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—Dime que no lo has invitado —me dice Ethan bromeando. Niego llevándome el vaso a los labios.

Sonríe viéndome cuando siente que su marido le ha dado un golpe en el brazo.

Dante suspira haciéndose la víctima una vez más. Esto me hace reír.

—Kenia —digo con una sonrisa al ver a la chica que acaba de llegar. Está a nuestro lado. Muy hermosa, por cierto.

Nos damos dos besos y saluda a mis dos amigos con una gran alegría.

Les da un abrazo a cada uno.

Se llevan muy bien, así que hemos quedado los cuatro en esta discoteca a las afueras de Roma.

Estamos listos para bailar y para pasarlo bien.

Ethan mueve su pelo un poco nervioso, pero mi amigo se encarga de entrelazar su mano con la suya.

No sé porqué está nervioso si aquí estamos más tranquilos que en el centro de Roma.

La noche transcurre muy tranquila entre gritos, bailes y risas, pero la cosa va calentándose con el paso de las horas.

Y yo también voy calentándome sin darme cuenta.

Siento mucho calor allí dentro, tengo ganas de salir y tomar aire.

Llevo una camisa negra con unos cuantos botones abiertos, unos vaqueros oscuros y unas botas negras.

Mi pelo está hecho un desastre. Ha crecido mucho y está muy despeinado, pero esto me da igual.

Cada vez que me veo en el espejo, me veo muy guapo hasta con el pelo hecho un desastre.

A mi lado, Kenia se mueve al ritmo de la música con un vaso en la mano.

Una sudadera amarilla, unos pantalones cortos y unas zapatillas Converse de color blanco.

Su cuerpo se mueve disfrutando de la música y, sin darme cuenta, sus manos acaban en mis hombros. Las mías en sus caderas.

—¿Todo bien? —me pregunta. Asiento—. Te veo medio raro.

—Hace calor aquí dentro. Llevamos unas cuantas horas aquí. Y solo entran más y más personas.

Deja el vaso en la barra. Alzo la vista y veo la escena que está montando la parejita.

La mano de Dante está en la mandíbula de Ethan, besándolo con muchas ganas como si ambos estuvieran solos en este lugar.

El pelo de Ethan está un poco despeinado, también algo sudado. El chico estaba un poco nervioso antes y Dante lo ha relajado. Yo diría que lo ha relajado bastante porque, wow, ambos queman.

No creo que esto sea por culpa del alcohol.

—¿Pero qué tenemos allí? —dice Kenia con una voz distinta. Me ve con curiosidad y yo solo sé reír—. Están cachondísimos.

—Alguno acabará contra el lavabo del baño.

Ambos reímos al oír lo que sale de mi boca.

O tal vez nos reímos al recordar lo que le hice la última vez que salimos de fiesta, concretamente en una fiesta que organizó una de sus amigas.

Kenia acabó encima del lavabo del baño de aquella casa después de que la penetrara cuando tenía la espalda contra la puerta.

Se agarró a mí, ignorando sus propios gemidos, pero oyendo lo que yo le decía.

Le decía que no hiciera mucho ruido, usando una voz muy seductora, la cual la mojó aún más y acabó gimiendo contra mi oído.

Gemía mi nombre llenándose de placer.

Damiano |Måneskin|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora