Curación

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Las pesadillas se hicieron comunes, tan normales como dormir. El miedo, el terror y las sensaciones regresaban frescas cada vez que el albino intentaba dormir. Decidió quedarse unos días en el templo con los exguerreros. Al menos el ruido de las familias le ayudaba a sentirse calmado, mientras recuperaba sus fuerzas. Los adultos se concentraban en las clases que recibían de los monjes y sacerdotisas. Conocimiento sobre el mundo actual y un análisis para los que deseaban una profesión.



-Joven Spicer, debo pedirle que me acompañe, si continúa con su estado actual será muy malo para usted- dijo con suavidad una anciana al pelirrojo mientras lo miraba y lo intentaba llevar a una dirección.



La sensación de pesadez continuaba en su corazón, miedo, terror y muchos sentimientos que lo hacían sentir que estaba de nuevo bajo las garras de aquel inmortal. No se podía permitir tener una vida en esa condición, consumido por la sombra de su agresor e insultos. Con apenas el valor suficiente, el albino se levantó y tomó la mano de la sacerdotisa mientras caminaba hacia donde lo guiaban. Jamás pensó que alguien se acercaría de esa manera, que le extendieran una mano dispuesta a ayudarlo, sin que él lo pidiera, pedirla en voz alta.

Ambos caminaron un rato, hasta llegar a un edificio lejos de los demás, rodeado de árboles que lo escondían. Parecía ser un templo independiente, antes de entrar una puerta tori de color rojo los recibía, todo era pequeño y de apariencia antigua. La entrada al edificio estaba protegida por una puerta de madera y a los lados dos zorros. Las puertas se abrieron mientras ambos caminaban hacia ellas, como si los recibiera con gusto y gran aceptación. Los pasillos eran de madera y eran sostenidos por columnas de color rojo, biombos blancos que separaban lo que fura que estaba en el centro de aquel lugar. Otra puerta se presentaba enfrente de ellos, más pequeña y de una apariencia más pesada, esta se abrió apenas se acercaron lo suficiente. Dentro de aquel sitio, había un jardín, como un secreto que debía ser cuidado y que se presentaba a aquellos que lo necesitaban más.



-¿qué es este sitio?- preguntó con evidente curiosidad el joven genio, mientras miraba con atención la estructura.



El aire era más ligero, amable si debía escoger una palabra. El jardín era de un verde intenso y agradable que provocaba deseos de recostarse en el pasto y disfrutar del espacio. Un lugar mágico, tranquilo y que parecía sacado de un cuento de hadas.



-es nuestro santuario del alma, todos necesitan enfrentarse a muchas cosas, este es el mejor sitio, cuidado por la naturaleza, formado por el agua y respetado por todos los que estuvieron aquí- explicó la anciana mientras guiaba al pelirrojo para que cambiara de ropa.



La tela era delgada, un conjunto como el de los monjes, pero de un blanco impecable y hecho a la medida para el albino. La sensación de la ropa en su piel era por completo diferente a lo que se esperaba, suave, reconfortante y la luz del sol lo llenaba de una sensación cálida.



-veo que acerté a tu talla, nuestra querida Akira pidió un permiso para que pudieras estar aquí y siendo conocida de tu familia ayudé a cumplir este pedido- comentó con total tranquilidad al doblar con cuidado la ropa negra, mientras la sorpresa en el joven genio se marcaba en su rostro.



-¿de mi familia?- preguntó de inmediato mientras miraba con mayor atención a la anciana que sujetaba su mano y lo hacía caminar en medio del jardín.



Una sonrisa divertida se marcó en el rostro de la sacerdotisa, mientras le pedía al pelirrojo que se sentara. Sus manos lo trataban con cariño, suavidad y con un cuidado difícil de ignorar. Con amabilidad acaricio la mejilla del pelirrojo y le sonreía con ternura.



Unidos por un wuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora