𝑪𝒊𝒏𝒄𝒐

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Emerald se preguntaba por qué le temblaban tanto las manos. El reloj avanzaba y casi llegaba la hora de ir a cumplir con el castigo que Tom le había impuesto. Estaba en una clase de herbología, pero su mente se hallaba muy lejos de ahí, en otro salón de clases, donde Tom también pensaba en ella y contaba los minutos para tenerla cerca de nuevo.

Cuando Emerald por fin salió de clases, se dirigió a la oficina de Tom, pero se encontró con su padre antes de llegar.

—Padre —lo saludó.

—Emerald —respondió Albus—. ¿Tienes algo que hacer? Porque iba a pedirte que me ayudes con algo.

—Tengo que ir con el profesor Riddle, porque me castigó.

Albus se sorprendió de manera poco grata en cuanto escuchó eso y no precisamente porque su hija estuviera castigada, que era algo que no ocurría muy seguido. Era en realidad, porque no le gustaba para nada la idea de que Emerald estuviera cerca de Tom.

—¿Y por qué te castigó?

—Me encontró saliendo de las cocinas muy tarde en la noche.

Albus observó a Emerald en silencio, después asintió.

—Bien. Nos veremos después.

Dicho eso siguió su camino, sintiéndose bastante preocupado. Emerald hizo lo mismo, pero ella se sentía nerviosa. ¿En qué consistiría el castigo? En verdad esperaba que Tom la pusiera a hacer cualquier cosa y la dejara sola. No le gustaba para nada cómo se sentía cuando estaba cerca de él. Llegó a la puerta de la oficina y tocó dos veces con cierta vacilación. Tom abrió la puerta y se quedó mirándola en silencio un momento antes de saludarla.

—Señorita Dumbledore.

Ella lo miró a los ojos por un momento antes de verse obligada a apartar la mirada porque se sentía muy intimidada.

—Profesor Riddle.

Tom se hizo a un lado y la dejó pasar. Ella entró y se quedó mirando con atención cada rincón de la oficina. Nunca había entrado antes y había un gran desorden de papeles en todas partes.

—El anterior profesor no dejó la oficina en las mejores condiciones —explicó Tom, mientras caminaba despacio hasta la silla que estaba detrás del escritorio y se sentaba—, así que le voy a pedir que me ayude a deshacerme de toda esta papelería.

Emerald solo asintió y muy despacio levantó la mirada para encontrarse con que Tom se aflojaba el nudo de la corbata con mucha parsimonia, y después se desabrochaba los dos primeros botones de la camisa. Mientras hacía eso, la miraba con intensidad, de una manera que podía poner nervioso a cualquiera, y ella no era la excepción. Con disimulo, se secó el sudor de las palmas de las manos con el uniforme.

—Puede empezar por ahí.

Tom señaló un montón de papeles que estaban sobre una pequeña mesa que había entre dos sofás. Emerald asintió y caminó despacio hacia allí. Pasó un buen rato aparentemente concentrada en organizar los papeles y llevarlos hasta la chimenea, pero sentía la mirada de Tom fija en ella, estudiando cada movimiento que hacía.

—La verdad es que no tenía idea de que Dumbledore tuviera una hija —comentó Tom, en un primer intento de entablar una conversación.

—A mi padre le gusta mantener privada su vida privada —le respondió Emerald, sin mirarlo.

—Yo creo que eso no es algo que sea muy privado en realidad, además ahora parece ser del dominio público.

Emerald dejó de hacer lo que estaba haciendo y giró para mirar a Tom.

𝐃𝐞𝐬𝐭𝐢𝐧𝐨 || 𝐓𝐨𝐦 𝐑𝐢𝐝𝐝𝐥𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora