó la mirada para darse cuenta que quien iba en el ascensor era nada y nada menos que Chile, su antigüo mejor amigo.

La chica se limito evitarle la mirada y de inmediato darse la vuelta para darle la espalda y evitar una conversación incómoda.

Sin embargo eso le costó un gran silencio incómodo, solo fue por un minuto pero para ambos eso fue eterno.

En cuanto llego el elevador a la azotea Colombia salió de inmediato, buscó con la mirada a su mejor amiga -acá estoy mi rizos- se escuchó detrás de ella.

Regreso a ver topandose con ella, una chica de descendencia afroamericana de pelo liso negro y vestido azul, panamá -chica mía, ya te encontré, ahora falta- la panamericana la interrumpió -tu querido México-

-bueno, dime pan, ¿me veo bien?-

-chula como siempre- Colombia respiró profundamente -esperó que México piense lo mismo-

De inmediato llegó cierto mexicano que se miraba feliz y a la vez cansado, con ese pelo algo largo echo un desastre y su ropa tan elegante y sencilla como solo el sabía usarla.

Llamó la atención al ver que entraba por otra puerta y no por el elevador, pero lo que terminó de llamar la atención fue ver cómo detrás de el entraba otro país.

El país de climas fríos vistiendo adecuado con su sacó en mano, en su rostro se miraba sus sonrisa cálida, una que rara vez dejaba ver en las reuniones.

Ambos se pusieron al lado del otro y de inmediato sintieron las miradas encajadas en ellos, al sentirse incómodos México le susurro a su compañero -cada quien por su lado y te buscó más al rato para irnos-

Rusia asintió y se fue por el lado derecho, mientras que México se fue por el izquierdo, no buscaba a alguien en especial, solo quería irse a algún rincón sin querer hablar con alguien.

Y así fue, llegó a una de las esquinas más solitarias que encontró en esa inmensa azotea, miro al despejado cielo para soltar un suspiro, la noche que el quería pasar era con Rusia.

Tú y yo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora