Albus Dumbledore sintió, una vez más, una enorme desconfianza hacia Tom. Estaba buscando a su hija y casualmente se había encontrado con Aline.
—Está cumpliendo un castigo con el profesor Riddle —explicó la mejor amiga de Emerald cuando le preguntó por ella.
«¿Otra vez? —se preguntó el profesor— pero si hace a penas unos días que la había castigado».
Esa situación no le gustó para nada, y le causó una profunda preocupación. No le parecía nada normal que Emerald estuviera de nuevo castigada y que el único profesor que la castigara fuera precisamente Tom. Siempre había sido un hombre muy intuitivo y por lo general cuando sospechaba algo, eso resultaba ser cierto. La idea de que su hija estuviera a solas en una oficina con Tom no le gustaba para nada. No lo quería cerca de ella, de eso estaba seguro.
Esperó hasta el día siguiente para hablar con Emerald. La encontró saliendo del gran comedor, con la intención de ir a acompañar a Aline a uno de sus entrenamientos de quidditch, pues hacía parte del equipo de Gryffindor.
—Tengo que hablar contigo, Emerald —le dijo.
Ella asintió sin ninguna réplica y soltó el brazo de su amiga. En voz baja le dijo que se verían después y siguió a su padre hasta su oficina. Albus no era de esos padres a los que les gustaba regañar a sus hijos y repetir mil veces las mismas reprimendas, pero aún así, Emerald evitaba hacer que se disgustara. Se sentaron uno frente al otro y Emerald esperó a que hablara, aunque ya podía hacerse una idea sobre lo que iba a decirle.
—Por lo que he visto, el profesor Riddle te ha castigado ya en dos ocasiones —comentó con voz calmada—. Tengo que decirte algo con respecto a eso... —hizo una pausa y la miró a los ojos— No le des motivos para que te siga castigando. Lo mejor que podrías hacer es guardar tus distancias con él. Entre más lejos estés, mejor.
Aquellas palabras inquietaron profundamente a Emerald, que comenzó a preguntarse el por qué de esas advertencias. Evidentemente, su padre ni sabía ni sospechaba de la enorme atracción que Tom ejercía en ella, de manera que no encontraba ninguna razón por la que le dijera que debía apartarse lo más posible de él.
—¿Por qué me estás diciendo esto, padre? —preguntó— entiendo que te disguste que me haya castigado, pero no entiendo por qué me dices que debo alejarme de él lo más posible.
Albus tendía a guardar secretos, y en esos momentos no estaba dispuesto a enumerarle a su hija las razones de su desconfianza hacia Tom, sin saber que más tarde se arrepentiría terriblemente de no haber hablado.
—Todo lo que puedo decirte es que no hagas oídos sordos a mis advertencias. Durante todos estos años que has estudiado aquí, ningún profesor había tenido quejas de ti, si te habían castigado dos veces era mucho decir, y ahora no sé qué está pasando contigo.
«Yo tampoco sé qué está pasando conmigo, padre —pensó Emerald—, yo solo sé que me siento tan atraída por él como si fuera un imán y yo fuera metal. Trato de resistirme, pero no sirve de nada».
—Te prometo que no volverá a castigarme, padre —dijo, con convicción, pero pensando desde ya en otras maneras de acercarse a Tom.
Albus asintió brevente. Emerald comprendió que la conversación había terminado y salió de allí.
Pero Albus no solo pensaba hablar con ella. Fue a buscar también a Tom. Lo encontró en su oficina, leyendo atentamente un grueso volumen sobre artes oscuras.
—Profesor Dumbledore —dijo el joven a modo de saludo y se levantó en señal de respeto.
—Buenas tardes, Tom.
—¿Qué lo trae por aquí?
Albus se sentó y guardó silencio unos instantes, buscando las palabras adecuadas.
—Escuché que mi hija estuvo castigada otra vez.
Tom se quedó mirando a su colega fijamente. Se recostó en el respaldo de la silla y entrelazó los dedos sobre su regazo.
—Le aseguro que no fue injustamente —aseguró—, esta vez fue porque no me entregó un trabajo que le dejé.
Albus se sorprendió verdaderamente.
—Ella jamás había incumplido con sus tareas.
Tom se encogió de hombros y esbozó una sonrisa inocente.
—La explicación que me dio fue que había olvidado por completo hacer ese trabajo. Entonces le dije que viniera a hacerlo aquí, así no tendría oportunidad de volver a olvidarlo.
Albus pasó de la sorpresa a la preocupación. Emerald se estaba comportando de una forma demasiado extraña.
—Hablé con ella para advertirle que cambiara ese comportamiento. No es normal que la castiguen tan seguido y menos aun que se comporte de esa manera tan irresponsable —hizo una pausa y eligió las palabras que le parecieron más adecuadas—. Creo que no es necesario decirlo, pero me parece que debes pensar en que Emerald es solo una alumna y tú eres el profesor, por lo tanto, su relación debe ser estrictamente académica.
Tom puso su mejor cara de póker, e hizo su mejor esfuerzo por reprimir la sonrisa maliciosa que amenazaba con formarse en sus labios.
«Tus advertencias no sirven de nada, viejo —pensó—, tu hija es mi destino y no descansaré hasta tenerla, como debe ser».
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𝐃𝐞𝐬𝐭𝐢𝐧𝐨 || 𝐓𝐨𝐦 𝐑𝐢𝐝𝐝𝐥𝐞
FanfictionEmerald Dumbledore y Tom Riddle están unidos por un lazo invisible al que muchos llamarían destino, Tras escuchar una profecía, Tom regresa a Hogwarts como profesor y en cuanto se encuentran, se desata una tormenta de emociones y sentimientos inexpl...