𝑶𝒏𝒄𝒆

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Por primera vez en su vida, Tom no tenía ni la menor idea de qué decir. Sabía que tenía que explicar de alguna manera su presencia allí, pero no se le ocurría ninguna excusa, pues se negaba a decir la verdad. Reparó en que nunca le había importado la opinión que alguien pudiera tener sobre él, a pesar de eso, le importaba lo que pensara Emerald, pues le parecía bastante probable que perdiera toda oportunidad con ella por aquel error. No le parecería normal que la persiguiera y la espiara, muy seguramente se asustaría y tomaría distancia.

—Le hice una pregunta —le recordó Emerald.

—Había quedado de reunirme aquí con alguien —mintió Tom.

Emerald frunció el ceño.

—¿Y era necesario hacerse invisible para eso?

—Señorita Dumbledore... creo que no estoy obligado a darle detalles sobre mi vida personal, tampoco a explicarle por qué hago lo que hago.

—Tiene razón, señor. Aún así, tengo que decirle que no le creo.

—¿Qué más cree que iba a estar haciendo yo aquí?

—No lo sé, señor, pero espero que no estuviera escuchando conversaciones ajenas.

En ese momento, Tom fue mucho más consciente de que Emerald era bastante inteligente y parecía darse cuenta de todo. Todavía no se había hecho visible y sin embargo, ella había sabido que mentía, e incluso, estaba casi segura de cuál era la verdadera razón de su presencia allí.

—No hay razón para que yo hiciera eso —intentó arreglar de alguna manera esa situación. Aunque no entendía por qué le importaba tanto que ella no se hiciera una mala imagen de él.

«Jamás en mi vida me había sentido tan idiota —pensó—. Si tan solo no hubiera venido».

—Es verdad —Emerald se mostró de acuerdo, pero seguía estando casi convencida de que Tom seguía mintiendo. Necesitaba desesperadamente encontrar una explicación válida para eso—. Sin embargo, entenderá que se me hace muy extraño encontrarlo aquí y que haya tenido que hacerse invisible, señor.

—¿Con quién hablas? —preguntó Aberforth, bajando las escaleras que conducían al segundo piso de la casa.

Emerald dio media vuelta para mirar a su tío y aprovechando aquel descuido, Tom se escabulló del bar.

—Con nadie —respondió la chica, dándose cuenta de que Tom se había ido sin responder a sus preguntas y dejándola con una enorme duda—. Creo que ya me voy.

Se acercó a Aberforth y le dio un abrazo de despedida, luego salió y caminó sin rumbo por las calles de Hogsmeade, pensando en Tom y preguntándose una y otra vez por qué estaba en el bar de su tío. Su mente estaba hecha un caos. Una parte de ella estaba convencida de que él había estado ahí por ella, pero otra pensaba que eso no era así, y que se estaba ilusionando sin razón alguna, creyendo que el profesor le prestaría atención cuando eso se veía más que imposible. Tom le causaba una sensación extraña, sentía como si se estuviera obsesionando y eso no le parecía bien. No quería permitirse sentimientos hacia Tom, pero algo le decía que ya era demasiado tarde. No sabía qué hacer, si guardar sus distancias e intentar no prestarle atención o arriesgarse e intentar acercarse a él de alguna manera.

Por otra parte, Tom se sentía culpable por haber huido de esa manera. Tenía la impresión de que eso lo había arruinado todo y se imaginaba las cosas terribles que Emeral estaría pensando de él. Tenía que ponerle remedio a esa situación, aunque eso significara confesarle a la chica cómo se sentía con respecto a ella.

Durante los días siguientes, Emerald no intercambió ni una sola palabra con él, e intentó ignorarlo en la medida de lo posible, pues había decidido intentar dejar atrás lo que sentía, necesitaba saber si la indiferencia le ayudaría o si definitivamente no había ninguna solución a su problema. Aquella actitud solo convenció a Tom de que tenía que explicarse lo más pronto posible y decirle la verdad, aunque se asustara o reaccionara de mala manera. Necesitaba que ella le dijera si tenía oportunidad o no, así que esperó hasta que la siguiente clase de defensa contra las artes oscuras que tuvo con ella, hubo terminado.

—Señorita Dumbledore —la llamó cuando iba saliendo del salón. Ella se detuvo y giró despacio para mirarlo.

—¿Sí, señor? —respondió, y unos segundos después se dio cuenta de que había estado conteniendo la respiración.

—Necesito hablar con usted un momento.

Ella le indicó a Aline que la esperara afuera y se acercó muy despacio hasta la mesa del profesor.

—¿Hice algo malo, señor? —preguntó.

Tom negó lentamente con la cabeza y se pasó la mano por entre su cabello oscuro. Luego la miró a los ojos.

—Creo que le debo una explicación de lo sucedido el otro día en el bar de su tío.

Emerald no esperaba eso. Parpadeó muy rápido varias veces antes de decir algo.

—Señor... no es necesario, como dijo, no es su obligación darme ninguna explicación sobre su vida. Yo no quiero entrometerme en sus asuntos y si usted estaba allá...

Él levantó su mano para indicarle que guardara silencio. Se puso en pie muy despacio y le dedicó una mirada intensa e indescifrable.

—Si estaba allá es porque usted me fascina, me obsesiona, y no soporto la idea de que sea de alguien más.

𝐃𝐞𝐬𝐭𝐢𝐧𝐨 || 𝐓𝐨𝐦 𝐑𝐢𝐝𝐝𝐥𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora