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Sigo el carrito que lleva Ethan por el supermercado.

Veo de un lado al otro queriendo coger algo para comer y beber, pero realmente no sé que elegir.

El pelo de mi amigo se mueve cada vez que se inclina hacia delante al ver los precios.

Él siendo tan joven compara precios y elige los mejores productos para la consumición de estos e incluso elige productos para la lavadora.

—¿Quieres algo? —me pregunta cuando estamos cerca de la caja.

Veo de un lado al otro y camino hacia un frigorífico donde hay unas ensaladas que tienen muy buena pinta con varias salsas.

Cojo una de ellas y vuelvo con él.

Sonríe como si yo fuera su hijo pequeño que coge cosas de la tienda con mucha ilusión.

Su mano libre está dentro del bolsillo de su abrigo.

Y mis manos están totalmente libres.

Pero ambos queremos abrazarnos o tocar nuestras manos con cariño.

No hay privacidad, amigos míos.

No todo el mundo de este supermercado nos conoce, pero sabemos que tienen móviles.

Pueden hacernos un vídeo o una foto y empezar con rumores o criticarnos.

Ambos pagamos la compra a partes iguales y salimos de allí con varias bolsas.

Caminamos hacia su coche. Abre el maletero de este y dejamos la compra allí.

Entramos en el vehículo y empieza a conducir al poco.

Cuando salimos del aparcamiento, siento una de sus manos en mi pierna.

Acaricio su piel viendo a mi amigo.

—Me alegro de que hayas vuelto a suelo italiano —dice contento—. Has estado en Estados Unidos casi una semana más que nosotros.

Asiento sonriendo.

—Tengo que seguir descubriendo cada rincón del país. Soy diminuto allí.

Ríe.

Para de conducir cuando tenemos un semáforo en rojo delante de nosotros.

Muevo mi mano sobre la suya y entrelazo nuestros dedos.

Veo su sonrisa.

Se centra en los tatuajes que tengo en los dedos antes de seguir conduciendo.

Primero vamos a su casa a dejar la compra en los muebles y en la nevera.

Luego me lleva a casa. Hay una bolsa en el maletero con la comida que comeremos Dante y yo.

—Volveré cuando pueda, pero creo que tardaré. Mi hermana y mi madre necesitan ayuda con los regalos de Navidad —comenta—. ¡Aún estamos en noviembre!

Río al oírlo.

—¿Qué hermana? —pregunto, intentando animar la conversación de la manera más tonta—. Eres el hermano de casi diez personas. Si yo digo mi hermano, ya sabes quién es.

Sonríe y va a hablar, pero se lo impido colocando una mano en su pierna.

—Estaba bromeando. Ve con tu hermana y tu madre. Pero antes, ¿puedes venir conmigo a mi casa?

Frunce el ceño, pero luego entiende que, cualquier cosa que queramos hacer, tenemos que estar lejos de los ojos de la gente para llevarla a cabo.

Asiente sin saber que quiero realmente.

Damiano |Måneskin|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora