Amore aeternus

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Mis manos aprietan con fuerza la medalla de honor que era de Itae

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Mis manos aprietan con fuerza la medalla de honor que era de Itae.

Apoyo mis labios a la abeja que sobre sale de la moneda de oro y dd nuevo comienzo a sollozar. No hay nada en esta vida que odie más que el sentimiento de pérdida, esa impotencia que se genera en medio del pecho, recordándome de que ya no va a estar ahí la persona que amo.

Lo triste es que la emoción ya me es familiar, ver a mi familia morir, había sido un tatuaje en fuego marcado en mi corazón, pensé que nada en esta vida volvería a compararse con ello, sin embargo aquí estoy, intentando contener mi odio hacia la vida misma.

Cuanto tiempo perdido, cuantos besos sin dar, cuantas palabras sin decir. Itae se fue, y llevo mi alma con él. Me tiro de rodillas sobre el pasto, y el llanto se hace sonoro, al recordar todas las veces que lo rechace que lo hice sentir mal, o que le quité la sonrisa del rostro por ser un obstinado de mierda, y lo peor es que nunca le dije que lo amaba, se fue sin escucharme, sin saber que observaba como su piel blanca se ponía roja con el simple roce de mis dedos en cada entrenamiento.

Cierro mis ojos y la escena macabra se repite una y otra vez en mi mente, puedo escuchar aún el sonido sordo de su cuerpo cayendo contra el piso, y su último aliento escapar y mi alma romperse en mil pedazos con aquel grito desgarrador.

Esa mañana había sido nuestra, habíamos tomado la decisión de hablar con Cenit por la noche, y aunque nos odiara por lo ocurrido, por lo menos supiera la verdad. O al menos era lo que deseábamos.

Respiro profundo, separo la medalla de Itae y recuerdo el último día de clases del año pasado, como siempre, nos superó a todos en las calificaciones, sus notas de practica y tutoria fueron altísimas, por lo que Orkia le entregó esto, el máximo honor.

Cuando bajó del escenario, vino hasta mi, y me lo entregó en las manos, fue la primera vez que me di cuenta que él estaba realmente enamorado de mi. No hubo necesidad de que me diera una razón por la que me cedió semejante premio, simplemente, quería demostrarme que le importaba.

—¿Por qué te recuedo tan bien ahora que ya no estás? Esto es doloroso e injusto, no, no debería ser así, no quiero que duela. Necesito que en mi  corazón haya odio, y ganas de vengarte, no este vacío.

Aprieto la medalla en mi mano, hasta que el dolor se hace consciente en mi piel, respiro profundo, e intento detener las lágrimas, imposible, no las puedo controlar.

Me pongo de pie, con rabia en el corazón, recuerdo la última vez que estuvimos aquí y me enfrentó, la noche en que me hizo comprender que si quería ser feliz debía admitir quien era. Suelto un grito desgarrador, y este se funde en el bosque, silenciado hasta al último grillo que cantaba en la noche. Con enojo arrojé la medalla, mientras gritaba una y otra vez, para ver si mi pecho dejaba de doler, pero nada traía resultados para mi.

Comienzo a golpear los troncos de los árboles, causando que mis puños se lastimen, abriendo heridas en la piel, porque el resto me daba igual, yo solo quería que la amargura de mi ser desapareciera.

Los secretos de La Colmena  [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora