capítulo 28

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28.
Clarke bajó del coche de Alycia, observando de reojo como ella también se bajaba para
acompañarla hasta la puerta.
Al menos, ahora parecía que no le daba pánico conducir. La tarde había sido increíble,
ya no solo porque ella había vuelto a aparecer en su vida, sino porque a la hora de volver a
la exposición había estado casi toda la tarde hablando con ella, explicándole datos
interesantes sobre el Clan Kom triku. Ella parecía entusiasmada con la historia, así que no
había dudado en narrarle todo lo que sabía.
—Vivo aquí —dijo buscando las llaves de su casa. Al momento, los ladridos de Pluto le
llegaron desde el interior de la vivienda.
—¿Tienes un perro? —preguntó al escuchar los aullidos del animal que parecía estar loco por salir al exterior.
Ella rio y abrió la puerta de su jardín atravesándolo, fue hacia la puerta de su casa, observando como Alycia parecía esperarla en la entrada del jardín.
—Pasa, no te preocupes —dijo mientras abría la puerta.
No hubo fiesta para ella. Pluto salió como un loco corriendo en dirección a Alycia, que
acababa de cerrar la puerta del jardín, y comenzó a dar vueltas a su alrededor, haciendo
que Alycia comenzase a sonreír ante los saltos de alegría del pequeño animal.
—Vaya, qué simpático —dijo agachándose para acariciarlo. Pluto se apoyó con sus
patas delanteras sobre las rodillas flexionadas de ella, intentando alcanzarle el rostro para
lamerle—. Y qué agresivo, ¿eh? —bromeó al ver el rabo del pequeño animal moverse a toda velocidad.
Clarke fue hasta ella con una sonrisa.
—Se llama Pluto —dijo agachándose para acariciarlo, pero Pluto parecía totalmente
emocionado con la presencia de Alycia, casi como si le hubiese reconocido.
Alycia volvió a acariciar la cabecita del perro y se puso en pie, colocándose frente a ella.
—Eres muy buen perro. —Le hizo un cumplido al animal—. Siéntate —bromeó, a lo que
Pluto se sentó al momento haciendo que Alycia riese—. Es obediente, eso está bien —volvió
a sonreír hacia el animal y luego se volvió hacia ella—. Lo he pasado muy bien esta tarde —
dijo con una sonrisa—. Normalmente suelo aburrirme bastante cuando tengo que ir a un museo —bromeó.
Ella rio.
—Sí, yo también. Lo he pasado muy bien.
Alycia volvió a reír cuando notó que Pluto volvía a poner sus patitas en su pierna
buscando desesperado sus caricias. Volvió a rozar su cabecita y miró a Clarke.
—Oye, te… ¿te apetece que mañana quedemos para cenar? Si no tienes planes o no
tienes nada que hacer, claro —apuntó rápidamente.
—Claro —dijo ella observando a Pluto. Volvió su mirada hacia Alycia y se fijó en sus
enormes ojos verdes. Tenía la misma mirada tierna que Lexa, las mismas facciones.
Alycia se puso firme de nuevo y dio un paso hacia ella, algo vacilante.
—Bien, pues… acabo mi jornada como hoy, a las siete de la tarde. ¿Te va bien si te paso
a buscar sobre las siete y media u ocho?
—Sí, a esa hora estaría bien.
Alycia afirmó con una sonrisa, sin apartar la mirada de ella. Notó como su corazón se
disparaba, como una necesidad de abrazar a esa mujer y besarla era superior a ella, pero se
obligó a dar un paso hacia atrás. No la conocía de nada, aunque ella sintiese lo contrario.
—Te daré mi teléfono —dijo dándole una tarjeta—. Cualquier cosa o si prefieres
cambiar la hora llámame. Si no, mañana a las ocho de la tarde estaré aquí.
Ella cogió la tarjeta y la observó.
—De acuerdo —susurró.
Alycia volvió a observarla y finalmente aceptó. Dio a Pluto una caricia en la cabeza y se fue hacia su coche.
Mientras se alejaba de la casa de Clarke no pudo evitar que una sonrisa inundase su rostro.
Condujo tranquilo por las calles de Fort William hasta el hotel que tenía reservado durante aquellas semanas.
Cuando le habían ofrecido ir a esa exposición, al principio se había negado, tenía
demasiado trabajo que hacer, pero al nombrarle que era en ese lugar, en Fort William,
había aceptado sin dudarlo. Recordaba que de niña su padre le había llevado a aquella
zona y le había encantado, se había quedado maravillada. Siempre le había atraído, como
si en su interior hubiese sabido que tenía que volver allí, que aquel lugar tenía algo especial.
No sabía si era una mera casualidad, pero la primera vez que había pisado Fort
William con ocho años había sentido la misma sensación que cuando había visto a Clarke.
Una sensación que jamás había podido olvidar.
¿Cómo podía sentir todo aquello tras estar apenas unas horas con ella?
Cuando aparcó delante del hotel resopló, pasándose las manos por el cabello,
despeinándose, y se apoyó contra el respaldo de su coche.
Aquello era una verdadera locura, era algo que no comprendía, pero aunque en cierto
modo pensase que había perdido la cabeza, en su interior sabía que ese era su destino, y
todo lo que había hecho en su vida lo había conducido hasta allí, hasta Ford William, hasta
Clarke. Era algo que no podría explicar, ni siquiera ella lo comprendía, pero jamás había sentido una necesidad tan grande como esa de estar con una persona.
Nada más cerrar la puerta de su casa se apoyó contra ella, rendida, notando como
una lágrima resbalaba por su mejilla. Lexa… o Alycia, así se llamaba ahora, había vuelto.
Comenzó a llorar desesperada, de alivio, de felicidad, de júbilo, dejándose caer sobre el suelo mientras Pluto la observaba ladeando su rostro. Dio unos pasos hasta ponerse a
su lado y apoyar su cabeza en su pierna, observándola.
Aquello era increíble. No lo había pensado hasta aquel momento. Lexa había reconocido a Rosilyn de una vida anterior. ¿Por qué ella no iba a volver a estar allí?
La sensación de volver a verle, la sobrecogía. Cuando creía que la había perdido para
siempre, que jamás volvería a verle, la encontraba.
Iba a levantarse para ir a su dormitorio a abrazarse de nuevo a su kilt, como había
hecho todas las noches de aquel último año, cuando el ruido del timbre comenzó a sonar
de forma atronadora en su comedor.
Se levantó asustada, pues no esperaba visitas a esa hora, pero cuando abrió la puerta y observó a Raven y a Rosilyn bajo el marco no pudo soportarlo más y rompió a llorar de emoción.
Rosilyn fue la primera que la abrazó mientras Raven entraba también en la casa,
recibiendo los saltos de alegría de Pluto.
—¿Es ella? —gimió Clarke aún abrazada a Rosilyn—. Dime que es ella… por favor —Lloraba sin cesar.
Rosilyn se soltó con ternura de ella, con una sonrisa.
—Los espíritus del amor son sabios, y buenos —dijo ella emocionada.
—Pero… cómo… ¿cómo es posible? —decía, mirando asombrada a las dos—. No lo
entiendo. ¿Por qué me trajeron a Lexa? ¿Por qué no a Alycia?
Raven chasqueó la lengua.
—Ya, creo que eso es culpa mía —susurró en un tono bromista—. Creo que no debería
haber dicho lo de que supiese cabalgar, luchar…
Clarke la miró sorprendida, pero tal era la alegría que sentía que en vez de intentar asfixiar a su amiga se abrazó a ella.
—Pensaba que jamás volvería a verla. Que la había perdido para siempre.
—Ella está aquí otra vez, es increíble —sonrió Raven abrazando a su amiga, luego se
separó cogiéndola por los hombros—. ¿Qué te ha explicado esta tarde?
Clarke iba a comenzar a hablar entusiasmada cuando cayó en la cuenta.
—¿Cómo sabéis que he estado con ella toda la tarde? ¿Y… cómo que venís justo ahora cuando ella se ha…?
—Os hemos estado siguiendo toda la tarde —respondió Raven sin darle importancia,
acompañando a sus palabras de un movimiento de mano.
—¡Raven! —gritó ella extendiendo los brazos hacia su amiga.
—¿Y qué más da? Las dos estábamos igual o más impresionadas que tú, teníamos
curiosidad. —Señaló a Rosilyn—. Va, explica.
Clarke suspiró pero luego sonrió.
—Ella… ella no sabe quién soy. No recuerda nada… pero dice que le sueno, que siente como si me conociera.
—¿Como no lo va a sentir? Se acostó contigo…
—¡Raven! —volvió a gritar abochornada al escuchar aquello.
Su amiga sonrió maliciosamente.
—Y… ¿vais a volver a veros?
Ella suspiró, y entonces una sonrisa llena de alegría se aposentó en su rostro. Hacía
más de un año que Clarke no sonreía con aquel brillo en su mirada.
—Mañana.
Raven comenzó a dar palmas de alegría.
Clarke se giró hacia Rosilyn, que aunque no era tan efusiva como su amiga, se mostraba también emocionada.
—Crees… ¿crees que debería decirle lo que ocurrió? Alycia se está volviendo loca porque dice que no sabe de qué me conoce.
—¡No! —gritaron las dos a la vez.
—Ni se te ocurra —continuó Raven.
—No puedes decírselo —le siguió con otro grito Rosilyn—. Ella no puede saberlo. Nunca.
—Clarke aceptó sin dudarlo—. Aprovecha la oportunidad —continuó con voz más calmada—.
Los espíritus os han dado una segunda oportunidad. Ella era tú destino, Clarke. No ella Lexa
de aquella época, pero sí la Alycia de esta —acabó sonriendo.
Alycia sonrió hacia los asistentes de aquella sala mientras aplaudían. Había sido una
conferencia de más de una hora. Gracias a las diapositivas que había preparado durante
toda la semana había hecho una de las mejores conferencias que había realizado jamás.
No había podido evitar observar a Clarke, en los asientos más alejados de aquella sala, escuchando con atención.
Había quedado varias veces con ella durante la semana que había estado en Fort William y, ahora, era ella la que se había desplazado a Glasgow para asistir a sus conferencias. Le gustaba el hecho de que ella demostrase tanto interés y pasión por todo
su trabajo. Aunque era la tercera conferencia suya a la que asistía ella escuchaba con el
mismo interés que la primera.
Volvió a agradecer con una sonrisa a todos los asistentes y bajó de la tarima.
La semana anterior no estaba segura de que ella fuese a verla el fin de semana, pero se había sorprendido y respirado tranquila cuando ella había acudido. Durante la semana
se habían llamado varias veces y se habían escrito mensajes. Si por ella fuese la hubiese llamado cada día, pero no quería ser pesada, aunque la mayoría de los días cuando no
mantenía el contacto con ella se notaba vacía.
Al menos, cuando le había ofrecido volver a Glasgow aquel fin de semana ella había
vuelto a aceptar. De todas formas, si ella no acudía ya se las ingeniaría ella para elaborar alguna excusa con la que volver a Fort William, pero ella había accedido de nuevo.
Caminó acercándose a Clarke mientras saludaba con un ligero movimiento de cabeza a
los asistentes que abandonaban la sala y se paralizó frente a ella.
—¿Mejor que la de la semana pasada? —bromeó.
Ella sonrió.
—Sí, mucho mejor. Me ha gustado más. Sobre todo por las fotos que has puesto. ¿Las has hecho tú?
—Sí. Me encanta tomar fotografías allá donde voy —explicó mientras cogía su
chaqueta y se la ponía. Miró su reloj de muñeca—. Las ocho de la tarde. ¿Vamos a cenar?
—Sí, pero si no te importa, me gustaría pasar un momento por el hotel para coger una chaqueta, hace algo de frío.
—Claro —aceptó mientras sacaba las llaves de su coche—. Así aprovecho y me cambio
de ropa también. Podemos cenar en un restaurante cerca del hotel.
Salieron de la sala de conferencias y caminaron por la calle, sorteando a las personas que iban en sentido contrario hasta donde había aparcado el vehículo, en la zona reservada para invitados.
—Parece que va a llover —dijo mientras encendía el coche.
Clarke se puso el cinturón de seguridad y miró al cielo.
—Sí. También podríamos quedarnos en el restaurante del hotel. Así no hay problema si llueve.
—De acuerdo —dijo mientras se incorporaba a la carretera.
El hotel que había reservado estaba a escasos quince minutos de la sala de
conferencias. Ella misma se había encargado de reservar habitación para Clarke las últimas semanas que había ido.
—Hoy he hablado con la inmobiliaria —explicó Alycia mientras torcía por una calle—. La
semana que viene iré a ver el piso. Me coge a diez minutos en coche de la universidad de Glasgow.
—Te irá perfecto para cuando comiences las clases el año que viene.
—Sí. Y… —tragó saliva—, así no tendrás que alojarte en un hotel cuando vengas a verme
—dijo con una sonrisa.
Aquel comentario hizo que Clarke notase como sus mejillas se encendían.
Durante la semana, cuando no había estado con Alycia, había pensado en qué harían cuando ella se fuese a vivir definitivamente a Glasgow por su nuevo trabajo. Su actual
residencia en Oban estaba más cerca de Fort William, a poco más de una hora y cuarto en coche. Pero Glasgow ya lo alejaba más de ella, a más de dos horas y media.
Pero aquella pregunta le había dado a entender que ella también se había planteado aquello.
No supo bien cómo reaccionar ante aquellas palabras, así que se limitó a sonreírle,
pero a Alycia no parecía dejarle tranquila aquella sonrisa.
—¿Vendrás, no?
Estuvo a punto de echarse a reír al ver su insistencia.
—Sí, claro.
—También puedo ir yo —dijo algo más relajada—. Podemos ir alternando —propuso.
—Eso estaría bien.
El hotel Blythswood Square se encontraba en el centro del mismo Glasgow. Un lujoso
hotel que contaba con todo lo necesario para hacer de la estancia un sitio inolvidable.
Aparcó el vehículo cerca del hotel justo cuando comenzaba a llover.
Corrieron bajo la lluvia, al menos, no habían aparcado lejos, pero cuando llegaron al hotel comenzaban a estar empapadas.
—Creo que sí, mejor cenamos aquí —comentó Alycia divertida mientras observaba como ella intentaba ponerse bien el cabello.
—Sí, porque yo he olvidado traer paraguas —dijo poniéndose a su lado.
—Yo sí que tengo en la habitación. Compré uno la semana pasada cuando me cogió la tormenta a diez minutos del hotel y tuve que venir corriendo.
Ella se echó a reír mientras Alycia apretaba el botón del ascensor.
—También podríamos aprovechar el spa esta hora que queda y luego cenar. Creo que
lo cierran a las nueve —dijo mientras se subía al ascensor pulsando el botón de la segunda planta, donde estaban sus habitaciones.
—Me parece genial. Fíjate —bromeó ella—, paraguas no he traído, pero bañador sí.
Alycia sonrió mientras el ascensor ascendía. Tenerla allí, a su lado, le causaba unas
sensaciones que no había conocido antes hasta que la había visto por primera vez.
Habían quedado muchas veces ya, pero no se había atrevido a dar el paso. No había
nada más que le apeteciese que besar aquellos labios. Se había sorprendido varias veces
observándolos, pero no se había atrevido.
Se fijó en que las gotas de lluvia resbalaban por su frente, y ella se las secaba con delicadeza. La necesidad de besarla, abrazarla… cada vez era más intensa.
No lo soportó más y dio un paso al frente colocándose ante ella, poniendo una mano en su cintura.
Clarke le miraba con ternura, perdiéndose en aquella mirada que hacía más de un año
la había enamorado, y ahora volvía a hacerlo. Aunque había cosas distintas en ella, dado que se había adaptado a esta época, su sonrisa, sus gestos, incluso sus palabras muchas veces, eran iguales a los de Lexa.
Se quedó observando también aquellos labios.
Alycia bajó su rostro y la besó con ternura, apoyándola contra la pared del ascensor.
Clarke cerró los ojos. Sí, el calor de sus labios, la forma de moverse, de acariciarla… era tal y como ella recordaba.

 Sí, el calor de sus labios, la forma de moverse, de acariciarla… era tal y como ella recordaba

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Iba a alzar sus brazos para rodear su cuello cuando las puertas del ascensor se
abrieron. Iba a alejarse pero Alycia la mantuvo quieta, sin siquiera importarle si había alguien
esperando para subir al ascensor. Nada tenía importancia excepto la mujer que tenía entre sus brazos.
Notó como ella parecía temblar ante su contacto, relajarse sin importarle también donde se encontraban en ese momento. Besándose las dos como si hubiesen estado esperando toda una vida para hacerlo, y en realidad, así era. Al menos, para Alycia.

Ojos verdes. (Clexa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora