Vienen

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—Solei... —La voz de Mortel suena a sorpresa—. ¿Qué haces aquí, en tu estado?

—Estoy embarazada, no enferma Mortel...

Él sólo sonrié, sabe que soy una terca y que no hay palabra alguna que me haga cambiar de opinión, no se le va a ocurrir enviarme a casa, no es para nada tonto. 

—¿Los niños se encuentran bien? —pregunta mientras se lleva las manos a los bolsillos.

Siempre elegante, ni el día entero encerrado en el calabozo lo desaliña. Veo a Guasú tras él, ella me sonríe de forma amable y pasa a su forma humana, mientras levanto una mano para saludarla.

—Sí, bueno, bien es una forma de decir, no he visto a Luriel desde que se fue con Orkias a tu casa...

—Con los cambios de humor que tiene, me imagino que Orkias lo debe estar padeciendo. 

—No lo dudo. Pero... ¿Cómo estás tú?

—Con ganas de salir de aquí y destruir a todo aquel que me haya puesto esta trampa —Se acerca a los barrotes y luego susurra—: Los pora dicen que no saben quién es exactamente, pero están seguros de que es alguien muy cercano a nosotros el que elaboró este plan. Por supuesto, a parte de Coral, Daniel, Danae y el agentucho ese. 

—Sí, tuve un encuentro desagradable con él... —digo mientras comienzo a frotar mis dedos, de nuevo alguien intenta someterme a un possesionem. 

—Te noto tensa, ¿Fue a caso Ross el que te puso así?

—¿Por quién me tomas Morte? No, es que siento que me quieren hacer un possesionem, no identifico el tipo, eso sí, se siente muy lejano, muy tenue, pero a pesar de que parece débil, siento como que lo está ejecutando alguien fuerte. 

—Ven, tráeme tu mano. 

Me acerco a Mortel, y pasa su dedo pulgar sobre la palma de mi mano. Los Gianti no sólo son famosos por ser adinerados, elegantes, e inteligentes, sino que su fama radica en ser descendientes de brujas y hechiceros poderosos, hay mil leyendas alrededor de ellos, y no las puedo confirmar todas, pero sí puedo decir que son demasiado poderosos, tanto que son un peligro para ellos mismos a veces. 

Mortel sigue explorando mi mano, como intentando buscar un objeto, un relieve en ella. Me siento un poco incómoda así que decido hablar. 

—Tu hermano me ha dicho que van a poder sacarte quizás mañana. 

—Sí, eso mismo me lo hizo saber. Por suerte, están descartando las pruebas fabricadas. Me alivia un montón eso. —responde.

El silencio se hace .de nuevo entre los dos, él continúa acariciando la palma de mi mano con su pulgar, su frente se frunce de repente y Guasú se acerca a él para observar también. Ambos intercambian miradas, como si acabaran de descubrir que algo no está bien. 

—¿Qué ocurre? —pregunto preocupada cuando la puerta del pasillo se abre y el oficial de policía ingresa a la habitación. 

—No te lo están haciendo a ti... —responde Mortel

—Lo estan haciendo para los Arikú...—completa Guasú—. Debes advertir a Orkias, debe proteger su sangre.

¡Mierda! entre todas las noticias horribles que podrían darme esta es la peor.

—Bien, voy a llamarlo ni bien salgo de aquí. —digo

—Ok, mejor vete ya, no deberías exponerte demasiado ¿Ok?

—Nos vemos, seguro que mañana ya en libertad. Igualdad y respeto.

—En cuerpo y alma —susurra.

Volteo para salir de la habitación y el oficial me está esperando para acompañarme a la salida. Lo sigo, ambos vamos en silencio, pero de reojo no puedo evitar ver el humo negro que se expide de su boca en el plano astral. ¡Carajo! tiene un mata abeja dentro. 

Levanto la vista y la puerta del fondo del pasillo está cerrada. Las puertas de las celdas se abren de repente, menos la de Mortel. Los reos, todos con el sello del humo saliente de sus bocas nos rodean. El oficial intenta tomarme del brazo, pero logro invocar una corriente de aire que lo empuja junto con los prisioneros que vienen a atacarme. 

—¡Solei! Pide un favor al señor de la noche —grita Mortel, yo niego, en lo que vuelvo a atacar esta vez de nuevo con fuego. 

—Si me escapo, tendrán excusas para mantenernos aquí más tiempo. —respondo. 

Otro preso se acerca a mi con una navaja en la mano, pero Guasú y Pitogüé logran detenerlo. Me ocupo por llegar hasta la puerta y llamar a alguien, esa es mi prioridad. Intento no usar tanto mi energía, para no agotar a los bebés, pero cada segundo me es más difícil detener a los reos. 

Un par de ellos se acercan a mi y se abalanzan directo a mi vientre, pero terminan levitando en el aire y cayendo de golpe al suelo. Mortel los detuvo a tiempo.

¡Mierda! ¿Cómo es que se volvieron tan fuertes? 

—Ehapy chupé tatape —digo mi invocación cuando un prisionero me toma del cabello, con esto logro hacer que su cuerpo arda en fuego, gracias a ello, se activa el alarmas de incendios, por lo que la puerta se abre de inmediato.

El agente Ross ingresa con varios oficiales y reducen a los rebeldes, yo soy retirada del recinto de inmediato por un joven quien me toma de la mano, no me da tiempo de apreciar su apariencia física, sólo corro con él hasta otra dependencia, cuando abre la puerta de la habitación me deja pasar y la cierra detrás de mi. 

Ahora estoy confundida, no sé que pasó, no sé a donde me trajeron, el corazón da brincos y el aire me falta, los bebés se siguen moviendo y un dolor intenso se cierne desde arriba de mi vientre y recorre hasta mi piso pélvico. 

<<No, ahora, por favor>>

A medida que escucho los sonidos de la pelea que pasa afuera, el dolor se hace más presente, las contracciones no se detienen, y siento que mi presión está por las nubes. 

—Solei... —dice Pitogüé acercándose a mi —: estás...

—Shhhh no lo digas —Me apoyo contra la pared, cuando la puerta se abre y veo pasar al agente Ross, está por hacerme preguntas, pero al escuchar que un grito se escapa de mi, su rostro cambia por completo. 

—No puede ser —dice en un tono desesperado— ¡García, oficial García! deje que otro se encargue de llamar a las ambulancias... debemos llevar a esta mujer al sanatorio, ya, ¡Vaya por la patrulla!

—Solei... —vuelve a decir Pitogüe—, Voy a avisar a Orkias... 

Solo me limito a mover la cabeza. Intento tranquilizarme, pero nada de las respiraciones ayuda, mucho menos cuando el sonido de la fuente rompiéndose y la sensación líquida que recorre mi pierna me avisan que ya vienen, y nada, en absoluto los va a detener.

—¡Carajo! —Suelta Ross—, esto no es para lo que me contrataron...

—Creame agente Harvey, no es que esté muy feliz de que usted sea testigo del nacimiento de mis hijos. 

—Tiene suerte de que ellos la están salvando, no tiene idea del interrogatorio del que se zafa. 

—Mejor cállese y lléveme al hospital. —reclamo en lo que él se apresura a ayudarme. 

No, estás no son las condiciones de parto feliz y relajado que estaba planeando para mis bebés. En fin, solo respiro, y me centro en no pensar más nada que ver de hacer lo que la madre de Orkias me enseño, ni bien nazcan los Arikú voy a tener que activar el Nole me tanguere. No voy a permitir que le practiquen ningún possesionem a mis bebés. ¡Malditos mata abejas!

Los secretos de La Colmena  [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora