𝑸𝒖𝒊𝒏𝒄𝒆

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El cumpleaños de Emerald era el veintisiete de noviembre. Lo primero que escuchó en aquella fría mañana, fue a Aline cantándole el «cumpleaños feliz». Su padre acostumbraba a dejarle los regalos junto a la cama para que los viera al despertar, así que tan pronto abrió los ojos, se encontró con cuatro paquetes perfectamente envueltos. Se levantó de un salto para darle un abrazo de agradecimiento a su mejor amiga, pues desde que estaban en primer año, la despertaba de la misma manera el día de su cumpleaños y eso a Emerald le parecía un gesto muy bonito. Se levantó con una enorme sonrisa y comenzó a desenvolver los regalos. El primero era de su tío Aberforth, que le había enviado una caja llena de distintos tipos de dulces. Su padre siempre le compraba libros porque sabía lo mucho que le gustaba leer y lo interesada que estaba por el conocimiento. Aline le había comprado una pluma de pavo real y un frasco de tinta invisible. El último paquete no tenía tarjeta, pero Emerald tenía la seria sospecha de que era de Tom. Pensó en preguntarle más tarde si el regalo era suyo, así que lo abrió, era un giratiempo. Se sorprendió visiblemente al verlo, pues sabía que eran difíciles de conseguir y que su uso estaba estrictamente regulado por el ministerio. 

—¿Quién te lo envió? —preguntó Aline mientras revisaba minuciosamente el envoltorio en busca de algo que le indicara de quién era el regalo. 

Emerald se encogió de hombros y observó con atención el brillante objeto. 

—No tengo idea. No traía tarjeta. 

Aline frunció el ceño y Emerald supo que seguiría insistiendo con el tema hasta saber de dónde había salido el regalo.

No se equivocó. Más tarde, mientras caminaban hacia los invernaderos para la clase de herbología, todavía seguía haciendo conjeturas sobre el asunto. 

—Debe ser algún admirador secreto —decía—. ¿O si es tu padre? puede que te lo haya dado sin tarjeta para no tener problemas... aunque es improbable... la verdad no sé qué decirte. 

En ese momento, Daniel Greene apareció con un enorme ramo de flores que acababa de hacer aparecer con magia. 

—Siento interrumpir su conversación —dijo, con timidez. 

Aline le sonrió con amabilidad. 

—No te preocupes, no hablábamos de nada importante... ¿puedes creer que alguien le regaló a Emerald un giratiempo? 

El chico la miró con la sorpresa grabada en sus ojos verdes. 

—¿Y saben quién fue? —preguntó. 

Emerald no quería que nadie más se enterara de que tenía un giratiempo porque sabía que pronto, todo Hogwarts lo sabría y comenzarían a hacer preguntas, además era probable que no le permitieran tenerlo, así que se apresuró a arreglar esa situación. 

—Sí, lo sabemos —dijo Emerald, queriendo terminar de una vez por todas con el tema—. Y hoy mismo se lo voy a devolver a quien me lo envió. 

Su tono fue muy contundente, lo que le dio a entender a Daniel que no debía insistir más en el tema. De manera que se apresuró a entregarle las flores. 

—Me enteré de que hoy es tu cumpleaños —le dijo—. Muchas felicidades. 

Le dio un inesperado abrazo que hizo que Emerald se sintiera un poco incómoda. 

—Gracias, Daniel. 

El chico le sonrió. 

—De nada. ¿Piensas hacer algo hoy?

—No, nada en especial, se acercan los exámenes y no hay mucho tiempo para celebraciones. 

Daniel se limitó a asentir. 

—Espero que la pases bien hoy, a pesar de eso. 

Emerald sonrió con agradecimiento. 

Para el final de día, casi había olvidado que era su cumpleaños, tenía tantos trabajos por hacer, que incluso se preguntó si tendría tiempo de ver a Tom esa noche. Luego concluyó que no se quedaría sin verlo, haría un espacio como fuera. Esperó a que se hiciera tarde para salir de la torre de Gryffindor y dirigirse sigilosamente hacia la oficina de él. Pero algo pasó: a pesar de que se había hecho invisible al salir de detrás de retrato que custodiaba la entrada a su sala común, alguien la había visto. 

—Emerald —susurró la voz de Daniel, detrás de ella—. Sé que estás por aquí. 

Ella resopló, visiblemente molesta por aquella interrupción y pensó en decirle, de muy mala manera, que la dejara en paz. Se hizo visible, pensando en que solo sería por un momento, y lo miró con seriedad. 

—¿Puedo saber por qué me estás siguiendo? —preguntó— si sabías dónde estaba es porque has venido tras de mí desde que salí de la torre de Gryffindor. 

Daniel se sorprendió un poco por la severidad de su tono, pero rápidamente recobró la compostura. 

—Es que necesitaba hablar contigo, pero nunca tengo oportunidad —respondió—, además hoy es tu cumpleaños. 

Ella no pensaba ceder, pensaba decirle de igual manera que la dejara en paz. 

—Mira, Daniel... —comenzó, pero él la interrumpió. Abrió una puerta que estaba tras él, revelando un salón vacío. 

Emerald se sorprendió al ver que en el lugar había pequeñas hadas que volaban. Sobre una manta de cuadros, había un pastel redondo cubierto con crema rosada y con letras blancas que decían «feliz cumpleaños Emerald». Junto al pastel había una caja grande con un moño rojo y muchos globos en forma de corazón colgaban de las paredes.

—Yo... preparé una sorpresa para ti... llevaba un par de semanas planeándolo... quería hacer algo especial —murmuró Daniel, con nerviosismo, mientras juntaba las manos tras la espalda y fijaba la vista en el suelo. 

Emerald iba a responder, pero el sonido de la conocida voz de Tom, la interrumpió. 

—¿Qué significa todo esto? —preguntó. 



𝐃𝐞𝐬𝐭𝐢𝐧𝐨 || 𝐓𝐨𝐦 𝐑𝐢𝐝𝐝𝐥𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora