𝑽𝒆𝒊𝒏𝒕𝒊𝒄𝒊𝒏𝒄𝒐

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Albus fue a hablar con Armando Dippet sin perder tiempo, pensando que tal vez, si Tom se iba de Hogwarts y ponía algo de distancia entre él y Emerald, todo se solucionaría. Estaba convencido de que su hija no estaba realmente enamorada de Tom, solo se sentía atraída porque era guapo, y porque él se habría valido de cualquier cantidad de artimañas para enredarla y engañarla, pero ahí no había amor, de ninguna manera. Dippet se resistía a creer en principio lo que Albus le estaba diciendo, pero terminó por concluir que no mentía y despidió a Tom.

Faltaban solo algunas semanas para terminar el año escolar y para que los estudiantes de quinto año presentaran sus TIMO, por lo que en el tiempo restante, fue Albus quien se encargó de dictar la clase de defensa contra las artes oscuras. Como pasaba siempre en Hogwarts, pronto todos los estudiantes estuvieron enterados de lo sucedido con Tom y Emerald. Eso dio lugar a muchas murmuraciones y hubo un gran escándalo. 

Emerald sentía que de repente, su vida se había convertido en un infierno. La tarde en que Tom le dijo que debía dejar Hogwarts, fue como si con él, se fuera la mitad de su alma. 

—No quiero que te vayas —le dijo, mientras lo envolvía en un fuerte abrazo y hacía lo posible por no llorar. 

Él le devolvió el abrazo, sintiendo ya lo mucho que la iba a extrañar. 

—Solo iré a Londres. Nos veremos muy pronto, no te preocupes. 

Ella quería seguir viéndolo a diario como hasta entonces, ya no era suficiente verlo de vez en cuando. Cada kilómetro de distancia que la separara de él, dolería de una manera insoportable. 

Las siguientes semanas fueron el tiempo más horrible que había pasado en toda su vida. Sin Tom, y soportando las murmuraciones de sus compañeros, que no se detenían y hablaban de ella todo el tiempo, algunos en voz alta, otros murmuraban cuando la veían pasar. La única que se mantuvo a su lado y la defendió en todo momento, fue Aline. 

—No les prestes atención —le decía—. Ninguno de ellos sabe absolutamente nada de ti ni de tu historia con el profesor Riddle. No tiene por qué afectarte lo que piensen. 

Pero ella no podía hacer absolutamente nada para que no le afectaran aquellos comentarios malintencionados. Todo lo que quería era que terminaran las clases cuanto antes, aunque pasar el verano con su padre y su tío tampoco le llamaba mucho la atención. Sentía que la buena relación que tenía con ellos estaba rota, se sentía sola, como si lo hubiera perdido todo solo por haberse enamorado de Tom. Ella no había cometido ningún delito, pero todos la señalaban y juzgaban como si hubiera usado las tres maldiciones imperdonables en un gran número de víctimas. Se sentía mal todo el tiempo y todo lo que quería era ver a Tom, aunque fuera por poco tiempo. 

Cuando por fin llegó la semana en que presentarían las TIMO, sintió un alivio enorme. Hogwarts había sido un lugar muy especial, casi su lugar favorito en el mundo, pero eso había cambiado y ya no quería seguir estando ahí. Le faltaban dos años para terminar sus estudios, pero ya ni siquiera quería regresar, aunque sabía que su padre la obligaría, si dependiera de ella, desaparecería para siempre. 

En el segundo día de exámenes, recibió una carta de Tom. Lo único que pudo alegrarla un poco fue saber que lo vería, pues lo único que decía el pergamino era una hora y un lugar. Emerald llegó puntual, Tom ya la esperaba en la entrada del túnel que conducía al sótano de Honeydukes. Caminaron tomados de la mano a través de la oscuridad, hasta que estuvieron en Hogsmeade, salieron de la tienda y Tom la miró por fin a los ojos. 

—¿Confías en mí? —preguntó. 

Ella asintió, sin dudarlo un momento. 

—Sí. 

Él la tomó con fuerza del brazo y se desapareció para aparecer en Londres. Ella había estado pocas veces en la ciudad, por eso le parecía un lugar tan grande y confuso, que casi le causaba miedo. No soltó la mano de Tom ni un solo momento y dejó que él la condujera hacia un pequeño apartamento, en donde vivía. 

—Regresaremos antes del amanecer, lo prometo —le dijo. 

Ella estaba mirando a todas partes con curiosidad. 

—Yo no regresaría nunca. 

Tom sonrió y se acercó para besarla. 

—Pero tienes que regresar, al menos por ahora. 

Ella lo miró a los ojos y puso sus manos sobre los hombros de él. 

—¿A qué te refieres con al menos por ahora? 

—Faltan algunos meses para que seas mayor de edad, hasta ese momento tendrás que estar con tu padre, pero después de eso... podrías venir conmigo. 

Ella se sorprendió, no esperaba que le dijera algo así, pero esas palabras fueron como una pequeña dosis de esperanza. 

—¿Lo dices en serio? —preguntó. 

Tom asintió. 

—No tengo mucho que ofrecerte, pero...

Ella no lo dejó terminar, se acercó y le dio un apasionado beso en el que intentaba hacerle saber que no importaba eso, que en realidad no le importaba absolutamente nada, solo estar con él. Estaba dispuesta a dejarlo todo, pues sentía que ya que se habían encontrado, no tenía sentido separarse y perder lo que habían construido, o dejar de lado lo que los unía. 

𝐃𝐞𝐬𝐭𝐢𝐧𝐨 || 𝐓𝐨𝐦 𝐑𝐢𝐝𝐝𝐥𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora