Precaución

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Mirando las flores de jazmín en el jardín de la abuela, mi mente parece estar corriendo, llena de ruido, como si no pudiera definir cómo me siento de verdad

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Mirando las flores de jazmín en el jardín de la abuela, mi mente parece estar corriendo, llena de ruido, como si no pudiera definir cómo me siento de verdad. 

Acaricio los pétalos y las flores del matorral para que mi piel se impregne del aroma que me recuerda a Iracema, llevo la mano hasta mi nariz y aprecio cada nota del olor. 

—¿Estás bien nené? —La voz de la abuela me obliga a voltear, sacudo la cabeza de forma negativa, aunque escucharla que me llame así activa un montón de buenos recuerdos.

—No tata, la verdad es que me siento... abrumado, como si mi cabeza no parara de girar...

—Y un terrible abismo se pronunciara en medio de tu pecho. 

Sus palabras se instalaron en el lugar justo, así me siento, como si tuviera un hueco gigante y no puedo comprender su origen. 

Mi abuela me hace un gesto para seguirla, obedezco y a pasos rítmicos y relajados caminamos en el jardín, mis pies en el pasto generan un sonido muy placentero, al igual que las pisadas de mi tata. 

—No saber que te agobia es un problema Luriel.

—Lo sé... —respondo mirando al suelo.

—Pero saber su origen y no enfrentarlo es peor. 

Levanto la vista para encontrarme con los ojos marrones de mi abuela, ella sabe perfectamente que es lo que pasa en mi cabeza, claro, una descendiente de Evanora, lo había olvidado, las brujas tienen la habilidad de ver a través de nosotros. 

—Sé que puedo reconocer el origen de esto, pero no quiero enfrentarlo abuela, con tan solo aproximarme a ello, me siento terrible, sería mucho peor toparme con el dolor. 

Mi abuela pone su mano sobre mi rostro y me brinda una sonrisa comprensiva, luego me toma entre sus brazos, y yo acepto el gesto, mientras acaricia mi cabeza, escucho sus latidos, los cuales me tranquilizan y dan mucha paz, como si acabara de inyectarme algún tipo de relajante. 

—Nené, dejame decirte que estás equivocado, porque si tú te enfrentas ahora al dolor, será más fácil de sanarlo, a que cuando este sea más grande, creeme, Luriel, sé de lo que te hablo. 

—¿Ya despertó Hisa? —pregunto separandome de mi abuela y tratando de desviar el tema, sí, quizás tenga razón, pero no estoy preparado ahora mismo. 

—No —responde soltando un suspiro —, aún está durmiendo. 

Mi abuela busca mis ojos, pero los esquivo, la verdad es que me da miedo, mucho miedo tener que hablar con ella, o con cualquiera, es más, en mi cabeza he comenzado a crear excusas para no volver a terapia con Yael, pero nada es suficiente, pues en el fondo sé que es necesario. 

—Cuéntame nené ¿Qué se siente ser el Cario? —pregunta orgullosa —: El Gianti que protege al panal. 

—La verdad que es genial, tener acceso a tanto poder, aunque aún no lo sepa usar de forma correcta, me emociona que puedo ir aprendiendo más, y ni que decir saber que tengo a La guerrera de mi lado. 

Los secretos de La Colmena  [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora