capitulo 9

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9.
Habían pasado el mediodía paseando por el pueblo. Lexa le había explicado cómo
era su vida allí, en el siglo dieciocho. Todo había sido tranquilo hasta que la amenaza británica aumentó.
Clarke le había sugerido ir a ver el museo, pero Lexa lo había rechazado diciendo que
prefería pasear por el pueblo y los alrededores. Lo cierto es que donde ponía su mirada lo hacía con asombro.
Tras poco más de cuarenta minutos en coche se bajaron. Lexa miró de un lado a
otro, sabía dónde estaban, conocía aquellas tierras como la palma de su mano, aunque los
caminos para transitar por ellas hubiesen cambiado.
Caminaron sobre la hierba hasta que se detuvieron contemplando el hermoso paisaje.
El islote de Loch Laich emergía ante ellos, era realmente majestuoso en mitad de aquel lago.
—El castillo Stalker —pronunció Clarke observándolo.
El pequeño islote poseía un castillo de cuatro plantas.
—Caisteal an Stalcaire —susurró Lexa—. Está bastante destruido. —Ella giró su rostro
para mirarle—. En mi época aún estaba en pie.
—¿Lo visitaste?
Ella negó con la cabeza.
—No. El castillo no pertenecía a mi clan. En mi época era del Clan Campbell, aunque
sé que había pertenecido anteriormente al Clan Griffin de Appin—. Luego la miró con
una sonrisa— ¿Sabes que los Campbell lo ganaron en una apuesta? —Y se echó a reír—. Por lo visto iban todos bien borrachos.
Ella comenzó a reír.
—¿En serio?
Ella afirmó y se acercó más a ella.
—Sí, creo que fue construido antes del mil cuatrocientos, por el Clan MacDougall,
pero poco después el Clan Griffin de Appin se hizo con el control de estas tierras.
Pertenecían al señorío de Lord. Luego lo perdieron en una apuesta con los Campbell.
—Qué interesante. Así que en esa época también se emborrachaban —bromeó ella—.
Esa costumbre no se ha perdido.
Ella la miró sonriente.
—Bueno, un buen whisky quita el frío —continuó con una sonrisa.
—Ahora suelen tomar whisky con refresco de cola —volvió a bromear.
Lexa arqueó su ceja.
—¿Con refresco de qué?
—De cola —pronunció abrochándose la chaqueta—. Vaya, corre mucho aire.
—Mejor que vayamos al coche de nuevo —pronunció subiéndose el cuello.
Clarke iba a subirse cuando una idea le asaltó.
—Espera —dijo divertida. Luego miró a su alrededor y sonrió más al ver que no había nadie por la zona— ¿Quieres probar?
Ella abrió la puerta del copiloto y la miró sin comprender.
—¿Montar el coche?
—No se dice montar el coche —rió mientras lo rodeaba para acercarse—. Se dice
conducir el coche. —Se plantó delante de Lexa y le indicó con la cabeza que fuese hacia el
otro lado—. Vamos, puede ser divertido.
—Está bien. —Dio la vuelta al vehículo ansiosa y se sentó en el asiento, aunque prácticamente no cabía.
—Espera. —Se sentó en el asiento del copiloto, se agachó, y tiró de la palanca bajo el asiento del conductor echándolo para atrás.
—Eh, soooo —pronunció Lexa ante la mirada divertida de ella.
Cerró su puerta y se acercó a ella.
—Mira, hay tres pedales. El de la izquierda sirve para embragar, para poner la marcha,
el de enmedio para frenar y el de la derecha para acelerar.
Tras varios minutos explicándole cómo introducir las marchas y de que probase con
el coche parado le dio permiso para que arrancase el vehículo.
—Ponte el cinturón —pronunció Clarke abrochándoselo.
Observó a Lexa, la cual mantenía la mirada del volante a los pedales todo el rato.
—Venga, pon la primera marcha sin soltar el embrague. —Lexa hizo lo que decía—. Y
ahora, ve soltando el embrague hasta que comencemos a avanzar y luego le das un poco al pedal de acelerar.
Fue soltando levemente hasta que el coche comenzó a avanzar muy lento.
—Dale al pedal de acelerar o se te va a calar —dijo rápidamente. Lexa miró hacia
abajo—. Pero no mires abajo, es el de la derecha —siguió diciendo con un tono más alto.
—¡Eh! Que es mi primera vez —Se quejó intentando aclararse.
—Vamos, dale sin miedo.
Soltó el pedal del embrague para acelerar pero el coche se caló haciendo que las dos se impulsasen hacia delante.
Clarke comenzó a reír cuando se dio cuenta de que Lexa había colocado un brazo
delante suyo para evitar que saliese disparada.
Ella lo miró con una sonrisa.
—Tranquila —dijo retirándole el brazo con delicadeza—. Dudo que a esta velocidad
podamos hacernos mucho daño, y llevamos el cinturón de seguridad.
Lexa chasqueó la lengua y volvió a mirar los pedales.
—No mires hacia abajo —Le riñó—. Embragar, frenar y acelerar, es así de fácil.
—No es nada fácil —Se quejó situando de nuevo los pies.
Ella suspiró.
—¿Quieres probar otra vez?
—Por supuesto —pronunció mientras volvía a arrancar el coche. Al momento, el motor rugió.
—Vamos, poco a poco —susurró con tono tranquilo.
Fue soltando el pedal del embrague hasta que comenzaron a moverse.
—Vale, muy bien. Ahora pisa el acelerador.
Lexa fue con cuidado y finalmente consiguió soltar el pedal del embrague a la vez que aceleraba sin que se calase.
—¡Eh! ¡Perfecto!
—¡Estoy conduciendo! —dijo como si hubiese logrado algo fantástico. Suponía que así
debía de ser para ella, pero no pudo evitar sonreír cuando vio que el velocímetro solo marcaba diez millas por hora.
—Muy bien, sigue recto. ¿Te atreves a poner segunda?
Lexa aceptó. Volvió a pisar el embrague, cogió el cambio de marchas y lo tiró en línea recta hacia atrás.
—Vale, con cuidado vuelve a soltar el embrague… No, no, ¡espera! —gritó al ver que
había una pendiente—. Frena, frena…
—¿Que frene? —gritó dándole al acelerador por los nervios. El motor rugió con fuerza.
—¡Ese pedal no! ¡El de enmedio! —gritó cuando comenzaban a bajar por la pendiente —
¡Mierda! ¡Frena! ¡Pero no sueltes el embrag…!
Se detuvieron de golpe echándose hacia delante de nuevo y al momento el coche
volvió a calarse. Lexa había vuelto a desplazar uno de sus brazos a un lado,
protegiéndola. Al momento ella subió el freno de mano.
Clarke suspiro y torció su rostro hacia ella. Lexa la observaba mientras resoplaba.
—Prefiero los caballos —acabó diciendo.
—No me extraña.
—Esto es muy difícil —dijo desquiciada.
—No lo es cuando se aprende. Es solo cuestión de práctica.
Lexa chasqueó la lengua y la miró fijamente.
—Mejor que lo lleves tú —dijo con una amplia sonrisa.
—Sí, o a este paso no llegaremos nunca a casa —bromeó. Ella volvió a arquear la ceja
como si aquellas últimas palabras le hubiesen ofendido.
Salieron del coche y se cambiaron de asiento. Tuvo que echar el asiento bastante
hacia delante, pues con la distancia que había dejado Lexa no alcanzaba los pedales.
Lexa se puso directamente el cinturón.
—¿Hay algún sitio donde se pueda conseguir un caballo? —preguntó mirando de un lado a otro.
—Hay hípicas, pero no sé si te dejarán coger uno.
—Me gustaría verte a ti sobre un caballo —siguió con la broma mientras volvía la
mirada hacia ella—. Debe de ser todo un espectáculo verte trotar.
—Ja, ja…
—Apuesto a que gritas —pronunció divertida— ¿Has montado alguna vez?
Ella arrancó el coche y comenzó a avanzar rumbo a su hogar.
—De pequeña me subí una vez. Así que no, como si no hubiese montado. —Tomó un
desvío cogiendo una carretera ya asfaltada—. Dime, ¿dónde vivías?
—Cerca de Beinn Nibheis.
—¿Te refieres a Ben Nevis? —Ella se encogió de hombros— ¿La montaña?
—Sí.
Ella aceptó.
—¿Quieres ir a esa zona? —preguntó con cautela.
Lexa se quedó pensativa durante unos segundos y finalmente afirmó despacio.
—Me gustaría.
Prácticamente una hora después, llegaron a la falda de la montaña. En esa zona hacía
más frío aún. Detuvo el coche en un descampado, mientras Lexa miraba el paisaje impresionada.
Se bajó como si estuviese en estado de shock, mirando hacia unos árboles fijamente.
Cerró la puerta del coche sin apartar la mirada de un pequeño camino.
—Ven —dijo avanzando hacia allí.
Ella cerró el coche y corrió los pasos que los separaban, pues en ese momento Lexa
caminaba a un paso acelerado, sin apartar la mirada de un punto fijo.
Se internó entre los árboles y subió una pequeña pendiente que lo conducía a un
prado más elevado. Cuando se giró, Clarke iba unos pasos por detrás. Desde luego se
notaba que ella estaba acostumbrado a correr entre los árboles.
Le tendió la mano y la ayudó a subir la pendiente que había. Se colocó a su lado y miró al frente.
Había unas ruinas, unas pocas piedras puestas las unas sobre las otras.
Observó como Lexa se perdía en los recuerdos, como su mirada recorría aquel
prado y aquellas piedras con una pena tan grande que estuvo a punto de abrazarle para
consolarle, pero ella se alejó de ella caminando a paso lento hacia aquellas piedras.
Llegó hasta ellas y colocó una mano encima. Clarke se puso a su lado.
—¿Era tu casa?
—Sí. —Luego miró alrededor el enorme descampado que había ante ellos y que llegaba
hasta la falda de la montaña—. Mis tierras. —Se agachó de nuevo y tocó la tierra húmeda.

Ojos verdes. (Clexa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora