Unidos por un wu

La gota que derramó el vaso

        La lluvia y el viento golpeaban su rostro, aquellas frías y pequeñas gotas no paraban de mojar lo. Sus ropas negras estaban pesadas, todo gracias al agua, su cabello pelirrojo  estaba ahora más oscuro y sin su característico peinado de punk.
Jack Spicer seguía su camino en los cielos, su  jetpack funcionaba como podía, su cuerpo estaba a dolorido, su cabeza estaba distraída, no se encontraba maldiciendo como siempre a los tontos monjes, no se estaba regañando como siempre y no estaba jurando derrotar los la próxima vez. Sólo quería llegar a casa y tirarse en la  cama, no quería hacer jackbots no quería hacer experimentos mecánicos o simple mente hacer algo.
        
         El camino fue largó, pero al fin estaba en casa, si se le podía decir así a aquella enorme mansión, llena de pinturas caras, pilares de marfil, de distintas texturas, pero siempre respetando aquel blanco perfecto, las amplias habitaciones, llenas de buen gusto y muebles caros, y en el sótano su adorado y preciado laboratorio malvado.
Un suspiro de cansancio salió del gótico, abrió la puerta y se encontró con lo que siempre encontraba...nada, absoluta mente nada, ni un sirviente y ni un familiar o mascota.
Esa enorme y aparente mente perfecta mansión, tenía un defecto, un defecto que el genio malvado notaba a diario.

        Soledad, una soledad a la cual el pelirrojo se acostumbraba de manera peligrosa.
Entro a rastras en la mansión, con el cansancio de sus pasos se fue quitando la húmeda y empapada ropa, lo frío de la ropa hacia erizar su piel albina. Estaba expuesto por completo sólo sus bóxers cubrían lo necesario, para no estar desnudo en medio de los pasillos.
       
        Sus pasos hacían eco en los amplios y altos pasillos, abrió la puerta de la única habitación de la mansión que rompía con el esquema de elegancia y perfección. Al entrar en dichoso cuarto, encontrabas colores oscuros, desde negros opacos hasta los rojos más brillantes, sólo unos pocos detalles blancos permanecía , el suelo estaba lleno de planos y bolitas de papel, un poco de ropa por aquí y por allá, pero algo extraño había y era que la cama estaba tendida de manera perfecta, contrastando en aquel desorden.

        El gótico se acercó a su cama y sin ninguna resistencia se dejo caer en la cómoda y suave cama.
-estoy arto- soltó sin miedo a ser escuchado por alguien
-odio estas derrotas sin, sin sentido- su voz sonaba deprimida y sin ánimo alguno.

        El sentimiento de ser inútil en todo lo empezaba a invadir, en su mente pasaba una y otra vez sus derrotas contra los monjes, las burlas de Wuya y la mirada de desdén de la persona que más admiraba, sus ojos filosos y de color dorado, llenos de indiferencia hacia él, y sus gestos sin querer tomarlo en cuenta.
Su pecho sentía una presión, una que era producto del dolor y estrés. El estar acostado solo provocaba que los  golpes que había recibido de los monjes, hace unas horas se hicieran presentes, los recuerdos y las burlas comenzaban a hacer eco en su cabeza.

-ya no más- se dijo con rendición y un poco de desesperación.
-ya no más, por favor- se repitió una vez más, antes de hacer se un ovillo en su cama.

        El sueño lo había dominado por completo, la oscuridad dominaba en toda la gran mansión, las horas de silencio y dolor del pequeño Spicer siguieron, hasta que la alarma de un nuevo shen gong Wu  se activó. El pitido estruendoso no se detenía, aquel irritante sonido lo hizo levantarse y mirar con odio la pantalla de su reloj; aquel reloj que había modificado para ayudarlo en su estúpida búsqueda de los Wu.

-no quiero...- susurro con tristeza y de manera quejumbrosa.
-ya no...ya no más derrotas-grito mientras lanzaba el reloj a la pared con enojo y rabia.

        Un brillo inusual lo distrajo, los ojos rojos del albino miraron con curiosidad el brillo. En lo alto de una repisa, llena de polvo estaba lo único que hizo sonreír en ese momento al pelirrojo; unos trofeos de gran tamaño, con placas que decían primer lugar, unas  fotos con grandes científicos posando y sonriendo con un Jack más joven, había diplomas con títulos importantes.