Perdedor

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Sonrío, mientras doy un golpe a una de las cazadoras,  y esta cae al suelo

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Sonrío, mientras doy un golpe a una de las cazadoras,  y esta cae al suelo. Daniel está aquí.

Invoco a mi espíritu guerrero.

—Eju... Guasúpuku

Delante de mi aparece mi siervo del pantano, en su forma humana, cubierta de plumas, característica de una guerrera, ella siempre elegante con su arco y flecha en la espalda, la piel morena y la pintura en su rostro, dispuesta a la guerra.

—Igualdad y respeto —saluda llevando su mano al pecho, y al segundo girando para disparar una flecha a un monstruo de arena que se acerco a ella —. ¡Es raro que me llames, Cariem!

—Necesito encargarme de algo... y vas a poder ayudarme con esto.

—Bien ¿los mato?

—Alejalos, pero si no se retiran, no seas compasiva... ahh ten cuidado con...

Cuando estaba por advertirle ella ya estaba apuntando al cielo a un monstruo de aire y los desintegra con una flecha.

—Monstruos elementales... —habla ella y el tembetá que está en su labio brilla con el reflejo del sol —. No te preocupes hechicero, yo me encargo.

—No tengo dudas.

Me alejo de ella cuando vuelve a tirar una flecha está vez delante de mi, dando a un monstruo de fuego, volteo para agradecerle, mi espíritu solo agacha la cabeza y continúa con lo suyo.

Yo camino entre el la humareda, la luz y los cuerpos danzantes en medio de la lucha, me cruzo con Mainó que está prácticamente doblegado a sus contrincantes al igual que Anastasia, quien se ve más que complacida por estar luchando, al fin y al cabo es lo que ama esa chica. Pelear y ganar.

Mi campo de visión es una mezcla entre mis pasos y los pasos de Daniel, él no va con rodeos, su objetivo es claro, y el mio también.

Thalia está flotando en el aire, conteniendo la batalla lejos del castillo, se ve hermosa, rodeada de tanta luz, poderosa y peligrosa, todo lo que una bruja auris debe trasmitir, ella lo trasmite.

Daniel se pone tras un árbol y con rabia observa a la bella chica,  toma un cuchillo de su bota, y sé que es lo que quiere hacer, pero no lo va a lograr.

Levanta la mano en el aire, y cuando está por arrojar el puñal, yo lo sostengo de la muñeca.

—No pensabas lastimar a mi esposa ¿O sí?

Daniel me mira con asco, pero una sonrisa se dibuja en su rostro intenta atacarme, pero cada golpe es anticipado, puedo escuchar hasta como en sus pensamientos arma la coreografía de su ataque que termina siendo bloqueado.

Los secretos de La Colmena  [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora