𝑬𝒑𝒊𝒍𝒐𝒈𝒐

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Tom no conocía el dolor de perder a alguien porque nunca había tenido a nadie. Sintió que todo su ser se rompía en pedazos cuando vio a Emerald caer al suelo en medio del resplandor verde de la maldición.
 
—¡Expelliarmus! —Albus lanzó el hechizo y la varita de sauco salió despedida de las manos de Gridelwald a las suyas.
 
—¡Crucio! —no era la primera persona a la que Tom torturaba, pero no recordaba haber deseado causarle tanto dolor a nadie antes. No se detuvo, necesitaba hacer que sufriera lo mismo que él estaba sufriendo en esos momentos por haber perdido a Emerald. Tenía los ojos llenos de lágrimas y sus manos temblaban, pero eso no disminuía la intensidad con la que lanzaba el hechizo. Grindelwald se retorcía en el suelo y gritaba, pero Tom no pensaba detenerse. Tal vez si lo torturaba lo suficiente, se sentiría mejor. Tal vez si lo mataba, sería suficiente venganza. Pronto entendió que no. Nada le parecería suficiente. Ninguna venganza, por violenta o dolorosa que fuera, le sería suficiente.
 
—¡Avada kedavra! —dijo. No acostumbraba a matar tan rápido, no sin haber torturado, pero no soportaba que Grindelwald siguiera respirando cuando Emerald ya no lo hacía y todo por su culpa.
 
Se acercó a ella y se dejó caer en el suelo junto a su cuerpo, deseando con todas sus fuerzas que abriera los ojos y lo mirara, que todo fuera una pesadilla y al despertar ella estuviera ahí, a su lado, viva. Recostó la frente en su pecho, donde su corazón ya no latía, cerró los ojos y lloró. Lloró como nunca había llorado, hasta que todo su cuerpo temblaba, le costaba respirar y sentía una presión en el pecho casi insoportable. Le dolían los ojos y la cabeza, pero no pensaba en moverse de ahí, a menos que lo obligaran y a quien lo obligara, pensaba matarlo.
 
Al final lo hizo. Se llevaron el cuerpo de Emerald a Hogsmeade y lo dejaron en la que había sido su habitación. Tom se sentó junto a ella y siguió llorando mientras recordaba cada cosa vivida a su lado desde que la había conocido.
 
Aline llegó esa noche con la intención de visitar a Emerald, pero no fue sola, iba acompañada de Daniel Greene. Albus les contó lo sucedido de una manera muy breve porque seguía estando demasiado impresionado y triste.
 
—¿Puedo... subir a despedirme de ella? —preguntó Aline.
 
—Tom está arriba —le dijo Albus—, pero si quieres puedes subir.
 
Aline subió despacio las escaleras y tocó suavemente antes de entrar, a pesar de que la puerta estaba abierta.
 
—No quiero molestarlo —dijo—, solo quería despedirme de mi mejor amiga, no me demoraré, se lo prometo.
 
Tom no la miró, solo se levantó y salió de la habitación. Aline entró y se sentó en la cama junto a Emerald.
 
—Te voy a extrañar. Has sido la única amiga que he tenido en mi vida —dijo.
 
Se puso a pensar hasta que se le ocurrió algo. Se levantó y buscó en el baúl que había a los pies de la cama de Emerald. Sacó las cosas y buscó hasta que encontró el giratiempo que le habían regalado en navidad.
 
—Creo que puedo arreglar esto y traerte de regreso —dijo, y salió rápidamente de la habitación.
 
Bajó y tomó a Daniel del brazo.
 
—Necesito que hablemos.
 
Él la siguió afuera y ella le mostró el giratiempo.
 
—Con esto podemos arreglar todo.
 
Él recibió el giratiempo.
 
—¿Cuántas vueltas serán necesarias?
 
—¿Pasará algo si lo hacemos? Digo, algo se podría descontrolar si cambiamos algo como eso.
 
—No importa. La idea de morir no te asusta tanto cuando sabes que morirás en lugar de alguien a quien amas.
 
Dicho eso los envolvió en la cadena y le dio un par de vueltas al giratiempo. Aparecieron en la habitación, justo antes de que Grindelwald pronunciara la maldición. Daniel corrió y se interpuso, de manera que la recibió él. Todos se quedaron demasiado sorprendidos. Emerald aprovechó ese momento de confusión general para correr hacia Tom. Él se puso delante de ella, pero estiró el brazo para tomarla de la mano.
 
—¡Expelliarmus! —Albus desarmó a Grindelwald y atrapó en el aire la varita que salió despedida—.Yo te amé, Gellert, y en el fondo siempre lo haré, pero no por eso puedo dejar que destruyas el mundo.
 
—Si me hubieras amado, me hubieras seguido, como habías dicho en un principio —le respondió Gellert.
 
—Tú sabes bien qué fue lo que me hizo cambiar de idea con respecto a ti. No vale la pena dar más explicaciones.
 
Después de poner a Grindelwald bajo arresto y enviarlo a Nurmengard, donde pasaría el resto de sus días, Albus regresó a Hogsmeade, a la casa de su hermano, junto a Tom y Emerald. Ella entró y fue corriendo a buscar a Aberforth.
 
—Tío —lo abrazó con fuerza y él le devolvió el abrazo.

—Me alegra verte sana y salva, Emerald —Aberforth sonrió 

Emerald se apartó de su tío y sonrió también. Había pensado que no volvería a verlo y eso la entristecía porque era la persona con la que más tiempo había pasado. Vio salir a Aurelius de la habitación de Aberforth y quedó muy confundida.

—Él... —dijo.

—Es Aurelius, mi hijo —explicó Aberforth de inmediato.

—Hola —Aurelius parecía incómodo y avergonzado.

—Hola —Emerald se las arregló para esbozar una sonrisa amable.

—La cena está servida —anunció Aberforth.

Albus miró a Tom, que estaba a su lado.

—¿Te quedas a cenar? —preguntó.

Tom asintió. No quería estar lejos de Emerald ni un solo momento, temía que algo le pasara, acababa de recuperarla y perderla de nuevo, para siempre, le causaba un pánico irracional.

Poco después estaban sentados en la mesa, cenando. Emerald tomó la mano de Tom por debajo de la mesa y le dirigió una sonrisa secreta.

—Nunca habías dicho que tuvieras un hijo, tío —dijo Emerald, dirigiéndose a Aberforth.

Él pareció avergonzado.

—No lo sabía.

La cena transcurrió en silencio, tan pronto terminaron de cenar, Emerald y Tom salieron de la casa. Las estrellas brillaban sobre Hogsmeade y una luna llena y redonda bañaba todo el pueblo con su luz de plata.

—Llegué a pensar que no volvería a verte —dijo Tom, mientras tomaba a Emerald de la mano.

Ella sonrió y se acercó un paso.

—Yo también, pero aquí estamos, juntos otra vez.

Tom sonrió.

—Como debe ser.

Ella se acercó y lo besó. Él le correspondió de inmediato y la tomó de la cintura para acercarla más a él y profundizar el beso. Cerró los ojos y pensó en cómo había empezado todo, en las palabras que le había dicho la vidente y el poder que habían tenido, pues por eso había regresado a Hogwarts, se había hecho profesor y al final se habían cumplido, porque había encontrado su destino. Las cosas se habían complicado más de una vez, pero al final habían logrado seguir juntos, a pesar de todo.

¡Fin!

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Holaaaaaaaa

Perdón por no actualizar en tres siglos y demorarme tanto, estuve muy ocupada y no tenía tiempo de nada. Espero que les haya gustado la historia, a quienes hayan llegado hasta aquí mil gracias por sus lecturas, sus votos y sus comentarios. Les envío un abrazo.

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𝐃𝐞𝐬𝐭𝐢𝐧𝐨 || 𝐓𝐨𝐦 𝐑𝐢𝐝𝐝𝐥𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora