𝑪𝒂𝒕𝒐𝒓𝒄𝒆

2.8K 181 14
                                    

Y de repente, la vida de Emerald se resumía en dos cosas: mentir y esconderse. Se había tomado muy en serio eso de que su relación con Tom debía ser un secreto, de manera que ni siquiera su mejor amiga Aline tenía idea de lo que estaba pasando. Todas las noches esperaba a que sus compañeras de habitación estuvieran profundamente dormidas y salía a encontrarse con Tom. Él le había enseñado a hacerse invisible, al principio le había costado lograrlo, pero había practicado tanto, que en unos pocos días pudo hacerlo perfectamente. Cuando lo veía en clases, se esforzaba por fingir indiferencia al máximo y él la trataba de manera distante, como si fuera solo una alumna más, de manera que nadie se imaginaba siquiera lo que estaba pasando. 

La mañana del primer partido de quidditch, Emerald había pensado en aprovechar aquel desorden para tener algo de tiempo para ver a Tom a solas. Esperó a que el partido comenzara y todos estuvieran lo suficientemente enfrascados en él como para no notar su ausencia. Se escabulló del campo y fue a buscar a Tom, que estaba en su oficina. Cuando él le abrió la puerta, ella se lanzó a sus brazos como solía hacer y le dio un apasionado beso. A veces podía ser demasiado expresiva y demostraba lo que sentía de maneras como esa. Tom, por su parte, prefería no hacer cosas como esas y mantener para sí mismo cuán intensos eran sus sentimientos, aunque estos solo se hacían más fuertes con el paso de los días. 

—¿No te parece un poco arriesgado venir a esta hora? —preguntó él en cuanto ella se apartó. 

Ella fingió molestarse. 

—¿No te agrada verme?

Él estiró su mano para ponerle un mechón de cabello tras la oreja y esbozó una pequeña sonrisa.

—Claro que me agrada, pero ya sabes cómo son las cosas. 

Ella asintió. 

—Solo va a ser un rato, volveré antes de que termine el partido.

—No pensé que fueras a perderte el partido. 

—Me gusta mucho el quidditch, además mi mejor amiga está en el equipo de Gryffindor, pero no podía desaprovechar la oportunidad de estar al menos un poco contigo. 

Tom sonrió de nuevo y la tomó de la mano, pensando en que cuando estaba con ella sonreía mucho más de lo normal y eso era algo muy extraño a lo que no lograba acostumbrarse aún.

 —Si te gusta tanto el quidditch, ¿por qué no entraste en el equipo? —preguntó. 

—Porque le tengo miedo a las alturas —respondió ella—. La idea de estar sobre una escoba a veinte metros del suelo me causa pánico. Si no fuera por eso, desde luego que estaría en el equipo. 

—¿Le temes a algo más? 

Emerald se quedó en silencio, pensando. 

«Ahora mismo creo que le tengo miedo a que estés jugando conmigo y todo esto sea mentira —pensó».

—Creo que no, a nada más. ¿Y tú? ¿A qué le tienes miedo? 

«A la muerte —respondió él, en su mente. No pensaba decir eso en voz alta jamás». 

—En este momento no recuerdo nada en específico a lo que le tema. 

—Debe haber algo, creo que todos le tenemos miedo a al menos una cosa. 

Tom se encogió de hombros y se acercó para besarla con la intención de que no siguiera insistiendo con el tema. A pesar de todo lo que sentía por ella, se obligaba a sí mismo a no abrir su corazón y contarle cosas tan personales que nunca había compartido con nadie. No porque no se sintiera en confianza, pues sentía que ella lo entendería mejor que sí mismo y que podía hablarle de cualquier cosa, era porque una parte de él se resistía. Alguien que nunca había recibido el cariño de nadie, necesitaba tiempo para comprender y hacerse a la idea de lo que significa ser querido por alguien. 

—Creo que mejor me voy —dijo Emerald, con pesar, después de que habían pasado unos minutos besándose—. No sé si ya habrán atrapado la snitch. 

Tom pareció menos apesadumbrado de lo que realmente se sentía. Quería tenerla cerca el mayor tiempo posible, a pesar de que sabía que no se podía. 

—Nos vemos en la noche, ¿sí? 

Emerald asintió y le dio un beso corto antes de irse. 

Cuando regresó al campo, todavía no habían atrapado la snitch, y Aline estaba teniendo una acalorada discusión con el guardián de Slytherin. Nadie había notado su ausencia, nadie además de Daniel Greene. 

—Pensaba que no regresarías —comentó el chico. 

—¿Por qué Aline está discutiendo? —preguntó Emerald, mirando con atención a Daniel. 

—La golpeó con la quaffle cuando hizo el saque. 

Emerald sonrió, su amiga tenía serios problemas para controlar su lengua y en esos momentos se escuchaban sus insultos por todo el campo.

—Aline siendo Aline.  

—Ella dijo que te gusta el quidditch. 

—Así es, me gusta mucho. 

—Pero te perdiste casi todo el partido, la parte más emocionante.  

Emerald no le respondió. 

«Sí —pensó— pero ahora hay algo... o alguien que me gusta mucho más que eso y que cualquier otra cosa». 


𝐃𝐞𝐬𝐭𝐢𝐧𝐨 || 𝐓𝐨𝐦 𝐑𝐢𝐝𝐝𝐥𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora