Capítulo 51

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Los minutos se me hicieron horas. Franco se ofreció a llevarme al hospital pero bien lo dijo cuando llegó al restaurante, la manifestación que se está llevando a cabo de Bellas Artes hacia el Zócalo está entorpeciendo el tránsito y apenas si avanzamos unas cuantas calles en media hora. Lo primero que hice fue llamar a Pablo, apenas se me entendía lo que quería decirle, no era capaz de armar una sola oración sin soltarme a llorar, por lo que Franco se encargó de contarle todo y Pablo prometió que él se encargaría de hablar con Liz y con Jonathan. ¿En qué momento pasó todo? ¿Cómo es que la vida nos cambia en un segundo?

—Ya salimos de lo más pesado, pasando de aquí llegaremos rápido al hospital.

—Franco, ¿tú crees en Dios?

—Sí, claro que sí.

—Mi mamá es fiel creyente y siempre asistía a la iglesia y a sus diversas actividades. Dios lo es todo para ella desde siempre, y no la culpo, es lo único que ha conocido en cuanto a fe. —Le cuento, mirando de reojo el mapa que tenía el conductor en su celular, aún estamos lejos—. Mis abuelos la tuvieron por años en un internado de monjas, con solo chicas, que profesaban la religión católica y que fueron duramente educadas, bajo las reglas arcaicas de la iglesia. En cambio yo, yo fui más libre en ese aspecto y hasta cierto punto sé que no quiso que pasara por el mismo infierno que le hicieron pasar en ese internado. Sin embargo, yo hace muchos años que me alejé de Dios y la iglesia. Y no sé si es una buena idea volverme a acercar para pedir por ella. ¿Y si no me escucha?

Dejé que Franco me escuchara, más allá de que es el director de RH de Condé Nast, según su perfil profesional, es un psicólogo que ya no ejerce en esa área, pero se preparó para ello. No sabía si después de esta conversación aún seguía pensando que era la candidata ideal para suplir a la editora de Vogue digital, pero en este momento es lo que menos me importa. Solo quiero llegar al hospital para ver a mi madre, quiero llegar y escuchar al médico decirnos que la cirugía fue un éxito y que la bala apenas si rozó su cuerpo, quiero abrazarla y pedirle perdón por haberme ido a Italia y no llamarla por meses, incluso años.

Pero por ahora lo único que me queda es acercarme a su fiel confidente, cerré los ojos y pedí por ella, le pedí a Dios que no se la lleve. Le pedí que me deje estar a su lado un par de años más, que conozca a Melanie, que perdone mis errores del pasado porque yo la he perdonado a ella. Somos humanos, no somos perfectas y las dos cometimos errores que en este momento han pasado a segundo plano para mí. Cerré los ojos y pedí con todo mi corazón ser escuchada. Si aún tengo un lugar asegurado en el infierno no me importa, solo quiero que, si es verdad que hay una fuerza divina mucho más grande que nosotras, que esa fuerza la salve.

Apenas tuve un pie en el hospital me encaminé hacia dónde estaba mi padre, cuando lo vi a lo lejos, con la mano sobre la barbilla, caminando nerviosamente de un lado a otro, aceleré el paso y entonces lo detuve una vez que lo tuve en frente, nos m...

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Apenas tuve un pie en el hospital me encaminé hacia dónde estaba mi padre, cuando lo vi a lo lejos, con la mano sobre la barbilla, caminando nerviosamente de un lado a otro, aceleré el paso y entonces lo detuve una vez que lo tuve en frente, nos miramos unos cuantos segundos a los ojos, no dijimos nada, ni una sola palabra. Solo me abrazó, muy fuerte, como solía hacerlo cuando de niña me daba miedo la oscuridad y le pedía que se quedara a dormir conmigo. Recargué mi cabeza sobre su pecho y me solté a llorar una vez más, él también lloró conmigo, sin soltarme.

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