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Aquella misma noche preparé un viaje yendo en contra de todo.

Cogí un vuelo pocas horas después, muy temprano por la mañana.

Ni recuerdo que hora era cuando me fui del apartamento de Kenia, pero recuerdo las ganas que tenía de irme de allí, desaparecer como si no hubiera estado con ella en aquella casa.

Desaparecer ignorando que habíamos follado en su cama como si eso no hubiera pasado.

Siempre tengo una maleta preparada por si pasa algo y tengo que irme rápido de mi vivienda.

Es esa maleta la que cogí acordándome de todo lo que tenía allí, pero necesitaba algo más, así que cogí varios bañadores y una crema solar.

Antes de subir al avión, apagué el móvil.

Apagué el móvil en toda mi estancia. Y no fue una estancia corta.

Pasé semanas fuera de casa, fuera de Italia. No estaba ni en el mapa. Rezaba para que nadie denunciara mi supuesta desaparición.

Quería estar tranquilo. Solo.

Bueno, tranquilo no pude estar porque los pensamientos seguían allí, pero las cosas mejoraron cuando me puse bajo el sol leyendo un libro con el sonido de las olas de fondo.

Las gafas de sol me acompañaban a todos sitios. En aquel entonces se habían convertido en una especie de móvil para mí porque siempre estaban conmigo.

Mi móvil estaba escondido debajo de varias prendas de ropa que conservaba en la maleta.

No tenía ni ganas de sacar mis pertenencias del equipaje. Iba poco a poco con todo.

Me sentí solo, debo reconocerlo, pero me sentí vivo en aquel momento. Alejado de todo el mundo, menos del personal del hotel, pero eso no me importaba mucho.

Alguien tenía que estar allí en el hotel lleno de suites.

Y yo estaba escondido en una de ellas entre las sábanas, las cortinas, el agua de la piscina y el sonido de aquella isla.

Milos, en Grecia. Allí es donde estuve casi un mes.

Y es allí donde me arrepentí de mi comportamiento.

Me arrepentí de lo gilipollas que fui con Ethan, me arrepentí de mi comportamiento tan imbécil con mis amigos de la banda.

Llevaba unos cuantos días con dolor de cabeza en las actuaciones que tuvimos. No paraba nunca de pensar.

La que casi se libró de mi comportamiento fue Victoria. Esa chica que siempre está lista para hacer tonterías conmigo, hasta para sacar la cabeza por la ventana de un coche y gritar como una loca.

Se libró porque pasé por su casa después de nuestra última actuación. Me lo pasé muy bien con su hija Graziella entre risas y gritos. Coraline estaba cansada después de trabajar toda la mañana. Victoria descansaba en el sofá con un cubo de palomitas encima de sus pequeños pechos.

Me pareció adorable ver a aquellas chicas. Cada una con sus cosas, disfrutando del día a día. Haciendo tonterías para animarse entre si.

Le conté a la rubia lo que sentía, bromeó sobre acostarme muchas veces con Kenia y así se me pasaba la "tontería" que tenía en aquel entonces.

No era ninguna tontería.

Solo pensaba en la situación de mi mejor amigo, el cual estaba haciendo cualquier cosa ignorando a todo el mundo. Otras veces estaba llorando en el hospital sintiendo dolor. Otras veces estaba dormido en una camilla.

Y yo estaba allí enfadado con la vida, comportándome como un imbécil como si aquello no fuera suficiente para todos nosotros.

Fui un gilipollas al comportarme así, con mis berrinches y mi mala ostia respondiéndole mal a todo el mundo.

Aquella noche en el balcón de la casa de Kenia, le di la patada más grande a Ethan.

Cuando volví a Italia, no quiso dirigirme la palabra. Estaba dolido por como le había hablado.

Normal que estuviera así. Fui horrible con él.

Thomas pasó un brazo por mis hombros, llevándome con él a una esquina mientras sujetaba su guitarra.

Me animó riendo y contándome chistes, pero yo no estaba atendiendo.

Yo estaba viendo a Thomas, pero luego a Ethan, el cual me miraba detrás de la batería, listo para tocar aquel instrumento delante de nuestros fans.

En esa actuación, cuando volví de mi viaje, acabé llorando delante de aquellas personas como si estuviera solo en aquel lugar.

Lloré en silencio sosteniendo el micrófono mientras Victoria y Thomas se movían por el escenario sintiendo la música pasar por sus venas.

Me sentía mal, pero tenía que seguir adelante con mi vida, intentar solucionar los problemas.

La risa de la pequeña Felice, me hizo sonreír. Me hizo sonreír porque vi la felicidad en su carita.

Sus padres estaban más tiempo con ella, pero también disfrutaba tirándome del pelo, haciendo peinados con mi pobre cabello.

Me lo pasé bien, pero mis ojos estaban tristes.

Lo notó y pasó sus manitos por mi rostro.

—Sonríe, Dami. ¡Como yo! —me dijo enseñándome su bonita sonrisa, esa sonrisa dulce.

Quiero sonreír, Felice, pero estoy triste.

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Holaaa.

Nuevo capítulo por aquí porque me apetecía y, además, tengo que actualizar más rápido este libro.

Necesitáis más contenido y a mí me encanta publicar.

Estoy segura de que todxs nosotrxs nos hemos sentido como Damiano alguna vez. Y ojalá hacer como él, irnos de viaje y escucharnos a nosotrxs mismxs. Pasar tiempo con unx mismx.

Felice es una dulzura de niña. ¡Me encanta tanto tanto!

Se podría decir que el drama crecerá poco a poco en los próximos capítulos... También se acerca el final de este libro.

Una vez más, mil gracias por comentar y votar en cada capítulo. Esto me hace muy feliz. Gracias.

¡Nos vemos!

Damiano |Måneskin|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora