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Sus manos se colocaron en la cintura de sus vaqueros. Empezó a tirar de ellos hacia abajo poco a poco mientras sonreía y reía a veces mirándome.

Mentiría si dijera que esa no fue mi primera vez.

Solo recuerdo el placer que sentí aquel día estando los dos solos en mi casa.

Su cuerpo delgado me dejaba ver sus preciosos pechos ocultos debajo de su sujetador blanco.

Se quedó en ropa interior delante de mí. Yo estaba igual que ella, sentado en el borde de mi cama.

Cuando nuestros cuerpos se tocaron, me sentí en el cielo.

Ambos tan cálidos y tan suaves.

Sus labios besándome poco a poco sin prisa.

En menos de cinco minutos la tenía tumbada en mi cama y me negaba a controlarme.

Quería saber como era estar con una mujer.

No me lo pensé dos veces.

Mi mano viajó desde su muslo hasta su intimidad. Mis dedos se movieron debajo de sus bragas y jugué con su humedad sorprendido al sentirla.

Ya sabía como funciona el cuerpo de la mujer, pero me sorprendió encontrarla tan mojada.

Todo por mi culpa.

No os imagináis lo orgulloso que me sentí al tenerla así.

Era mi culpa y me encantaba.

Aquel adolescente no sabía que sentía, pero ahora sé que me pasaba.

Sentí el poder en mi cuerpo. Sentí lo mucho que me gusta dominar a alguien y tener a esa persona realmente excitada.

Todo por mi culpa.

Apartó mi mano con una sonrisa mientras me miraba. Empezó a bajarse las bragas. Le ayudé dejando la prenda a un lado de la cama.

Ni siquiera le hice caso a sus bragas. No recuerdo ni de que color eran.

La tenía casi desnuda delante de mí.

Sonrió al ver mis dedos mojados y al verme a los ojos.

Me pareció excitante hacer algo. Fui a por ello cuando se me pasó por la cabeza.

Introduje un dedo poco a poco en su boca mientras ella reía contenta y tímida.

Pensé que estaría seria y eso ocurrió un segundo después.

Me vio mientras sentía su lengua contra mi dedo.

En ese momento se quitó el sujetador cuando aparté la mano. Me veía y sentí una excitación enorme.

Nunca antes había estado tan cachondo a mi corta edad de 14 años.

Sí, me masturbaba, pero esto era muy distinto. Era sacado de otro mundo.

—Sigue, Damiano —me dijo acariciando uno de mis brazos—. Quiero sentirte de nuevo.

—¿Y si no soy bueno en esto?

Rio y me vio con ternura, la cual me engañó mucho más y me enamoré más de ella creyendo que se sentía a gusto conmigo.

—No pienses en ello. Déjate llevar.

Dicho esto, me ayudó a quitarme los calzoncillos con sus dedos ágiles.

Ambos estábamos desnudos y bastante excitados, por lo menos yo. Creo que ella también lo estaba porque su coño lo mostraba.

Digo sus dedos ágiles porque vi como se tocaba delante de mí cuando besaba su piel sin prisa, pero a la misma vez me apresuraba haciendo todo esto por si mi familia volvía en cualquier momento.

Damiano |Måneskin|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora