Capítulo 34

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El sonido de la licuadora hizo que Pablo cerrara la boca unos minutos. Estoy preparándole a Melanie unos hot cakes de avena, esperando a que despierte pronto y mi rommie está ahí conmigo, viéndome cocinar y cuestionándome sobre lo que pasó anoche con Jonathan. Por supuesto que todo estaba demasiado alejado de su imaginación, no tuvimos sexo apasionadamente en la barra de la cocina como él lo pensaba, ni siquiera un beso hubo. Y yo no podía sentirme más orgullosa por eso, pude resistirme a él, a pesar de que lo vi mojar sus labios un par de veces y mirar los míos. Esa señal que se envía cuando quieres besar a alguien, ni siquiera se molestó en disimularlo.

—Bueno, dado que me has desilusionado porque pensé que te ibas a dar al arqui ayer... —Lo miré con fastidio—. Cuéntame, ¿piensas llevar a Melanie con tu mamá?

—Lo he estado pensando, pero, no lo sé. Ella de plano no quiere saber nada de todo esto, siempre ha dicho que es producto del pecado y no sé que tonterías más. No quiero que le haga alguna grosería, me da miedo, no sé.

Escuché la puerta de mi habitación abrirse. Fue entonces que Pablo decidió cambiar el tema de conversación y yo, una vez que prendí la estufa, comencé a voltear la mezcla en el sartén. Melanie entró a la cocina y con total libertad se acercó al gabinete para sacar un vaso y así servirse agua, dándonos los buenos días segundos después.

—Ya que despertó la bella durmiente. —Comienza Pablo—. Estuve pensando y ¿por qué no nos acompañan a Chapultepec hoy? Voy a ir con Adrián a pasear a su perro.

—¡Ayy sí! ¡Vamos!... ¿Qué es Chapulte... Eso?

—Es como el Central Park de la Ciudad de México. —Le explica él—. ¿Qué dices, Greta?

—Si Mel se apura a desayunar y a bañarse y alistarse, claro que sí.

Supongo que era un buen plan de domingo, de hecho, Pablo me hizo recordar un poco mi infancia con esa propuesta. Aún recuerdo esos domingos en los que mis papás me llevaban a Chapultepec, nos subíamos en las lanchas y pasábamos un buen rato ahí. Mi papá siempre me terminaba comprando un globo y mi cara siempre terminaba pintada de mariposa en uno de esos puestos que existen en el bosque. Las visitas al zoológico también vinieron a mi cabeza, mi infancia fue muy linda y creo que hasta ahora lo valoro. Ojalá que nunca hubiese crecido para ver en lo que se iba a convertir mi familia.

Familia. Creo que mi familia ahora solo son Pablo y Melanie y me parecía perfecto. ¡Lo que daría porque mis desayunos fueran así todos los días! Y si así fueran mis domingos siempre, yo sería feliz de por vida.

—¡Ayy mi cámara! —Dice Pablo una vez que estamos afuera del departamento, aun sosteniendo su teléfono mientras hablaba con Adrián—. Mel ¿te puedo pedir un favor? ¿Puedes ir por mi GoPro? Está en el primer cajón de mi buró.

Melanie regresó al departamento y yo me adelanté al auto, solo esperaba que Pablo le colgara ya a Adrián, se van a ver en un rato ¿cómo por qué hablar tanto tiempo? Sí, sí, entiendo que van iniciando su relación y quieren estar unidos como muéganos 24/7 pero ¿acaso no se cansan de hablar todo el santo día? Saludé a los vecinos del departamento que está arriba del nuestro y posteriormente abrí el auto para subirme y esperarlos. Ojalá que no tarden tanto, no sé cuánto tránsito nos encontremos hoy.

—¡Por fin!

Esperé a que Pablo cerrara la puerta del copiloto para poner el auto en marcha. Dejé que Melanie pusiera la música, pero terminó cediéndole el poder a Pablo quien decidió poner a Little Jesus. No entiendo, ¿qué pasó? Ella siempre quiere poner a Ariana o a Taylor y hoy no le importó en lo absoluto la playlist de mi copiloto. Miraba a Melanie por el espejo retrovisor y no era la misma niña energética de siempre, solo miraba y miraba su celular, ignorando por completo las preguntas que le hacía mi rommie sobre lo que vimos ayer en el desfile o sobre la cena en el departamento de Johnny. ¿Qué habrá pasado? ¿Brenda la estará buscando ya por teléfono? 

Un Pequeño SecretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora