𝑽𝒆𝒊𝒏𝒕𝒊𝒄𝒖𝒂𝒕𝒓𝒐

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Pronto, Albus dejó de estar sorprendido y pasó a estar muy molesto, más que con Tom o con Emerald, estaba molesto consigo mismo por no haberse dado cuenta a tiempo de lo que estaba sucediendo. Evidentemente, las cosas entre su hija y Tom ya habían llegado bastante lejos y él solo pensaba en que hubiera podido evitar que llegaran a ese punto. Estuvo a punto de irrumpir en la habitación, pero se contuvo, necesitaba pensar mejor las cosas, tratar de encontrar una forma de que Emerald se alejara definitivamente de Tom. 

—Debí hablar con Dippet el día que me dijo que Tom iba a trabajar en Hogwarts, intentar persuadirlo de que no lo recibiera, pero me quedé callado —le decía a Aberforth—. Si hubiera evitado...

—Ya no lo hiciste —le interrumpió Aberforth—, no pudiste evitarlo y lo que está pasando ahora es el resultado de eso. No pienses en el pasado, piensa en el presente y en lo que puedes hacer para evitar que ese Riddle siga aprovechándose de Emerald. 

—Tengo que hablar con él, y con ella... y con Dippet. Después de esto, Tom no puede seguir trabajando en Hogwarts. 

—Eso suena mucho mejor que tus lamentaciones anteriores, Albus. Hay que encontrar la manera de hacerle entender a Emerald que debe alejarse de ese muchacho. 

—No creo que lo entienda fácilmente, si pasó... lo que estaba pasando entre ellos, es porque probablemente ella está enamorada de él. 

—Pero él no de ella. Le hará daño y no queremos eso. 

Albus estaba tan preocupado por lo que podía pasarle a Emerald si sufría una decepción amorosa y recordando su propia experiencia del pasado, decidió tomar cartas en el asunto cuanto antes. Esperó a que regresaran de las vacaciones, pensando una y otra vez en cuáles serían las mejores palabras para que Emerald le hiciera caso y dejara a Tom. Habló poco con ella, y concluyó que lo mejor sería hablar primero con Tom. Fue a buscarlo a su oficina en la noche, llamó a la puerta y esperó a que abriera. Él se sorprendió al verlo allí, pero no lo dejó notar. 

—Profesor Dumbledore —lo saludó respetuosamente y se hizo a un lado para dejarlo pasar. 

—Necesito hablar contigo, Tom, de un asunto muy delicado —Albus fue al grano y sus palabras le hicieron entender a Tom que lo sabía todo. 

—Lo escucho. 

Tom se sentó tras es escritorio y Albus frente a él. Los ojos azules de Albus no dejaban notar nada, pero Tom ya sabía que estaba furioso y que no le diría nada agradable, pero no le importaba, no permitiría que nadie, ni siquiera Albus, alejara a Emerald de él. Juntó las manos sobre el escritorio y miró fijamente a ese hombre al que siempre había odiado. 

—¿Cómo te atreviste a seducir a mi hija? —le dijo Albus, en tono de reclamo— ¿Qué te proponías con eso?  ¿Por qué lo hiciste? Para fastidiarme, ¿verdad? Querías vengarte de mí porque soy el único que sabe quién eres tú en realidad, el único al que no engañas. 

Tom no esperaba menos que esas acusaciones, pero permaneció imperturbable. 

—Las razones que yo haya tenido para involucrarme con su hija, no son su problema. 

Albus pareció furioso de repente, Tom nunca lo había visto así y se sorprendió un poco. 

—¿Que no son mi problema? ¡Es mi hija! ¡Mi única hija! ¡Y tú te estás aprovechando de ella, la estás usando! 

Tom no pudo permanecer inexpresivo por más tiempo, se puso en pie de un salto, dispuesto a responder. 

—¡Mentira! ¡Ni me estoy aprovechando de ella, ni la estoy usando! Si ella está conmigo es porque quiere. Lo que pasa es que no quiere ver que ya creció y está tomando sus propias decisiones. Emerald ya no es la niña que usted cree que es, se está convirtiendo en una mujer, lo que ha pasado entre nosotros ha sido porque ella ha querido que pase. 

Emerald había escuchado la discusión desde antes de llegar a la puerta de la oficina. Pensó en irse, regresar a la torre de Gryffindor y hablar con Tom y con su padre después, pero concluyó que lo mejor sería intervenir, pues podía pasar cualquier cosa. 

Albus se puso en pie también, no estaba dispuesto a permitir que le hablaran de esa manera. Sacó su varita del bolsillo y Tom hizo lo mismo. Se apuntaron en silencio unos segundos, hasta que Emerald irrumpió en la habitación, cerró la puerta de golpe y corrió hasta situarse al lado de Tom. 

—¿Qué está sucediendo aquí? —preguntó, mirando a Tom y después a su padre. 

—Descubrió lo nuestro —explicó Tom, sin mirarla. 

Ella ya sabía que eso pasaría tarde o temprano, pero aún así, no supo cómo reaccionar. 

—¿Cómo...? —balbuceó. 

—¿Desde hace cuanto tiempo que esto está pasando? —la interrumpió Albus. 

Emerald concluyó que lo mejor era decirle la verdad, ya no tenía caso seguir mintiendo.

—Algunos meses —respondió, sin atreverse a mirarlo. 

—Emerald... tú no sabes quién es Tom en realidad, no puedes seguir en una relación con él, no es el hombre para ti.

—Yo lo quiero, padre. 

—Pero...

—Y yo también a ella —intervino Tom. 

Aquella revelación sorprendió, tanto a Albus como a Emerald. 

—Por favor, Tom —dijo Albus, incrédulo—, los dos sabemos que es mentira. No la quieres ni te importa, le mentiste quién sabe de cuántas maneras para acostarte con ella, pero no la quieres. 

—¡Usted no tiene ni idea de lo que yo siento! —gritó Tom, perdiendo ya la poca paciencia que tenía. Miró a Emerald a los ojos y cambió de tono para hablarle— No le creas nada de lo que te diga, porque él no sabe nada, no tiene idea de nada. Solo tú sabes quién soy yo en realidad, nadie más ha visto todo lo que soy. Por mucho que lo intente, no logrará apartarme de ti, no importa lo que tenga que hacer, mataré a todo el que se interponga porque tú eres mi destino, eres mía y yo soy tuyo.  

𝐃𝐞𝐬𝐭𝐢𝐧𝐨 || 𝐓𝐨𝐦 𝐑𝐢𝐝𝐝𝐥𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora