𝑫𝒊𝒆𝒄𝒊𝒐𝒄𝒉𝒐

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Emerald no quería que terminaran las vacaciones, pues al haber más personas en el colegio, tenía que tener mucho más cuidado cuando iba a ver a Tom a escondidas. El cumpleaños de Aline era el quince de enero y la tarde de ese día, entró corriendo donde Emerald estaba haciendo una redacción de transformaciones, se dejó caer en una silla frente a ella y le anunció con emoción: 

—Voy a hacer una pequeña fiesta. 

Emerald levantó la vista del pergamino y dejó la pluma sobre la mesa. Al contrario de ella, Aline era muy sociable y se había hecho amiga de al menos la mitad de los alumnos de Gryffindor, además de otros de las demás casas. 

—¿Dónde piensas hacerla? —preguntó. 

—Aquí —respondió Aline—. Por favor ayúdame a organizar todo. 

Emerald lo pensó. No podía faltar a la fiesta de cumpleaños de su mejor amiga, aunque eso significara dejar de ir a ver a Tom, que era algo que no quería hacer. Pensó en que debía estar allí, pues si se iba, sería demasiado sospechoso, alguien podía verla y se vería descubierta, y desde luego que esa no era la idea

—Bien, te ayudaré. 

Aline asintió, agradecida y estiró la mano por encima de la mesa para ponerla sobre la de Emerald. 

—Gracias, de verdad. 

Emerald sonrió y pasaron el resto de la tarde poniendo decoraciones y sirviendo copas de whisky de fuego. Cuando todo estuvo listo, fueron a arreglarse para la fiesta. 

Iba bajando las escaleras que conducían a la sala común, cuando Emerald bajó la mirada para observar el vestido de terciopelo azul oscuro que llevaba puesto. Le quedaba unos cuantos centímetros por encima de la rodilla y, aunque tenía manga larga, el escote en v era bastante pronunciado. Le pareció una lástima que Tom no fuera a verla, pero luego pensó en que todavía podía escabullirse de la fiesta cuando todo el mundo estuviera lo suficientemente ebrio como para no prestarle atención, e ir a verlo un momento. 

Al llegar, Emerald se fijó en que Daniel ya había regresado y estaba en un rincón de la sala común hablando con sus amigos. Él pareció no haberla visto, de manera que ella se fue con Aline a saludar a algunos de los invitados. En una mesa en el centro de la sala habían varias copas servidas con whisky de fuego. Emerald tomó una y buscó un lugar en donde sentarse para luego comenzar a beberla muy despacio, mientras su mejor amiga recibía regalos y felicitaciones. Casi terminaba cuando Daniel llegó a su lado. 

—Hola —saludó. 

«Si Tom sabe que me está hablando, no dudará en regresarlo a San Mungo —pensó Emerald».

—Hola —le respondió e intentó componer una sonrisa amable—. ¿Cómo estás?

—Bien, mucho mejor. 

—Me alegra. 

Emerald creía que con eso sería suficiente para dar la conversación por terminada, pero Daniel tenía otros planes. 

—Creo que ahora que estoy de regreso, podremos tener la conversación que dejamos pendiente. 

Ella pensó que lo mejor era ir al grano. 

—Escucha, Daniel... sé lo que vas a decirme y yo lo lamento mucho, pero no estoy interesada en ti. 

Él guardó silencio, sin tener ni idea de qué decir. Si bien, nunca había creído que ella pudiera corresponderle, tampoco esperaba que lo rechazara tan tajantemente. 

—No hay problema —dijo al final, con resignación—. Sabía que esto pasaría. 

Ella quiso disculparse o tratar de reparar de alguna manera el daño que sabía que le había causado, pero él se puso en pie y se marchó sin darle tiempo de decir nada más. Siguió bebiendo muy despacio, pues no quería emborracharse, y esperó pacientemente hasta que encontró el momento perfecto para escabullirse de allí e ir a buscar a Tom. 

Como ya era tarde, no lo encontró en su oficina, de manera que fue a buscarlo a su habitación. Llamó dos veces como solía hacer y sin haberla visto, él ya supo que se trataba de ella. Le abrió y la invitó a pasar. 

—Pensé que no nos veríamos hoy —le dijo, en cuanto cerró de nuevo la puerta. 

Ella sonrió y los hoyuelos aparecieron en sus mejillas. 

—No pensaba quedarme sin verte, han pasado muchas horas desde la última vez que nos besamos. 

Dicho eso, lo envolvió en sus brazos y se acercó para darle un apasionado beso. Él la tomó de la cintura para acercarla más a su cuerpo y se dio cuenta de lo bien que se ajustaba el vestido a su figura. Por primera vez fue realmente consciente del deseo que sentía por ella, y se dio cuenta de que los besos que se daban comenzaban a no ser suficientes, al menos para él. Quería más, pero no sabía cómo podría pedírselo, o cómo hacérselo saber, luego concluyó que se estaba complicando demasiado, ella se daría cuenta sin mucho esfuerzo. Siguió besándola ininterrumpidamente hasta que se cansó y la levantó del suelo, de manera que ella le rodeó la cintura con las piernas. Retrocedió hasta sentarse en la cama con ella sobre el regazo y solo entonces, dejó de besarla. Le apartó el cabello que caía sobre sus hombros y acercó la nariz a su cuello para oler su perfume, aquel aroma fresco que tanto le gustaba. Luego comenzó a repartir besos por su cuello, muy despacio, haciendo que a ella se le acelerara el pulso. No estaba segura de que dejarse llevar fuera lo mejor, pero a veces podía ser muy impulsiva y en esos momentos solo le importaba lo bien que se estaba sintiendo. Puso sus manos sobre los hombros de él y luego las bajó, abriendo los primeros botones de la camisa y comenzando a acariciar su piel cálida. Él no estaba acostumbrado a ese tipo de contacto, pero no le dijo nada porque lo que sentía era demasiado agradable. La siguió besando mientras subía sus manos por sus muslos, subiendo también el vestido, luego buscó el cierre en su espalda y se lo quitó. Ella sintió un escalofrío al verse solo con la ropa interior, pero antes de que pudiera decir nada, él estaba besándole el cuello de nuevo y sus manos recorrían su cuerpo como queriendo tocar cada centímetro de piel. Ella le quitó la camisa y siguió acariciándolo muy suavemente, luego, movió un poco las caderas contra él, de manera que sintió su excitación que ya era bastante notable. Él suspiró, y buscó el cierre del sostén para quitárselo y lanzarlo a alguna parte de la habitación. Ella se sintió un poco cohibida, pero él no le dio tiempo de pensar en nada porque puso las manos sobre sus pechos y les dio un apretón, luego comenzó a mover los pulgares sobre los pezones haciendo que se olvidara de todo lo que podría estar pensando en esos momentos. Se pusieron en pie un momento para quitarse la poca ropa que les quedaba puesta y luego se acostaron en la cama y siguieron besándose y acariciándose por lo que pareció una eternidad. Tom bajó la mano desde el ombligo de Emerald para tantear lo húmeda que estaba. Luego la tomó de la cintura y la acomodó sobre él. Ella abrió las piernas y movió un poco las caderas para dejarlo entrar un poco, él levantó sus caderas despacio hasta que estuvo completamente dentro de ella. Se quedó quieto, esperando a que ella se acostumbrara un poco a la sensación, pues se dio cuenta de que no había hecho eso antes. Se miraron a los ojos unos instantes antes de comenzar a moverse cada vez más rápido. 


𝐃𝐞𝐬𝐭𝐢𝐧𝐨 || 𝐓𝐨𝐦 𝐑𝐢𝐝𝐝𝐥𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora