𝑻𝒓𝒆𝒄𝒆

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«¿Quién demonios le dijo? —se preguntó Tom— Fue una buena idea hacer invisible a Emerald, si este viejo entrometido no la ve, no habrá problemas».

—No tengo idea de quién le habrá dicho eso, pero es mentira, puede entrar y comprobar por sí mismo que ella no está aquí.

Dumbledore se quedó mirando a Tom muy fijamente, como tratando de averiguar si mentía, pero rápidamente llegó a la conclusión de que nunca le creería nada de lo que dijera hasta no comprobarlo.

—¿Puedo pasar? —preguntó.

Tom se hizo a un lado y lo dejó pasar. Emerald ya había escuchado la voz de su padre y estaba preocupada por que de alguna manera lograra darse cuenta de que ella estaba ahí, aunque era aparentemente imposible. Albus miró a todas partes con atención, hasta que pudo comprobar que su hija no estaba ahí. Alguien le había enviado una nota diciéndole que Emerald estaba fuera de su dormitorio y en la oficina de Tom. Le había preocupado leer eso, porque consideraba a Tom como alguien peligroso a quien definitivamente no quería cerca de ella, así que se había apresurado a ir. Pero había sido una mentira, y no entendía qué razones tenía cualquier persona para engañarlo con eso y quiso averiguar de quién se trataba.

—Como puede ver, ella no está aquí —dijo Tom, esperando que con eso, Albus entendiera que debía irse cuanto antes.

—Discúlpame por haberte molestado, Tom.

Albus salió y cerró la puerta. Tom esperó hasta que calculó que ya iría bastante lejos para preguntar dónde estaba Emerald.

—Aquí estoy —ella se acercó a él y puso la mano sobre su hombro.

Tom la hizo de nuevo visible, para él era importante seguir hablando con Emerald, así que se quedó mirándola a los ojos antes de hablar.

—Como puede ver, no le agrado en lo más mínimo a su padre —dijo—, honestamente, él tampoco me agrada a mí. Si supiera que quiero tener algo con usted, tendríamos muchos problemas.

—¿Quiere tener algo conmigo? —preguntó Emerald.

—Es todo lo que quiero. Quiero descubrir todos sus secretos, estar con usted, que sea mía, pero debe entender que a ninguno de los dos le conviene que nadie se entere. Además, no sé si pueda funcionar, aunque no es mucha, tenemos una diferencia de edad, y seguramente usted tiene una idea muy distinta a la mía sobre lo que es tener una relación con alguien. Yo nunca he salido con nadie, ni siquiera sé qué es lo que hay que hacer en ese caso. Nadie verá lo nuestro con buenos ojos.

Emerald se acercó un paso más y puso sus manos sobre los hombros de Tom.

—Si tiene que ser un secreto, pues que así sea, pero yo quiero estar con usted. No voy a negarme la oportunidad de ser feliz y de hacerlo feliz, solo porque mucha gente no va a estar de acuerdo.

A Tom le sorprendió la determinación que pudo ver en Emerald, el que estuviera dispuesta a arriesgarlo todo por una relación con él, le dijo mucho. Cada vez que pensaba en los motivos que lo habían llevado hasta allí, se sentía estúpido, pero en esos momentos se daba cuenta de que había valido la pena hacer caso de esa profecía. La tomó de la cintura para acercarla a él, y se permitió sentir la calidez de su cuerpo contra el suyo, mientras se perdía en aquel azul infinito de sus ojos. Ella no quería seguir esperando, muchas veces se había preguntado cómo sería besarlo, aunque veía eso como algo casi imposible, en esos momentos estaba demasiado cerca y sin importar lo que pasara después, se arriesgaría. Era como si hubiera estado esperando toda su vida por ese momento, así que acercó despacio sus labios hasta ponerlos sobre los de él, se besaron sin prisa, como tomándose el tiempo para reconocerse y permitiéndose sentir aquella tormenta de emociones que había iniciado el día que se vieron por primera vez y que no había hecho más que aumentar con cada mirada, cada palabra intercambiada, y cada pequeña interacción. 

—Emerald —murmuró Tom, separándose de ella solo unos cuantos centímetros para mirarla a los ojos. 

Emerald sonrió porque era la primera vez que él no se refería a ella como «señorita Dumbledore», estaba segura de que cualquier palabra sonaría bonita viniendo de sus labios. De repente le gustó mucho más su nombre. 

—¿Sí? —preguntó. 

—¿Estás segura de que quieres esto? 

—Nunca había estado tan segura de algo en mi vida. Estoy dispuesta a hacer lo que haya que hacer y a correr los riesgos que haya que correr. 

Tom sonrió, feliz por la respuesta de Emerald, y se acercó para besarla una vez más.  

𝐃𝐞𝐬𝐭𝐢𝐧𝐨 || 𝐓𝐨𝐦 𝐑𝐢𝐝𝐝𝐥𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora