7. Raven la deslumbró con una impresionante sonrisa cuando abrió la puerta. Parecía realmente excitada y llevaba una bolsa colgando de su mano. Entró sin que ella le diese permiso, desabrochándose el abrigo. —Cuéntamelo todo… vamos, vamos —pronunció con urgencia.
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Clarke suspiró y le indicó con un movimiento de cabeza que le siguiese. Pluto salió a su encuentro, realizando un baile especial para ella que consistía en derrapar por todo el comedor y acabar estrellándose contra sus piernas. —¡Hola, Pluto! —gritó Raven loca de contenta haciendo que el animal se pusiese más nervioso aún, girando sobre sí mismo. Luego miró a Clarke mientras rascaba la cabeza delperro—. ¿Dónde está la maciza? En ese momento, Lexa salió de la cocina con paso tímido.
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Raven le miró directamente y dejó caer su mandíbula. —Madre de Dios —susurró totalmente impresionada. Lexa arqueó una ceja y luego miró sin comprender a Clarke, la cual parecía abochornada—. Hola —dijo realmente feliz dirigiéndose a ella—. Soy Raven, la mejor amiga de Clarke. —Le tendió la mano. Lexa volvió a mirarla sin comprender. Raven apartó su mano cortada y dio una palmada—. Bien, así que… que has pasado aquí la noche —pronunció con una sonrisa algo tirante, pues estaba luchando por no caerse de rodillas y comenzar a adorarla. Clarke puso los ojos en blanco y fue hacia ella cogiéndole de la mano. —¿Te acuerdas de lo que hicimos ayer después de salir de fiesta? —Sí, fuimos a la… —Sí. —La cortó para que no pronunciase el nombre de pitonisa, aunque ayer ya lo había dicho y Lexa no la había comprendido—. Pues da la casualidad de que tal y como te dije ayer por la noche Lexa estaba tirada en mi jardín, aunque tú no me creíste. —Ahhh… —dijo ella realmente divertida. Luego miró a Lexa— ¿Tú también te pasaste con las copas? —Lexa volvió a inclinar una ceja y se cruzó de brazos observando a las dos. —Oh, nena… mira qué músculos —susurró Raven, que se llevó un codazo de inmediato por parte de Clarke. —Ella… no salió de copas —acabó diciendo. Lexa no comprendía nada de lo que decían, se limitaba a mirarlas confundida—. Ella no es bien bien de aquí. —¿Es de lejos? ¿De muy lejos? —preguntó Raven entusiasmada. Estaba claro que recordaba lo que la pitonisa había dicho sobre que llegaría una persona de un lugar lejano—. ¿Eres piloto? —preguntó hacia ella. —Escucha —gritó Clarke haciendo que se centrase, luego se pasó una mano por su rostro, angustiada—. Cuando le vi en mi jardín iba vestida de escocesa, llevaba una pistola y una espada antigua… —Qué currado, ¿no? Ella gimió y luego alzó una mano hacia ella. —Por favor, Lexa, ¿puedes decirle de dónde eres? —De aquí, de Escocia. —Ea, producto nacional —comentó Raven. —¿De qué época? —insistió Clarke. Lexa se encogió de hombros. —Mil setecientos cuarenta y cinco. —Y lo dijo con toda la naturalidad del mundo. Raven le miró y se echó a reír al momento. —Qué bueno, tía… —Estaba claro que no se creía nada. —¿Bueno? Señora, no sé por qué se ríe, para mí no es nada bueno —reaccionó enfadada por la actitud de la muchacha, lo que hizo que Raven dejase de reír y le mirase seriamente, luego observó a su amiga. —Caray con la escocesa, menudo genio tiene —pronunció a la defensiva. —Eh, eh… centrémonos —suplicó Clarke. Cogió a su amiga por los hombros y la hizo girarse para que la mirase—. Escúchame bien, Raven, necesito que me escuches atentamente. —Que sí, que sí… —Está diciendo la verdad —pronunció como si estuviese asustada—. ¿Recuerdas las cosas que dijiste en aquella conversación que tuvimos en ese local… lo del caballo… ejem…? Lexa inclinó una ceja al escuchar aquello. Parecía que ellas hablaban de algo que no querían que ella supiese. Raven la observó durante unos segundos y luego miró a Lexa. —¿Estás de broma? —preguntó Raven mosqueada. —¿Te parece que estoy de broma? —preguntó esta vez ella en tono jocoso. Volvieron a mirarse fijamente y luego Raven se volvió hacia Lexa, observándole de arriba a abajo, inspeccionándola totalmente, aunque aquel escrutinio no pareció ser del agrado de Lexa. —¿Quiere que me quite la ropa para que pueda observar mejor?—preguntó enfadada por la forma en la que le miraba. Clarke volvió a hacerla girar hacia ella, estaba claro que Lexa no conocía a su amiga, podía apostar a que le daría una respuesta afirmativa si contestaba. —Escucha Raven, yo tampoco me lo creía, pero tiene sentido. Es más, Lexa… —Le señaló—, se encontró con una bruja en el bosque que le hizo repetir unas frases sobre la búsqueda del amor, del alma gemela, ¿sabes? Raven la miraba impresionada. —Estás hablando en serio —susurró hacia ella. —Sí, muy en serio. Ella dio un paso hacia atrás, inspeccionándola de nuevo, lo cual hizo que ella resoplase. —A ver… —pronunció Raven señalándola, realmente pensativa— ¿En qué año dices que naciste? —En mil setecientos diecisiete. —Pues te conservas muy bien —dijo divertida, iba a seguir hablando cuando Lexa la interrumpió. —Verá señora, no sé lo que pretende con esa pregunta, pero puedo asegurarle que no sé lo que hago aquí. Tal y como le dije a Clarke, venía de una batalla en Inverness de la que pude salir con vida, me dirigía a mi hogar cuando tuve que huir de los casacas rojas. Llevaba varias horas huyendo hasta que caí del caballo, agotada, y poco después una bruja me encontró. Me dijo que repitiese unas frases, que toda mi vida cambiaría. Me dio a beber una poción y me mareé. Cuando desperté me encontraba aquí recibiendo mucho amor de este perro. —Ves como alguna copilla sí que había caído… —Se burló de ella—. ¿Y qué hacían los casacas rojas persiguiéndote? Clarke intervino de nuevo. —Es Escocesa, en esa época… —¡Eso no es de su incumbencia! —Le cortó Lexa atrayendo una mirada inquieta por parte de las dos. —Pues yo creo que sí que lo es… —siguió Raven—. Acabaste en el jardín de mi amiga. —Le señaló con el dedo, pero Clarke le cogió la mano para que dejase de señalarlo y volvió a darle la vuelta hacia ella algo molesta—. ¿Y si es un delincuente? —protestó su amiga hacia Clarke—. ¿Y si está drogada y se cree que los casacas rojas eran en realidad un coche de policía persiguiéndole…? —No sigas por ahí. —Le cortó Clarke. —¿Pero qué os pasa a todas las mujeres de este siglo? —preguntó Lexa desquiciada, alzando sus manos hacia el cielo. —Eh —Le señaló también a ella—. Tú tampoco sigas por ahí… ya lo te lo expliqué muy bien ayer. —Respiró hondo e intentó calmarse de nuevo—. Veamos —continuó hacia Raven—, creo que ambas ya sabemos lo que ocurrió ayer, y los requisitos que tú pediste… —¿De qué habláis? —interrumpió Lexa, pero ambas lo ignoraron —No creo que sea tan descabellado —siguió Clarke—. Me explicó su historia, coincidía. Raven la miró atenta mientras miraba de forma furtiva a Lexa. —Está bien —dijo encogiéndose de hombros— ¿Y si fuese verdad? ¿Y si viniese del pasado? ¿Cómo pretendes que yo te ayude? Ella se removió nerviosa. —Había pensado en ir a hacer una visita a nuestra amiga —dijo con los labios apretados. —Ahhhhh —pronunció divertida—. Ya veo. —Ayer volví y estaba cerrado. —Hoy es sábado. —Ya lo sé —protestó ella, acto seguido cogió la bolsa que aún colgaba de la mano de Raven—. ¿Es la ropa que te he pedido? —Sí, es lo único que he encontrado. Se la pasó directamente a Lexa. —Cámbiate de ropa, vamos a salir. Lexa resopló dejando la bolsa sobre la silla, acto seguido comenzó a quitarse la camiseta apretada, ante la mirada sorprendida de ambas. —¡Aquí no! —gritó Clarke—. ¡Ve al aseo! Lexa resopló, como si estuviese agotada. Cogió la bolsa de malos modos y se dirigió a la planta alta ante la atenta mirada de las dos, las cuales no apartaban la vista de aquella musculosa espalda. En cuanto desapareció por la puerta Raven se giró hacia ella. —¿Para qué le dices que se vaya? —protestó. Clarke colocó las manos en la cintura. La miró con cara de enfado y la señaló. —Esto es culpa tuya. —¿Culpa mía? —protestó divertida—. Oh, vamos… ¿de verdad crees que puede ser verdad? —Raven —pronunció amenazante mientras se acercaba a ella—. Me explicó la misma historia que vivimos ayer, solo que en otra época. Iba vestida de escocesa, por Dios, y no con tela barata de una tienda de disfraces. No, ropa de verdad. —Luego señaló hacia el armario—. Tengo una escopeta y una espada del siglo dieciocho guardadas en ese armario. Tú pediste que supiera montar a caballo, que supiese luchar, que fuese una persona fiel y de palabra. —Se pasó la mano por el rostro—. Estaba realmente asustada, de verdad. Sé cuando una persona miente, y Lexa dice la verdad. Ella la miró fijamente y se encogió de hombros. —Bueno, ¿y qué si fuese cierto? Tendrías a una buenorra gracias a mí —volvió a gemir—. Clarke, ¡está buenísima!—. Luego la miró con rostro interrogativo—. ¿Seguro que no hiciste nada anoche con ella? —Y le sonrió con sorna. —¿Estás loca? —Eh, que vestida de escocesa tiene que dar un morbo impresionante…. —¡Calla! ¡Calla! ¡Calla! —pronunció desquiciada—. ¿Es que no te das cuenta de lo que hemos hecho? —¡Eh! A mí no me metas en esto. El conjuro era para ti, tú lo pediste… y desde luego tuviste que pedirlo con muchas ganas. —¿Que no te meta en esto? —protestó—. Tú pagaste. Tú fuiste la que me llevaste a esa tienda para… —¿Pero de qué te quejas? ¿Estás tonta? ¿Es que no has visto a esa mujer? Por Dios, aunque esté loca… ¡está de rechupete! —Eso no tiene nada que ver con lo que te estoy diciendo. —Le señaló, lo cual hizo que su amiga sonriese aún con más énfasis. —Así que admites que está buena. —¡Raven! —gritó extendiendo los brazos hacia ella—. Ciega no estoy. —¿Pues por qué te quejas tanto? —gritó esta vez su amiga—. Por lo que ella dice, hizo un conjuro también, parece que ha de ser ser cosa de dos, ¿no? Así que tú hiciste un conjuro, ella hizo otro y os unieron. —Luego pestañeó repetidas veces— ¡Qué bonito! Es como una de tus novelas románt…. —Arrrrggggggg…. ¡Quieres dejar de decir tonterías! ¿Es que no te das cuenta del lío en el que nos hemos metido? —¡Eh! ¡Calma! Yo no veo el lío por ningún lado. —¿Y si hemos alterado el pasado? ¿Y si esto influye en el futuro? —En tu futuro seguro —rió—. Anda que… —pronunció Raven—. ¿Era una general importante? ¿O algo así? Ambas se quedaron mirando hasta que Clarke se encogió de hombros. —Mmmmm… no lo sé. Me ha dicho que pertenecía al clan Kom Triku. —¿Y no le has investigado? ¿No has buscado por internet? Aquello le pilló desprevenida. ¿Cómo no había hecho eso antes? —No, pero tengo que hacerlo —pronunció reflexionando. —Pues claro que tienes que hacerlo. Pero vamos, creo yo que no puede haber alterado mucho el pasado, pues que yo sepa todo sigue igual que antes, ¿no? Si se hubiese tenido que alterar algo ya hubiese ocurrido. —Al momento escucharon como Lexa bajaba las escaleras. Le vieron aparecer. Raven le había traído unos tejanos, que también le iban algo cortos, unas deportivas y un jersey azul oscuro, el cual le iba también un poco estrecho y las mangas cortas. Se acercó un poco más a ella—. También pedí que fuese una buena amante, ¿recuerdas? —le susurró muy bajito. Aquello hizo que Clarke diese un fuerte pisotón a su amiga, la cual gritó y comenzó a dar saltos a la pata coja. Pluto que la vio, se unió a la fiesta, dando saltitos alrededor de ella. Lexa se colocó frente a Clarke y lanzó una mirada extrañada hacia Raven, que se quejaba mientras daba saltos por el comedor con una sola pierna. Sonrió al ver que Pluto la seguía. —¿Está bien? —preguntó a Clarke. —Sí, está perfectamente. —Fue hacia su mesa, cogió su bolso ante la mirada amenazante de Raven—. Vamos a ver si está abierto el local de ayer, la mujer que te puede ayudar trabaja allí. Si está cerrado iremos a comprarte algo de ropa. Habían cogido el vehículo de Raven e ido al centro del pueblo. Tras pasar por el local de la pitonisa y ver que tenía la verja echada, intuyó que hasta el lunes no estaría abierto. Se dirigieron al centro comercial más cercano. Le había comprado unos zapatos sin cordones, los más baratos que había, pero que según Lexa le eran muy cómodos. De hecho, cualquier cosa hubiese sido mejor que las botas que llevaba. Habían entrado en una tienda de ropa y ambas se habían movido rápidamente por ella. Lexa parecía bastante descolocada en aquel lugar, miraba a todos lados. Le habían dado un par de pantalones, un par de camisas, un par de jerséis y le habían dicho que fuese al probador. Clarke volvió a llamar a la puerta del probador. —¿Te va bien? Lexa abrió la puerta mientras se bajaba el jersey. Ambas lo miraron impresionadas. Los pantalones tejanos le quedaban perfectos. Al fin tenía unos pantalones de su talla. El jersey negro se ajustaba a su cuerpo lo justo para marcar una figura musculosa, fibrada. —Creo que sí —pronunció mirándose en el espejo. Era extraño verse con aquellas ropas—. Pero es un poco incómodo. —Claro, acostumbrado a ir suelto como soléis ir —susurró Raven con una sonrisa pilla—. En plan comando —bromeó. —¿Qué? —preguntó Lexa. —¿Te has probado los otros? —interrumpió Clarke abochornada. —Sí, me quedan igual. —Los señaló. Los otros eran de un azul un poco más claro. —Pues pruébate alguna camisa —dijo cerrando la puerta de nuevo. —¿Crees que no lleva calzoncillos? —Estoy segura. —Luego se echó a reír. Puso los ojos en blanco—. Creo que voy a comprarle un par. Acto seguido se fue del probador dejando a Raven al cuidado de Lexa. Fue hasta una estantería donde había ropa interior masculina y cogió unos cuantos. No pudo evitar fijarse en las fotografías de los modelos que los anunciaban. Podía apostar que Lexa debía de tener el mismo cuerpo. Cogió un par de calzoncillos oscuros y fue hacia el probador. Cuando llegó, Lexa tenía la puerta abierta mostrándole cómo le quedaba la camisa, una camisa azul cielo. Clarke caminó hacia allí observándole. Lo cierto es que ella era mucho mejor que aquellos modelos. Era impresionante, y tenía claro que no era la única que lo pensaba, pues pudo observar de reojo como un grupo de chicas jovencitas un par de probadores a la derecha no le quitaban el ojo de encima. Chasqueó la lengua y la empujó metiéndolo de nuevo al probador. Lexa arqueó una ceja al ver su gesto pero no hizo nada y se dejó conducir. —Toma. —Le dio las cajas. Lexa las observó. —¿Y esto? —Irás más cómoda. Póntelo por debajo del pantalón. —Acto seguido cerró de nuevo la puerta y miró a Raven explotando en una carcajada. Al final fueron dos pantalones, una camisa, dos jerséis, unos zapatos, tres piezas de ropa interior y una chaqueta. Cuando puso el número secreto de su tarjeta de crédito para que le cobrasen se aproximó a Raven. —Me ha salido bien caro el conjuro —pronunció ante la atenta mirada de la vendedora. Raven permanecía apoyada contra el mostrador, sin perder de vista a Lexa que se encontraba unos metros alejada, observando unos maniquíes que llevaban una ropa muy ajustada de mujer. —¿Te has fijado en qué culo tiene? —bromeó de nuevo. Clarke suspiró mientras la vendedora le pasaba las bolsas con la ropa. —Raven, basta… —gimió—. Por favor. Ella le cogió la mano y la detuvo a unos metros de llegar hasta Lexa. —¿Qué pasa? Solo bromeaba —preguntó con cierta preocupación. Ella se removió inquieta. —Es que… Esto me está afectando. —¿A qué te refieres? —Pues ya ves. Hago un conjuro de amor y me traen a esta mujer hasta aquí. — Resopló—. Pedí a alguien que me quisiese, que me comprendiese… y mira, parece que se están burlando de mí. Una mujer del siglo dieciocho que piensa que las mujeres están supeditadas al hombre. —Yo no veo que tú estés supeditada, ni siquiera que ella lo intente —comentó ella—. Y no lo olvides, ella también hizo ese mismo conjuro de amor, ella también estaba buscando a alguien que le quisiera, y la han traído hasta aquí. Clarke le observó, en ese momento ella giró su rostro observándola y sonrió. —¿Y quién no iba a quererla? Con esa cara que tiene… —susurró Clarke. —Pues está claro que su mujer no le quería bien. Ella la miró directamente. —¿Su mujer? —¿No te has fijado? Lleva un anillo de casada. Clarke miró hacia su mano y efectivamente, un anillo plateado rodeaba su dedo corazón. —¿Está casada? —preguntó observándola. —Tampoco es de extrañar. Estoy segura de que las mujeres se peleaban por ella. Aquello la había dejado totalmente descolocada. Había visto aquel anillo pero no le había dado importancia, pero ahora que Raven lo decía, era cierto, lo llevaba en el dedo corazón y eso solo podía significar una cosa. Avanzó hacia él confundida, colocándose a su lado. —Esta es tu nueva ropa —pronunció entregándole la bolsa. Lexa miró en su interior y luego afirmó. —Gracias. —Bueno —pronunció Raven con una sonrisa— ¿Comemos algo por aquí? Apuesto a que Lexa no ha probado la comida china —bromeó.