capitulo 8

915 85 2
                                        

8.
Tras comer todos juntos dieron un paseo por el centro comercial. Era gracioso ver la
mirada sorprendida de Lexa. Cada vez que le explicaban algo sobre un aparato parecía
sorprendida, incluso asustada. No daba crédito.
Cerca de las ocho Raven los había acercado a casa, alegando que ella había quedado
con Paul. Sabía que era mentira, parecía que estaba deseando dejarlos juntos, a solas, y
aquello se había confirmado cuando antes de salir del vehículo Raven le había susurrado.
—No desaproveches esta oportunidad. Si los espíritus del amor la han traído hasta ti será mejor no enfadarlos. —Se había burlado.
Clarke había rechinado de dientes hasta que había visto desaparecer su vehículo tras la esquina.
Pluto los esperaba con especial alegría, brincando y ladrando, dándoles la bienvenida.
Había preparado una ensalada de pasta para cenar y habían comido los dos en
silencio. Desde luego, Lexa tenía mano con los animales. Pluto no había dejado de pedir
comida subiéndose a la rodilla de ella para que le diese algo de su plato, pero por más que
ella se negaba Pluto seguía gimiendo y llorando. Lexa había observado la escena hasta
que finalmente parecía que no había aguantado más.
—Pluto —pronunció Lexa—. Siéntate —ordenó.
Pluto obedeció al momento, ante la mirada sorprendida de ella. Tragó de nuevo
observando como su perro la miraba sin rechistar, sin ladrar, simplemente sentado y
moviendo la colita a gran velocidad. Un cierto rubor recorrió sus mejillas.
—Se te dan muy bien los animales.
—Hay que tener mano dura con ellos —pronunció acabándose el plato de pasta. Dio un
sorbo a su vaso de agua y se pasó la servilleta por la boca, limpiándose.
—Ya —respondió no muy segura.
Nada más acabar de cenar arregló la cocina y fueron al comedor.
—Voy a enseñarte otro gran invento del siglo XX. La televisión —dijo divertida—.
Siéntate —pronunció a modo de orden, como cuando Lexa se lo decía a Pluto.
Lexa arqueó una ceja pero se sentó. Al instante, Clarke le dio al botón de encendido.
Lexa dio un brinco moviéndose hacia el otro extremo del sofá. Estaban dando una
película de vaqueros, y estaban pegando tiros con unas escopetas.
—Es de mentira —rió Clarke—. Es como una obra de teatro. Son actores.
Lexa la observó no muy segura pero volvió a sentarse a su lado.
—¿Cómo están ahí metidos?
—Eso no lo sé ni yo —pronunció divertida—. Va por cable y esta caja es como el receptor de las imágenes.
Ella la observaba con los ojos abiertos como platos, hasta que pareció comprender que no corría peligro y comenzó a relajarse.
Fue cambiando de canal hasta que vio una película que podía gustarle. Miró de reojo a Lexa. Estaban dado Braveheart.
Lexa miró con interés, sentándose en el borde del sofá, atenta. Parecía fascinada.
Dejó el mando de la televisión al lado y se acomodó relajándose, observando la película y echando miradas furtivas a Lexa.
—¿Eso está pasando ahora? —preguntó ensimismada.
—No. Las películas las hacen una vez y luego las dan por la televisión. La suelen dar cada año o cada par de años. Está basada en hechos reales.
—William Walace —susurró.
Ella lo miró intrigada.
—¿Lo conoces?
Ella negó con su rostro y la miró sonriente.
—No. William nació en el mil doscientos setenta creo recordar. Luchó contra la
ocupación británica. Fue un buen hombre. Murió por su país y por la libertad de Escocia.
—Sí, en la película lo acaban matando. Le cortaron la cabeza y partes del cuerpo —
pronunció con repulsión.
—Si fuese únicamente eso —comentó no muy segura—. William fue juzgado y condenado a muerte por traición al Rey. No fue solo decapitado. Lo desnudaron y lo
arrastraron por todo Londres atando sus talones a un caballo. Posteriormente, lo ahorcaron a una altura que no fuese suficiente para partirle el cuello y fue descolgado
antes de que se ahogase. Lo abrieron y quemaron sus intestinos delante de él, entonces,
después de todo esto, fue decapitado y desmembrado.
Ella lo miraba asustada.
—Eso no sale en la película —pronunció aterrorizada.
—Te explico lo que ocurrió en realidad —dijo apoyándose en el sofá, mirándola con
fuerza—. Eso es lo que hacían los británicos en esa época, lo que han estado haciendo
durante más de quinientos años a los escoceses que defendían sus costumbres y sus ideales.
Ella respiró hondo y afirmó.
—Comprendo el odio que sientes hacia ellos —respondió finalmente—. Hay un pasado oscuro.
—Muy oscuro —pronunció ella volviendo su mirada al frente.
—¿Quieres que ponga otra cosa? ¿Quizá dan otra pelí…?
—No, por favor. Déjala —dijo con una clara súplica.
Ella afirmó mientras se mordía el labio y apoyó su rostro en el sofá observando la
película. Lexa permanecía atenta, a veces hacía algún gesto demostrando que no estaba
conforme con lo que explicaban, pero se mantenía callada.
Realmente, tras la explicación que le había dado sobre lo que había ocurrido se sintió
mal. Las novelas románticas no reflejaban la crueldad de aquella época, pero allí estaba,
una auténtica escocesa sentada a su lado, con unas experiencias reales y traumáticas.
Se quedó observándole durante un rato, alternándolo con la televisión.
Lexa miró el reloj que había sobre la mesita. Marcaban casi las dos de la madrugada.
Aquella película, como le había dicho Clarke, había durado varias horas. No le había
importado, era interesante ver lo que la gente pensaba, y le había gustado cómo habían
narrado la barbaridad británica, aunque había cosas que se notaba que no se habían adecuado a la realidad.
Miró hacia el lado, casi sin moverse. Hacía más de una hora que Clarke había ido
cayendo sobre él, apoyando su rostro en su hombro. En un principio iba a apartarse con
cuidado, pues estaba profundamente dormida, pero luego se había sorprendido al
observarla. Le transmitía ternura. Aquella chica, aunque tenía un fuerte carácter, dormida
parecía un ángel. Dejó que reposase su rostro en su hombro hasta que acabó la película.
Llevó su mano hasta su hombro y la movió levemente.
—Clarke —susurró con delicadeza.
Ella abrió los ojos, pero al encontrarse apoyada sobre su hombro se puso erguida de
inmediato, apartándose el cabello de su rostro.
—Perdona —dijo con voz aguda—. Me he quedado dormida, no me había dado cuenta.
—No importa —pronunció con delicadeza, levantándose. Esperó a que ella se pusiese
en pie y la contempló. Estaba graciosa con aquella cara agotada, pasándose la mano por el
cabello intentando arreglárselo—. Será mejor que nos acostemos.
Ella le miró con los ojos muy abiertos. ¿Que nos acostemos? Luego gimió frotándose
los ojos. Desde luego los comentarios de Raven le habían perjudicado.
—Sí, es tarde —susurró conteniendo un bostezo, lo cual hizo que Lexa sonriese—.
Mejor que vayamos a dormir.
Pluto se puso en pie enseguida y los siguió a la planta de arriba.
—Buenas noches —pronunció Lexa mientras entraba en su dormitorio, aún así dejó
la puerta abierta hasta que Pluto entró y entonces la cerró.
Aquel gesto hizo que una sonrisa apareciese en los labios de ella.
—Sí, sí, cuánta mano dura con los animales —susurró mientras cerraba la puerta tras de sí.Puso de nuevo la silla atrancando la puerta y observó el ordenador. Tenía que buscar
información sobre ese clan. Era tarde, pero necesitaba averiguar cosas.
Se puso el pijama mientras el ordenador se encendía y se sentó en la silla.
—Vamos a ver —susurró abriendo el buscador de internet—. Clan Kom Triku de Escocia
—. Lexa le había dicho que había nacido en el mil setecientos diecisiete, y según lo que
había contado había sido transportado a esta época cuando era mil setecientos cuarenta y
cinco. Así pues, ¿tenía veintiocho años? Era joven, poco más mayor que ella,
concretamente dos años, si no contábamos los más de dos siglos que había entre ellos—.
Bueno, pues veamos qué hacía el clan Kom Triku en mil setecientos cuarenta y cinco…
Completó todo en el buscador de internet y le dio a la tecla intro. Había varias
páginas web sobre esa materia. Entró en la que le pareció más fiable.
—Batalla de Culloden —susurró impresionada. Recordaba que había dicho que venía
de una batalla. Siguió leyendo. Dieciséis de abril, hacía apenas cinco días. ¡Debió ser esa
batalla! Notó como se le ponía la piel de gallina al relacionar los datos:
«Fue la batalla final entre Jacobitas y partidarios de la Casa de Hannover durante el
levantamiento jacobita de mil setecientos cuarenta y cinco. La última batalla librada en
suelo británico hasta la fecha, y supuso para la causa jacobita, que defendía la restauracion
de la Casa de Estuardo en el trono británico, la derrota definitiva de la que nunca se
recuperó.»
Recordaba que había estudiado la batalla de Culloden en clase, recordó todo lo que le
habían explicado en historia, la forma en la que los escoceses habían sido masacrados, los
exterminios que habían llevado a cabo los británicos.
«Los jacobitas, la mayoría escoceses de las Highlands, apoyaban a Carlos Eduardo
Estuardo como sucesor al trono. A estos se les oponía el ejército británico liderado por el
Príncipe Guillermo Augusto, hijo menor de Jorge II, miembro de la Casa de Hannover. El
ejército jacobita que combatió incluía hombres de los clanes Stuart, MacDonald de Keppoch,
MacDonnell de Glengarry, MacDonald del Clan Ranald, Kom Triku…»
En ese momento dejó de leer. Kom Triku. Tragó saliva y recordó la pistola y la espada
que tenía bajo llave en el armario del comedor.
Decidió salir de esa web y buscar datos específicos del Clan Kom Triku en concreto. A
la que pulsó el intro con el nombre del Clan numerosas webs se desplegaron ante ella.
Leyó los enunciados y entró en la que parecía que tenía más rigor.
«Este clan tiene una historia especialmente orgullosa e incluso romántica, y debían su
lealtad a los reyes Griffin.»
Aquello le hizo enarcar una ceja, ella se apellidaba Griffin, ¡ya era casualidad!
Su grito de guerra era: Hijos de los perros, vengan aquí y obtengamos carne. Lo cual
lo convertía en el grito de guerra más feroz y con un doble significado.
La ceja de Clarke se enarcó más aún, pensaban alimentar con la carne de sus enemigos a sus perros.
—Caray —susurró, pero lo que leyó a continuación la dejó sin habla. Subió su mano
hasta su boca en actitud asombrada—. El general Wolfe, tras la batalla de Culloden estableció que los Kom Triku eran «los más valientes entre los clanes.»
Siguió leyendo con atención.
«El Clan Kom Triku era el dominante de Lochaber, y a principios del siglo diecisiete
mantuvieron su dominio sobre las tierras del clan que a día de hoy aún les pertenecen.»
Aquello la dejó pasmada. Aún existían descendientes vivos de ese clan.
El distintivo de planta de los Kom Triku era el roble y su escudo era un brazo que
sostenía una espada con el lema: Pro Rege et patria, posteriormente se le unieron cinco
flechas con el lema: Unidos.
Más abajo había una fotografía del tartán que usaba dicho clan. Se quedó
impresionada al verlo. Rojo con rayas verdes, igual que el que llevaba él.
—Madre mía… —susurró. Aquello le asustaba en cierto modo, si había tenido alguna
duda ahora todo estaba aclarado. Esa mujer pertenecía realmente al Clan Kom Triku, y lo
consideraban como un clan guerrero, valiente y leal.
Apagó el ordenador, ya había tenido suficiente. Todo aquello le asustaba. Sabía que
aquella mujer era una guerrera, que venía de una batalla, pero contrastar esos datos y ver
que ella había sobrevivido le hacía tener una idea de lo bueno que era con las armas.
Durante unos segundos no pudo evitar recrearla a lomos de un caballo negro,
empuñando la espada. El corazón se le desbocó y la respiración se le comenzó a acelerar.
Miró la puerta de su habitación, con aquella silla. A pocos metros de ella dormía una auténtica guerrera.
Se pasó la mano por el cabello, revolviéndolo, y se fue a la cama sin apartar de su
mente la imagen de aquel pecho desnudo y musculado.
Despertó con los rayos del sol entrando por la ventana. Ronroneó unos segundos
hasta que cogió su móvil. Las diez y media. El recuerdo de Lexa la hizo saltar de la cama.
Se dio una ducha rápida, se puso algo cómodo para estar en casa y bajó las escaleras
con urgencia, pero en ese momento se dio cuenta de que la puerta de la casa estaba abierta.
Bajó los escalones con premura, escuchando los ladridos de Pluto.
Se asomó y encontró a Lexa tirando una pelota de tenis al otro lado del jardín. Pluto
iba corriendo a buscarla. La cogió y corrió hacia Lexa.
—Déjala ahí. —Señaló el suelo. Pluto obedeció moviendo su cola—. Muy bien. —Acto
seguido pasó la mano por la cabeza del perro y cogió la pelota. Pluto ya salía disparado
esperando a que Lexa volviese a lanzarla y no se hizo esperar. Nada más lanzarla se giró
hacia atrás, debía de haber escuchado cómo abría la puerta. La miró y le sonrió—. Buenos días, bonito pijama.
—Buenos días —pronunció acercándose. Se dio cuenta de que en la otra mano llevaba una taza con café.
—Me he preparado un café. Ya vi cómo utilizabas ayer eso.
—Cafetera, se llama cafetera —Le indicó ella mientras observaba a Pluto correr hacia donde había tirado la pelota.
—No te importa, ¿verdad?
—No, no, por supuesto. Coge todo lo que necesites —pronunció mientras Pluto corría
hacia ella y se lanzaba a sus piernas—. Hola Pluto, bonito. —Se agachó acariciándolo—. Te lo estás pasando bien, eh.
Pluto se apartó de ella y depositó la pelota a los pies de Lexa. Se agachó, la recogió y volvió a tirársela.
—¿Hace mucho que te has levantado?
—Un par de horas —le indicó mientras daba un sorbo al café.
—No te gusta dormir mucho, ¿verdad?
Lexa se giró y le sonrió.
—Sí me gusta, pero las horas necesarias. Me gusta aprovechar las horas de sol.
—Ya veo —comentó sentándose en el escalón de su porche. Lexa permaneció de pie
a su lado, mientras bebía el café y observaba a Pluto correr de nuevo hacia ella.
—Eres incansable, Pluto —susurró mientras cogía otra vez la pelota y se la lanzaba,
finalmente se sentó al lado de Clarke.
—Ayer estuve investigando. —Aquello hizo que Lexa la mirase directamente—. Sobre tu clan.
—¿Cómo?
—Por internet. --Lexa inclinó una ceja—. El ordenador. —Seguía sin comprender—. Luego te lo enseño. Dime ¿cuál era vuestro grito de guerra?
Lexa casi se atragantó con el café.
—¿Nuestro grito de guerra? —pronunció divertida.
—Sí.
Se removió algo incómoda.
—Dudo que quieras escucharlo, no es muy apropiado que una mujer…
—Déjate de tonterías.
Resopló y la miró fijamente mientras emitía una sonrisa bastante atractiva para el gusto de ella.
—Madraí mac, sin anall agus feoil a fháil.
—Vale, traduce —comentó ella.
Ella chasqueó la lengua.
—Sería algo parecido a acercaros hijos de los perros, obtendremos vuestra carne.
Ella le miró arqueando una ceja.
—Muy bonito.
Ella le sonrió al notar su ironía.
—Es un grito de guerra, no una declaración de amor —bromeó.
Pluto llegó hasta ella de nuevo con la pelota, soltándola frente a Lexa y moviéndose
compulsivamente de un lado a otro esperando a que la lanzase una vez más.
—¿Cual era vuestro distintivo?
—¿Distintivo? —preguntó cogiendo la pelota. Tiró el brazo hacia atrás y volvió a lanzarla.
—Vuestro escudo.
—¿Te refieres a nuestro emblema?
—Sí, eso —apuntó rápidamente.
—Un brazo alzando una espada y cinco flechas cruzadas. ¿Por qué me preguntas todo
esto? —Se giró de nuevo hacia ella sin comprender.
Ella se encogió de hombros.
—Estoy contrastando la información.
Lexa observó fijamente su perfil, ella no apartaba la mirada de Pluto.
—Ya veo. —Luego le indicó con la mano—. ¿Alguna pregunta más?
Ella lo miró con una sonrisa.
—Pues sí. ¿Eras una teniente? ¿Una general? ¿Algo así?
Ella comenzó a reír y se apoyó hacia atrás.
—No —pronunció divertida—. Los tenientes y los generales estaban en el bando
contrario, con los británicos. Nosotros obedecíamos al jefe del clan, o cabeza de familia.
—Ah —escuchó atenta.
—Nuestro clan, el Kom Triku —siguió explicando—, pertenece al clan armigerous, es
decir, estamos bajo las órdenes del Tribunal de Lyon y estamos reconocidos por dicha
Corte, incluso registrados. —Luego torció su gesto—. Bueno, hablo en presente cuando eso es pasado —susurró.
Ella le sonrió y aceptó observando a Pluto.
—¿Tienes alguna pregunta más que hacerme?
Ella chasqueó la lengua y negó con timidez.
—Bueno, lo que has dicho antes, ¿qué idioma has usado?
—Gaélico.
—Ah —respondió levantándose. Observó a Pluto venir corriendo hacia ellos y luego vio
como Lexa pasaba su mano sobre la cabeza del animal, acariciándolo. Aquella imagen le
enterneció—. Oye, ¿te apetece salir por ahí? ¿Te gustaría ver cómo es el siglo veintiuno?
Ella se levantó estirando los brazos hacia el cielo, luego señaló al frente.
—¿Hay que montar en el coche? —preguntó con algo de temor, lo cual hizo que ella sonriese.
—Bueno, podemos ir en transporte público, pero creo que te gustará menos. Mejor ir en mi coche.
—De acuerdo —comentó conforme.
Entraron dentro de la casa y cogieron cada uno su chaqueta. Lo cierto es que aquella
chaqueta negra que le había comprado el día anterior le quedaba estupenda.
—Una pregunta —pronunció Lexa mientras se subía la cremallera.
—Claro, dime.
—¿Qué significa maciza?
Ella le miró fijamente mientras el rubor cubría sus mejillas. Se dio cuenta de que Lexa esperaba una respuesta observándola fijamente.
—Ammmm… —dijo mientras cogía su bolso—. Es una palabra moderna. Significa que… que eres una mujer grande, alta… —acabó diciendo sin mirarle.
—Ah —respondió no muy conforme con la respuesta, pues parecía que ella intentaba
no contestar. —Tu amiga Raven me llamó así. No será un insulto, ¿verdad? —preguntó enarcando la ceja hacia ella.
—Je, je —respondió abochornada. Desde luego iba a matarla cuando la viese—. No, es
todo lo contrario, un halago. Vamos —Le indicó mientras se dirigía a la puerta de su
vivienda—. Pluto, ven —gritó sacando medio cuerpo por la puerta, llamándolo para que
entrase en casa, pues el perro seguía corriendo por el jardín —. Vamos, ven —repitió al ver
que el animal corría sin cesar, sin siquiera dignarse a mirarla.
Escuchó como Lexa chasqueaba la lengua, se puso detrás de ella abriendo un poco la puerta y señaló al perro.
—Pluto —gritó con voz grave—. Ven aquí. Ahora.
El animal no tardó más de tres segundos en entrar.
Clarke puso los ojos en blanco y miró de reojo a Lexa mientras cerraba la puerta.
Estaba claro que le divertía que el perro le obedeciese más a ella que a ella misma.
Lexa la miró sonriente mientras colocaba las manos en los bolsillos y le guiñó el ojo.
—Tienes un buen perro, es muy obediente, sobretodo contigo… —bromeó mientras
atravesaba el jardín y se dirigía al coche.
Clarke acabó de darle dos vueltas a la llave y lo observó mosqueada.
Sí, estaba claro que le divertía bastante que el perro le hiciese más caso a ella que no a
su propia dueña. Al menos estaban de acuerdo en algo, Pluto eran un buen perro, y
también estarían de acuerdo en que tenía un coche que podía correr bastante. ¡Se iba a enterar!

Ojos verdes. (Clexa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora