Capítulo 26

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Pablo y su forma de ser me facilitó la existencia con Niccolò durante todo el rato que estuvimos juntos en la sala platicando. Sin embargo, cuando llegó la hora de ir a dormir, sentí que el estómago se me revolvía. Y es que hace unos meses cuando me imaginaba este reencuentro lo pintaba muy diferente, me imaginaba arrojándome a sus brazos apenas lo viese en el aeropuerto, comiéndole la boca como solía hacerlo todas las noches cuando volvía del trabajo, nos imaginaba en la cama dándole rienda suelta a nuestros deseos sexuales esperanzada en que iba a ser colosal por todo el tiempo que pasamos sin vernos.

Pero ahora que lo tengo en frente, ahora que está a mi lado en la cama, nada es como lo imaginé, ni siquiera cerca.

—Tu rommie... Es gracioso eh.

—Sí... Lo es.

Otro silencio incómodo. ¿Qué nos sucede? ¿En qué nos hemos convertido? ¿A dónde se han ido todas esas pláticas nocturnas que teníamos?

—Greta...

—Dime.

Niccolò se acercó a mi oreja para morder con suavidad el lóbulo, siempre hacía eso cuando quería sexo, lo conocía tan bien. Primero ataca mi oreja y después mi cuello. Pero esta vez respondí diferente, me alejé un poco, reacción que lo dejó perplejo, usualmente con ese movimiento yo ya estaría encima de él, no buscando poner una barrera entre nosotros.

—¿Qué sucede? Hace meses que no tenemos sexo, creí que querrías recuperar el tiempo perdido.

—Estoy cansada, Nicco. He estado de un lado a otro y mañana tengo que trabajar.

—Ir a eventos sociales no es un trabajo.

—Pues ir a esos eventos sociales me deja dinero en mi cuenta bancaria, dinero con el que ayudo a Pablo a pagar todos los gastos de este departamento. —Le respondo, sentándome en la cama—. Lo que escribo de esos eventos sociales ha sido mi sustento los últimos meses.

—Greta, relájate. Solo fue un comentario.

—¿Relájate? Niccolò no recuerdo que eso te molestara cuando trabajaba en Vogue. Porque los desfiles y todos los eventos a los que me llegaste a acompañar también son sociales... Y yo veía que disfrutabas mucho de eso.

Me puse de pie y busqué mis pantuflas, dejándolo solo en la cama.

—Estás de pésimo humor desde que me recogiste en el aeropuerto.

—Tú me pones de pésimo humor.

Salí de la habitación y azoté la puerta, haciendo un ruido tremendo. Caminé hacia la cocina para tomar un poco de agua y escuché que Pablo salió de su habitación también, viniendo detrás de mí.

—Hay gente tratando de dormir en la habitación de a un lado eh. —Volteé a verlo, con cierto fastidio—. ¿Qué pasó? Escuché tus gritos.

—Mañana te cuento, solo vine por agua y a tomarme cinco minutos. —Respondo, tomando un vaso de cristal—. Anda ve a dormir.

Pablo se encogió de hombros y se acercó a mí para darme un abrazo, lo necesitaba. Ha sido un día bastante extraño para mí, con tantos cambios de humor que ni yo misma me soportaba. Es que en verdad que Niccolò llegó en el peor momento, con la noticia del divorcio de mis padres, con lo que recientemente pasó en San Antonio, ¿por qué tuvo que venir justo ahora?


 Es que en verdad que Niccolò llegó en el peor momento, con la noticia del divorcio de mis padres, con lo que recientemente pasó en San Antonio, ¿por qué tuvo que venir justo ahora?

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