𝑫𝒊𝒆𝒛

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Daniel Greene estaba enamorado de Emerald desde primer año, cuando la había visto por primera vez en la ceremonia de selección, pero solo se había atrevido a acercarse a ella en esos momentos, cuando ya estaban en quinto año. Ella ni lo sabía ni lo sospechaba, por eso no se le hizo extraño que él la invitara a tomar una cerveza de mantequilla en Hogsmeade durante la primera salida al pueblo de ese año. Emerald aceptó con la única condición de que se vieran en en bar de su tío Aberforth.

Tom había escuchado a Daniel contarle a uno de sus amigos que iba a invitar a Emerald a salir, y no estaba nada contento con eso. Aquella mañana fría de finales de octubre, había salido del colegio con la única intención de seguir a Daniel y espiarlo en su cita con Emerald. Aunque no tuviera nada que ver con ella, en su mente ya estaba buscando desesperadamente la manera de sacarlo de su camino.

«No me conviene que ese mocoso estúpido esté cerca de ella —pensó—, si inician una relación o ella se fija en él, habré perdido, y yo soy un muy mal perdedor».

Emerald llegó al bar de su tío en compañía de su mejor amiga. Como para ella la invitación de Daniel no era una cita romántica, no le pareció nada malo llevar a Aline. Estuvo largo rato charlando con Aberforth, como solía hacer, hasta que llegó Daniel. Llevaba un ramo de flores en la mano, y al darse cuenta de que Aline estaba allí también, se sintió un poco decepcionado. Terminó por hacer desaparecer las flores antes de entrar en el bar y hacer como que nada había pasado.

—Hola —saludó al entrar.

—Hola —respondieron Emerald y Aline al mismo tiempo.

Los tres se sentaron en una mesa, sin saber que Tom había hallado la manera de hacerse invisible y estaba allí también. Al ver que Aline estaba presente, sintió un poco de alivio, pues Emerald no estaría sola con aquel chico, pero de igual manera insistió en quedarse.

Emerald le dijo a Aberforth que les sirviera tres cervezas de mantequilla. Comenzaron a beberlas en silencio, mientras ella se preguntaba por qué Daniel parecía tan incómodo.

—¿Y cómo te ha ido con las clases? —preguntó al fin Aline, después de un rato de incómodo silencio.

—Me ha ido bien casi en todo —respondió Daniel, mientras la miraba con atención—, menos en defensa contra las artes oscuras.

Emerald había tenido la vista fija en la madera de la mesa, hasta que habían nombrado la materia que impartía Tom. Entonces levantó la vista y miró a Daniel.

—¿Por qué? —quiso saber.

Daniel dejó de mirar a Aline para mirarla a ella.

—El profesor Riddle es muy exigente. Nunca le parece que mis trabajos están lo suficientemente bien hechos. Yo me considero bueno en esa materia, pero con él no tengo muchas posibilidades de sacar buenas notas.

—Qué extraño —intervino Aline, pensativa—. A Emerald y a mí siempre nos pone buenas notas.

Daniel esperó un poco antes de decir algo más, luego se inclinó sobre la mesa y les habló en voz baja:

—A mí no me parece que sea tan buen profesor, la verdad —confesó—, solo le dieron el puesto porque al director le agrada.

Emerald no supo por qué, pero el comentario de Daniel le molestó profundamente y no pudo evitar decir lo que pensaba.

—Eso no es verdad. Dippet y cualquiera con más de dos neuronas sabría que el profesor Riddle es un gran mago y también un excelente profesor.

Daniel la miró, incrédulo. No era la primera vez que ella se molestaba por algo que él decía. Recordó la primera vez que hablaron y se sintió tonto. Esperaba tener una oportunidad de decirle lo que sentía, pero siempre terminaba por arruinarlo.

Mientras tanto, Tom observaba la escena con una sonrisa. Le halagaba profundamente que Emerald pensara eso de él, y más aún, que se lo expresara al idiota al que él veía como una amenaza.

«No puedo creer que me haya preocupado por ese imbécil —pensó—, no es competencia para mí y menos ahora que sé que la linda señorita Dumbledore me tiene en tan buen concepto».

Como el ambiente se sentía tan tenso, Aline se disculpó y se fue al baño, dejando a Emerald a solas con Daniel.

—Creo que mis comentarios casi nunca son acertados —dijo el chico, mientras se pasaba las manos con nerviosismo por el cabello—, siempre termino por ofenderte.

Emerald se sintió un tanto avergonzada, pues pensó en que su reacción había sido un poco desmedida.

—Y creo que la forma en que yo expreso mi desacuerdo no es la mejor.

Daniel sonrió, quitándole importancia al asunto.

—Solo espero que no vayas a dejar de hablarme por esto.

—Por supuesto que no.

Emerald sonrió también y luego le dio un sorbo a su cerveza. Aline no tardó en regresar y los tres iniciaron una conversación trivial. Largo rato después, Daniel se puso en pie para irse.

—Creo que me voy, hay algunas cosas que necesito comprar —dijo.

—¿Podría ir contigo? —preguntó Aline, y se levantó— también tengo que comprar cosas.

—No veo por qué no —Daniel se encogió de hombros—. ¿No vienes, Emerald?

—No —respondió Emerald—, me quedaré un rato más con mi tío. Nos veremos en el colegio.

Daniel asintió y salió del bar en compañía de Aline. Tom estaba pensando en cómo salir sin que nadie se diera cuenta de que había estado allí, pero Emerald se quedó en donde estaba sentada y pronto su tío llegó y se sentó frente a ella.

—¿Y quién es ese chico? —preguntó, mirando a Emerald con curiosidad.

—Un compañero del colegio —respondió ella, con indiferencia.

—Por como te miró cuando llegó, pensé que se trataba de algún pretendiente.

Emerald negó con la cabeza.

—Nada de eso, tío.

—¿Pero no te interesa?

—En absoluto. Es agradable y todo, pero no.

«No es el profesor Riddle —pensó—, y después de que lo vi a él ya nadie más me parece atractivo de verdad».

Aberforth le dedicó una mirada comprensiva y estiró la mano para ponerla sobre la de ella, que descansaba sobre la mesa.

—Haces bien en no involucrarte en relaciones de pareja y esas cosas —le dijo—, nunca traen nada bueno.

Emerald asintió y Aberforth se levantó. En esos momentos, a Tom le pareció buena idea salir del bar, pensando en que nadie se daría cuenta de que había estado ahí. Se puso en pie y caminó despacio hacia la puerta, pero a Emerald se le ocurrió la misma idea. Él no la vio acercarse y ella no supo qué él estaba ahí, hasta que chocó contra su espalda.

—¡Ay! —Tom no pudo contener la exclamación. Emerald reconoció de inmediato su voz y supo que se trataba de él, aunque no podía verlo.

—¿Qué hace usted aquí? —preguntó.

𝐃𝐞𝐬𝐭𝐢𝐧𝐨 || 𝐓𝐨𝐦 𝐑𝐢𝐝𝐝𝐥𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora