Cuando la última clase terminó, el sol ya se estaba ocultando. Takemichi bostezó, intentando no dormirse mientras caminaba en compañía de Makoto a los dormitorios. Los pasillos seguían atestados de estudiantes, alfas y betas pasando el tiempo antes de irse a dormir.
Para su fortuna, había perdido a Mikey y a sus amigos alfas un par de horas antes. Cuando la única clase que compartían por el momento, se acabó, no obstante, perdió un par de años de vida por el estrés. Extrañaba a sus amigos.
Makoto lo miraba e intentaba darle ánimos en vano. Sus hombros estaban muy tensos.
— Takemichi, debes tener más cuidado. Usa más spray mañana o no salgas de tu habitación. Es peligroso.
— Lo sé, no entiendo porque Mikey-kun puede olerme, ¿Será su olfato súper desarrollado? — Ladeó su cabeza, preguntándose nuevamente porque ese alfa podía olerlo. Nadie más parecía afectado por su presencia, ni Makoto con el que llevaba años de conocerse.
Ese mismo día y cuando entraron a la clase de biología después de la comida, Mikey insistió en que se sentará a su lado. Takemichi se había detenido, mirando a su alrededor. Todos los asientos ocupados. Se encogió de hombros, disculpándose con Mikey, pero acabó abriendo su boca sorprendido cuando el alfa empujó al chico a su lado y lo mandó lejos.
— No hay excusas, Takemicchi.— Le señaló el asiento vacío.
Takemichi soltó un largo suspiró y no le quedó de otra. Miró en dirección al estudiante desahuciado de su lugar, disculpándose en voz baja.
— Gracias, Mikey-kun.— Y el alfa le sonrió por primera vez, el corazón de Takemichi se derritió. No podía enojarse con él y ese era un problema con el que debía lidiar.
Sin embargo, la siguiente media hora fue en demasía incómoda. Mikey no le quitó la mirada de encima. Takemichi sostuvo su cabeza al frente, con sus manos temblorosas jugueteando con su bolígrafo. No le devolvió la mirada ni una vez.
Mikey se rindió al aburrimiento y se quedó dormido, Takemichi pudo respirar tranquilo. Echó un vistazo a Draken, quien estaba sentado al otro lado, lo miró de vuelta, con una disculpa en sus labios. Mikey no solía comportarse de esa manera, usualmente todo le daba igual, siempre y cuando no fuesen dulces y peleas.
Y no, no le caía mal Mikey, al contrario, su omega estaba feliz con la presencia del alfa. Solo que no podía acostumbrarse, tenía que irse en una semana sin excusas.
Continuando con Makoto, poco a poco perdían el ruido y el gentío. Estaban subiendo en soledad las escaleras del edificio.
— Estás en problemas, nadie le dice que no a Mikey. Allí donde lo ves, es un alfa muy fuerte.
— ¿En serio? ¿Qué puedo hacer para quitármelo de encima? — Cuestionó preocupado, debía deshacerse de las tentaciones.
— Probablemente se olvide de ti está noche. Tengamos fe, mañana no te molestara.
— Eso espero, ¿Cuál es tu habitación? — Preguntó Takemichi, tratando de cambiar de tema. Estaba cansado.
— Es la número 320. Casi llegamos. — Makoto subió cada escalón, con Takemichi pisándole los talones.
— La mía queda un poco más lejos, quizá debería adelantarme. Quiero darme un baño antes de que mi compañero de cuarto llegue. — Soltó un suspiro agotado, pasar la noche con Sanzu era una pesadilla personal. El chico no había demostrado más que odio al verlo.
Y no tenía la menor idea de que había hecho para disgustarle tanto.
— Si te molesta golpealo, nunca has sido un omega débil.
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Omega Impostor; Maitake.
Lãng mạnOmegaverse. Tokyo revengers. ¿Qué haría un omega qué se infiltró en una escuela solo para alfas y betas? Descúbrelo en esta historia. Créditos de la portada a Sunshimita.