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Aún recuerdo la última vez que los tuve en la cama conmigo.

Recuerdo las caricias de los dos. También recuerdo la lujuria que había en cada movimiento.

Sus manos grandes y sensuales agarraron mis caderas, tumbándome en la cama.

Un jadeo escapó de mi boca al ver a aquel hombre tan perfecto, tan inalcanzable para mí.

Joder, ojalá revivir todo esto.

Su boca en mi cuello, succionando mi piel. Dejándome entre su cuerpo y el colchón, haciendo que yo fuera sumiso.

Los besos aumentaron, pero no eran nuestros, sino suyos con su marido.

Su mano agarraba mis muñecas, inmovilizándome en aquella cama. El agarre disminuyó delante de mis ojos.

Dante quedó encima de Ethan, ambos restregándose entre si. Vi los mordiscos en sus labios, vi aquella pasión que los mantenía vivos. Aquella excitación que calentaba la habitación a pesar del frío que hacía fuera de esta.

Oí unos gruñidos que venían de ambos hombres. La mano de Dante agarrando el pelo de su marido tirando de este para que la cabeza de Ethan se echara un poco más hacia atrás y así tener acceso a su barbilla y a su cuello.

Mientras, yo me peleaba con el botón y la cremallera de mis pantalones, arrepintiéndome de no haber usado unos pantalones deportivos aquel día.

Gemí un poco al pasar la palma de mi mano por encima de mi ya notaria erección.

Fue ese sonido el que llamó la atención de los dos hombres. Me miraron como si ellos fueran dos leones y yo una gacela, su próxima presa.

No pude escapar, tampoco estaba en mis planes.

Se abalanzaron sobre mi cuerpo entre risas.

Santas risas. Santa época de puro sexo y placer con ellos.

Reí con los dos chicos, adorando estar con los dos.

Me sentía libre. Me sentía muy vivo.

Me besaron. Me compartieron. Se pusieron de acuerdo con todo sin decir ni una palabra.

Eran perfectos para mí.

Nunca antes había tenido una experiencia sexual tan buena.

Y, joder, quiero repetir miles de veces lo que vivimos.

Yo arrodillado delante de uno de ellos. Alguna mano en mi cuello. Un rostro apoyado en mi pecho mientras esa persona se movía por culpa de las penetraciones del otro. Los gemidos cerca de mi oído. Su semen cálido en mi piel.

Demasiadas cosas para recordar.

Cosas que nunca olvidaré.

—Quédate aquí —me pidió en una ocasión Ethan.

Sonreí viendo lo que cogía de la mesita de noche.

Un condón, pero aquel día no se usó. No hubo momento para ello.

Delante de mí estaba Dante arrodillado como si estuviera rezándome.

Yo sí que le rezaría miles de veces a estos hombres.

Los planes eran penetrar a Dante mientras Ethan y yo nos besábamos. Él se encargaría del placer de su marido, pero también del mío, tocándome.

Nada de aquello pasó. Bueno, sí, pero de distinta manera.

Me hicieron sentir un dios en aquella habitación tan enana para los tres y para nuestros planes.

La mano de Ethan se colocó en mi miembro, los labios de Dante alrededor de mi polla. Mi boca envolviendo la de Ethan.

Damiano |Måneskin|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora