𝑫𝒊𝒆𝒄𝒊𝒏𝒖𝒆𝒗𝒆

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Cuando Emerald despertó, era de madrugada. Tom dormía tranquilamente a su lado, ajeno a las preocupaciones que asaltaron la mente de la chica desde que abrió los ojos. ¿Y si alguien se había dado cuenta de su ausencia? Definitivamente no había pensado en quedarse, había planeado ausentarse por poco tiempo, pero las cosas no habían salido como las planeó. Se levantó con mucho cuidado para no despertar a Tom, recogió su ropa y se vistió lo más rápido que pudo. Antes de salir, le dio un beso rápido de despedida y corrió lo más rápido que pudo hasta la torre de Gryffindor. Cuando entró en la sala común, encontró un gran desorden. Todavía no amanecía y varios de los invitados a la pequeña fiesta de Aline, dormían en los sillones o sobre la vieja alfombra, solo había una persona despierta: Daniel Greene. 

Al verla llegar se levantó de la silla donde estaba sentado, era evidente que no había dormido ni un minuto en toda la noche, la miró de manera indescifrable y se le acercó. 

—Podría jurar que estuviste con el profesor Riddle —le dijo en no más que un susurro. 

Emerald retrocedió un par de pasos, adentrándose en el túnel de la entrada de la sala común. 

—¿Cómo sabes eso? —le preguntó. Se sentía atacada, en peligro, y en esas situaciones le era imposible controlar su tono, que fue mucho más brusco de lo que pretendía. 

—No te daré más detalles, pero sé que hay algo entre ustedes, hay muchas cosas que me hacen pensar eso. ¿Vas a negarlo? 

Emerald sentía que todo estaba arruinado, con una sola persona que supiera del secreto que tan bien tenía que haber guardado, todo se iría al infierno más temprano que tarde. No sabía qué hacer, era evidente que Daniel ya lo sabía todo. No estaba dispuesta a ver el fin de esa relación que se había convertido en parte tan importante de su vida. 

«Menos aún, después de lo que pasó anoche —pensó—. No puede ser la primera y última vez». 

—¿No vas a decir nada? —preguntó Daniel, después de unos instantes de silencio— ¿Ni siquiera te molestarás en negarlo? El profesor Dumbledore se dará cuenta, así como yo lo descubrí, no puedes esconder algo así por siempre. 

—¿Me estás amenazando con decirle a mi padre? —Emerald estaba indignada, en esos momentos, era capaz de todo por evitar que su padre y posiblemente otras personas, se enteraran también de eso. 

Daniel negó lentamente con la cabeza. 

—No, Emerald, no sería capaz de contarle porque eso no me corresponde, pero debes saber que por mucho que te esfuerces, todo termina sabiéndose al final. Aunque, si te soy sincero, no creo que lo suyo dure mucho. Los hombres como el profesor Riddle hacen de todo para conseguir lo que quieren y una vez que lo obtienen, todo termina. No me gustaría que te hiciera daño porque no lo mereces, pero tampoco puedo hacer nada para evitarlo. 

Emerald no sabía qué decir. Miró a Daniel, visiblemente contrariada. No confiaba en que él no le contara todo a su padre y no soportaba sentir que su relación con Tom dependía del silencio de ese chico al que había rechazado de manera tan contundente hacía solo unas pocas horas. Tenía que hacer algo, pero la única idea que se le había ocurrido era demasiado arriesgada. Daniel no esperó más y pasó por su lado para salir por detrás del retrato, pero antes de llegar al final del túnel, Emerald había sacado su varita y le había apuntado. 

¡Obliviate! —dijo en voz baja. 

—¡Emerald! —sintió que decía la conocida voz de Aline, que acababa de bajar por las escaleras que conducían a los dormitorios de las chicas. 

Emerald dio media vuelta y se encontró con el rostro desconcertado de su mejor amiga. Cuando volvió a mirar hacia donde estaba Daniel, ya había salido, así que no pudo comprobar si el hechizo desmemorizante había salido bien. 

—Me gustaría hablar contigo. 

Emerald solo asintió, Aline se acercó a ella y juntas salieron de la sala común para dirigirse a la torre de astronomía. Desde allí se podía ver cómo aparecían en el cielo las primeras luces del alba, corría un viento frío que hizo que Emerald se cruzara de brazos para protegerse un poco. 

—Daniel me dijo que tenía serias sospechas de que tienes algo con el profesor Riddle —comenzó Aline. 

«¿A cuántos más les habrá contado? —se preguntó Emerald, con preocupación— Si lo saben varias personas, todo esto se pondrá mucho más complicado».

—Yo... no... —murmuró. 

—Puedes negarlo frente a todos, pero no conmigo —le interrumpió Aline—. Llevas tiempo actuando extraño, pero no quise preguntarte ni buscar alguna explicación porque no quería entrometerme en tu vida. Sabes que podrías habérmelo contado. 

Emerald negó con la cabeza y fijó la vista en el suelo. Tenía ganas de llorar y no sabía exactamente por qué. Sentía que todo se estaba viniendo abajo y no podía hacer nada para evitarlo. 

—No podía decírtelo, pero no porque no confíe en ti, sino porque sentía que debía ser un secreto para que pudiera funcionar —explicó—. Lo siento. 

Aline puso su mano sobre el hombro de Emerald. 

—No te disculpes, no es necesario, no hiciste nada mal. 

—¿Lo sabrán más personas? Esto no puede llegar a oídos de mi padre o tendremos problemas serios. 

—Creo que solo Daniel y yo, pero creo que él ya no es un problema. No le diré a nadie, lo juro. Si quieres puedo pronunciar un juramento inquebrantable o algo así, no es necesario que me borres la memoria. 

—No pensaba hacerlo porque sé que no dirás nada. 

Emerald por fin se atrevió a mirar a su mejor amiga. Aline le sonrió y luego volvió a tomar una actitud seria. 

—¿Estás tomando esto realmente en serio?

—Tan en serio que sería capaz de todo por seguir teniendo esto con él. Me hace feliz, ¿sabes? Sé que no es una relación muy normal, pero me siento bien, demasiado bien como para querer que se acabe. 

—Cuidado, porque lo que hoy te hace la persona más feliz del mundo, mañana puede ser la causa de tu desgracia.

Emerald se quedó en silencio, meditando aquella advertencia por unos instantes. 

—¿Acaso crees que terminará mal? —preguntó, pensativa. 

Aline le dedicó una mirada comprensiva. 

—No es que lo crea, ni espero que sea así, pero me preocupa que te hagan daño. 

Emerald se encogió de hombros. 

—Aunque todo terminara mal y me hiciera daño, igual viviría agradecida por haber tenido la oportunidad de sentir algo como esto.   

𝐃𝐞𝐬𝐭𝐢𝐧𝐨 || 𝐓𝐨𝐦 𝐑𝐢𝐝𝐝𝐥𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora