Alma gemela; Capítulo 15.

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Takemichi vio desde el césped la competencia; las peleas infantiles entre Mikey e Izana, las victorias y derrotas de los equipos participantes, lo divertido que fue la prueba de fuerza con la cuerda y las rabietas del maestro.  De no ser por su castigo estaría disfrutando al lado de los demás, de todos modos aprovechó que Sanzu estaba a su lado para contarle sobre la escuela omega, las actividades y comidas. Descubrió que su compañero de cuarto era bueno escuchando, en ningún momento lo detuvo.

Estaba abrazando a sus piernas, con su cabeza apoyada en las rodillas y  sus ojos puestos en Sanzu,  cuando el profesor hizo sonar el silbato que daba por finalizada la primera jornada de ejercicios. ¡Por fin! Esa era la señal que necesitaba para levantarse e irse a limpiar.

Sanzu se le adelantó en silencio, yéndose  en una dirección contraria a los baños del gimnasio. Takemichi no le dijo nada al respecto y se fue solo, era mejor así. Los estudiantes a su alrededor se agrupaban y se iban a la cafetería entre risas y anécdotas del día. A lo lejos vio a Mikey caminando al lado de sus amigos, pero no fue tras él, al no querer molestarlo con su presencia.

Y Takemichi tampoco tenía ánimos para hablar con nadie,  solamente saludó a Makoto a la distancia, quien le devolvió el gesto con un levantamiento de mano.

En el gimnasio no había ni un alma, en el baño mucho menos. Estaba un poco nervioso por la última vez, pero tenía la plena confianza de que Sanzu no volvería a sobrepasarse. El mero pensamiento de que alguien lo tocará de nuevo, enviaba escalofríos por su pequeño cuerpo. Se paró frente al lavabo, tomando un trozo de papel del dispensador para empezar a limpiarse las raspaduras de brazos y manos.

Gracias al espejo, notó las magulladuras de su mentón y un rasguño largo en su mejilla, hinchado y rojizo alrededor, no se veía tan mal, pero debía limpiarlo bien para que no se infectara. Humedeció un lado del papel y limpió las heridas, gimiendo dolorido por el ardor.

Tenía la mirada puesta en una raspadura más grande en su codo, cuando escuchó pisadas cercanas. Se sobresaltó instintivamente,  queriendo esconderse en un cubículo, sin embargo, se relajó cuando el olor de Mikey se abrió paso a través de la puerta y  lo tuvo al lado.

— Takemicchi...

Takemichi vio la figura del alfa a través del espejo y sin querer, sus mejillas se ruborizaron.

— Mikey-kun, ¿No deberías estar en la cafetería? — Preguntó, dándose vuelta, con su espalda apoyada en el lavabo.

— ¿Aún sigues molesto conmigo? — Mikey tenía una sonrisa triste al decir eso.

Takemichi movió la cabeza y negó rápidamente, haciendo bolita el papel sucio de sangre y suciedad, para después lanzarlo a la basura.

— No... Creo que ahora entiendo tu actitud.

— ¿En realidad?

— Soy un omega infiltrado en tu escuela, supongo que es inaceptable para ti.— No sé atrevía a decirle sobre destinados, no estaba listo para enfrentar esa realidad.—  Mi intención no ha sido molestarte, yo solo quería ayudar a mis amigos.

Bajó la cabeza cuando  nuevamente las lágrimas se  arremolinaron sobre sus ojos. Con sus manos sosteniendo el borde de su sudadera y  sus dedos temblorosos arrugando estos.

— Vaya, pensé que eras un poco más inteligente, Takemicchi.— Mikey se acercó a él, alzando una mano hasta el mentón del omega, el cual sostuvo suavemente entre sus dedos ligeramente ásperos y delgados.

El alfa lo obligó a levantar su mirada y Takemichi quedó embelesado con la ternura que encontró en los ojos azabaches. Mikey era hermoso, de cerca podía ver su nariz respingada  y sus expresiones infantiles un poco más marcadas, sus pestañas, la ligera curva en sus labios. Su destinado era perfecto.

Omega Impostor; Maitake.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora